Si Bob Dylan fuera sueco ya habr¨ªa respondido
Al cantante le dieron el Pr¨ªncipe de Asturias y ah¨ª se qued¨® la estatua de Joan Mir¨®: esperando
Se tiene una idea tan desconsiderada de los suecos que conceden el Nobel, y de los suecos en general, que siguen en la historia como un grupo de borrachuzos (eso le le¨ª a un conspicuo escritor que fue joven) que se re¨²nen por las tardes para beber y para hacer ruindades. Y los suecos, los del Nobel y los de Volvo, y los que hacen cine y teatro, los suecos como Ingmar Bergman o como Olof Palme, no son esos despistados que asociamos a esa frase tan tonta que nos permite hacernos los suecos sobre los suecos. Los suecos no se hacen los suecos nunca; cumplen con sus obligaciones, son respetuosos con sus compromisos, son rectos en su comportamiento y se manifiestan siempre por las buenas causas.
Ese t¨®pico, hacerse el sueco, ha venido ahora a todas las mentes para justificar la dejadez aparente con la que Bob Dylan ha atendido a la noticia de que la Academia sueca le ha concedido el Nobel. Bob Dylan se hace el sueco. Pues si Dylan fuera sueco, o quisiera hacerse el sueco, ya hubiera respondido a la demanda del Nobel. Y no porque sea un homenaje a su m¨²sica y a su poes¨ªa, sino porque el hombre que dedic¨® una canci¨®n a las respuestas (que est¨¢n en el viento) tiene que atender a sus propias plegarias.
Y en segundo lugar, porque el esfuerzo que hace la Academia cada a?o para dilucidar qui¨¦n se lleva ese galard¨®n merece el respeto de una respuesta. Cuando lo gan¨® Samuel Beckett y este no respondi¨® fue porque estaba en una playa, paseando su silencio, que fue la materia de su escritura, mientras que la palabra que hizo famoso a Dylan fue precisamente la palabra respuesta y su arte est¨¢ basado en lo que suena. Y cuando Jean Paul Sartre se neg¨® a recibirlo era porque, adem¨¢s, quer¨ªa ser famoso por eso; y para que la santidad no le fuera completa, m¨¢s tarde pidi¨® que le enviaran el dinero.
Bob Dylan ya es famoso entre nosotros por las espantadas; una vez, porque le pagaban poco por un concierto que se qued¨® en el viento, como su respuesta; y la segunda vez fue para estupor de la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias, cuyo director de entonces, Graciano Garc¨ªa, tanto hizo por darle al galard¨®n la capacidad de anticipaci¨®n al galard¨®n sueco (G¨¹nter Grass tuvo el Pr¨ªncipe de Asturias y luego tuvo el Nobel, con Doris Lessing pas¨® lo mismo...). Y a Dylan le dieron ese galard¨®n, en el apartado Artes, y ah¨ª se qued¨® la estatua de Joan Mir¨®, esperando por el cantante que ahora no responde a los suecos.
La Academia es una instituci¨®n muy seria, como los suecos. Basta leer el interesant¨ªsimo libro de uno de sus miembros, el poeta Kjell Epspmark, El premio Nobel de Literatura (N¨®rdica, 2008, Traducci¨®n de Marina Torres), para saber hasta qu¨¦ punto no son solo minuciosos en sus deliberaciones sino autocr¨ªticos respecto a sus meteduras de pata. No quiero sugerir ahora que los suecos de la Academia est¨¦n pensando en desposeer a Dylan de la dignidad que le han dado. Son demasiado serios los suecos como para hacerse los suecos, o los Dylan, en que toca a sus compromisos.
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