Miguel Vicente, el mago de las ¡®start-ups¡¯
MIGUEL VICENTE (Vinaroz, 1972) era un ingeniero industrial de 35 a?os convertido en brillante ejecutivo. Proced¨ªa de una familia de funcionarios; ten¨ªa una vida encarrilada, un sueldo estupendo y un hijo en camino. Pero pidi¨® la cuenta, empaquet¨® sus cosas y mont¨® LetsBonus una start-up, nada menos que de compra colectiva inspirada en el fen¨®meno de los cupones. ¡°Es como las dos pastillas de Matrix, dos opciones: la azul es la de la n¨®mina asegurada a final de mes, el apoyo de un gran grupo que te ayudar¨¢, vacaciones y fines de semana. Y la roja, la de emprender: no tendr¨¢s nada de lo anterior y ni siquiera sabr¨¢s si al d¨ªa siguiente existir¨¢s. Pero ser¨¢s due?o de tu destino. Esa sensaci¨®n, sumada a la de que no puedes fallar, te hace sacar lo mejor que llevas dentro¡±, analiza vestido con polo y bermudas en una de los rincones de Barcelona Tech City, con sede en las oficinas del Palau de Mar y quiz¨¢ el espacio m¨¢s parecido que pueda encontrarse hoy en Espa?a a Silicon Valley, y que preside Vicente.
Al principio fue duro. En las primeras entrevistas ten¨ªa que suplicar a los candidatos que se fueran a trabajar con ¨¦l. ¡°Pas¨¢bamos m¨¢s rato hablando de m¨ª que de ellos¡±. Al final, de la pastilla roja sali¨® LetsBonus, un torpedo donde, en solo un a?o, trabajaban 500 personas y que revolucion¨® la compra en grupo. Tanto que poco despu¨¦s la vendi¨® por una suma con la que, cuentan algunos, podr¨ªa haberse retirado. Pero quer¨ªa m¨¢s. ¡°Lo que me pone es crear compa?¨ªas y verlas crecer¡±. En 2013 se asoci¨® con el publicista Gerard Oliv¨¦ y montaron Antai Venture Builder, una empresa que estudia modelos de negocio y les da una vuelta de tuerca tecnol¨®gica. De ah¨ª sali¨® Wallapop, la joya de la corona de las start-ups?espa?olas. ¡°Exist¨ªa la segunda mano, pero no exclusivamente para mobile, geolocalizado y con chat. Transformamos ese mundo: ahora, en lugar de buscar algo concreto, la gente se pasa horas mirando qu¨¦ puede comprar¡±.
¡°Muchas compa?¨ªas se sustentan primero creando una gran base de datos y luego buscan distintos modelos de ingresos. Como Facebook o Twitter¡±.
Hoy la compa?¨ªa fundada en 2013 por el propio Vicente junto a Gerard Oliv¨¦ y Agust¨ªn G¨®mez es un icono global que los mentideros econ¨®micos han llegado a valorar en 1.000 millones de d¨®lares: los llamados ¡°unicornios de Internet¡±. Y eso sin que, por el momento, genere un solo euro. ?l se niega a hablar de valoraciones. ¡°Muchas compa?¨ªas se sustentan primero creando una gran base de datos y luego buscan distintos modelos de ingresos. Como Facebook o Twitter¡±, defiende. As¨ª lo ha hecho tambi¨¦n con sus nuevos proyectos como Corner Job, una aplicaci¨®n para encontrar trabajo que garantiza una respuesta en 24 horas; Deliberry, una plataforma que hace la compra por usted, o Glovo, un sistema de mensajer¨ªa expr¨¦s que le trae lo que quiera en pocos minutos.
Todo un ¨¦xito, relata abriendo sus peque?os ojos, basado en el aprendizaje que proporcionan los errores y, sobre todo, en la elecci¨®n de los equipos. ¡°No creo en una idea buena o mala, sino en los que las desarrollan. Hay que buscar equipos que se complementen, con visiones distintas del mundo. ?Man¨ªas? No vengas con un power point?que te costar¨¢ tres horas hacer. Trae los n¨²meros y cu¨¦ntame la idea¡±. As¨ª funcionan en este enorme espacio de mesas corridas, port¨¢tiles y donde la media de edad es de 32 a?os situado en el puerto de Barcelona.
Esta ciudad se ha convertido en poco tiempo en la capital de las start-ups?en Espa?a. Unas 1.500 personas trabajan en empresas creadas aqu¨ª, la mitad de ellas surgidas en los ¨²ltimos cinco a?os: en plena crisis. ¡°Son momentos de oportunidad, porque si eres capaz de entrar en una industria ofreciendo algo distinto, da igual que el PIB est¨¦ decreciendo, pues sigue habiendo consumo. Pero adem¨¢s, m¨¢s que la crisis, lo que hemos vivido es una revoluci¨®n tecnol¨®gica sin precedentes. Internet lleg¨® a 100 millones de hogares en cuatro veces menos tiempo que la televisi¨®n. Y Facebook tard¨® cinco veces menos que el e-mail en conseguir 100 millones de usuarios¡±. Casi tan poco como lo que tard¨® en hacer efecto aquella pastilla roja.
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