C¨®mo cambiar la vida de mil millones de personas con menos derechos que los presos
Los asentamientos informales no paran de crecer. En Habitat III se buscan soluciones a este problema
¡°Si fuesen presos, la comunidad internacional estar¨ªa escandalizada por la vulneraci¨®n de sus derechos humanos m¨¢s fundamentales¡±. Leilani Farha, relatora de la ONU para la Vivienda, ha sacado esta conclusi¨®n despu¨¦s de visitar cientos de suburbios, slums, favelas, barrios chabolistas o como se les quiera llamar a los asentamientos informales en los que viven casi mil millones de personas en el mundo. No son reclusos, pero a menudo cuentan con menos comodidades que ellos, como acceso al agua, electricidad o un v¨¢ter donde hacer sus necesidades. Por no tener, carecen hasta de la atenci¨®n de los Estados.
Es un problema crucial en los pa¨ªses en desarrollo (aunque no solo en ellos), donde los asentamientos informales se extienden alrededor de las metr¨®polis formando verdaderas ciudades de cientos de miles de habitantes, desordenadas, ca¨®ticas, sin lo que entendemos por calles ¡ªcon aceras, iluminaci¨®n o alcantarillado¡ª. Abundan las (infra)viviendas con paredes que, en el mejor de los casos, est¨¢n hechas de ladrillo por sus propios moradores, pero que frecuentemente se presentan en madera, ca?a o lonas encumbradas por tejados de zinc. Son hogares que a menudo no existen, ya que carecen de t¨ªtulos de propiedad y sus due?os viven en la incertidumbre de poder ser desalojados en cualquier momento.
Y el problema es creciente. Hace 20 a?os, cuando se celebr¨® la segunda gran conferencia mundial de ciudades auspiciada por la ONU (Habitat II), alrededor de 750 millones de personas viv¨ªan en estas condiciones. Hoy, mientras se debate el planeamiento del urbanismo mundial en Quito dentro de Habitat III, son casi 1.000 millones. Las cifras encierran alguna aparente paradoja, porque entre los a?os 2000 y 2014, 320 millones salieron de estos asentamientos, un n¨²mero insuficiente para reducir una cifra global alimentada por el aumento de la poblaci¨®n mundial y las crecientes migraciones, tanto del ¨¢mbito rural al urbano, como entre pa¨ªses. Pero la paradoja de los n¨²meros contin¨²a, porque los habitantes del planeta se han incrementado tanto que, en t¨¦rminos relativos, los moradores de estas viviendas han decrecido ligeramente, hasta situarse por debajo del 15% de todos los seres humanos.
La Nueva Agenda Urbana, que se aprobar¨¢ el pr¨®ximo jueves, hace 18 menciones a los asentamientos informales; siempre con las mismas ideas de fondo: ¡°No dejarlos atr¨¢s¡±, ¡°dignificar sus condiciones de vida¡±, ¡°mejorar sus viviendas¡±, ¡°prevenir su crecimiento¡±. M¨¢s all¨¢ de las buenas palabras, ?c¨®mo se consigue dar la vuelta a una situaci¨®n tan complicada y end¨¦mica? Es una de las grandes preguntas de Habitat III. Y la respuesta no es sencilla ni ¨²nica.
Shivani Chaudhry, directora ejecutiva de la Red de Derechos a Vivienda y Suelo (HLRN, por sus siglas en ingl¨¦s) hizo en la jornada del martes un conciso repaso a varias cuestiones que deber¨ªan ser abordadas para solucionar tama?o problema. Primero, cambiar la ret¨®rica; dejar de hablar de ilegales para tratarlos, tambi¨¦n sem¨¢nticamente, como seres humanos. Segundo, atender a las causas estructurales: ?por qu¨¦ la gente vive en esas condiciones? En buena medida, seg¨²n Chaudhry, por la desatenci¨®n al ¨¢mbito rural y la falta de una aut¨¦ntica reforma agraria que dignifique la vida de los campesinos y nos les obligue, al menos por sistema, a migrar a las ciudades. ¡°Adem¨¢s, los Estados, con excepciones, est¨¢n invirtiendo cada vez menos en vivienda social¡±, se quejaba. Tercero, abordar el problema de la distribuci¨®n y la propiedad de la tierra. ¡°El suelo p¨²blico no pertenece a los Gobiernos, sino a la gente, las leyes deben garantizar que no se generen beneficios privados de la tierra, sino que vayan a la poblaci¨®n¡±, reclam¨®. Cuarto, evitar los desahucios y los desplazamientos. La tendencia de dise?ar ciudades sin slums no puede pasar, en su opini¨®n, por demolerlos o echar a sus habitantes, ya que esto equivale a desposeer a la gente de su derecho al suelo. Quinto, controlar la especulaci¨®n. ¡°Un mercado desregulado es lo que est¨¢ provocando que la mayor¨ªa de la gente no tenga acceso a la vivienda por su precio desorbitado. Debemos reconocer la vivienda como derecho humano y para eso necesitamos que las leyes nacionales lo garanticen¡±, conclu¨ªa.
Entre los a?os 2000 y 2014, 320 millones salieron de los asentamientos informales, un n¨²mero insuficiente para reducir una cifra global alimentada por el aumento de la poblaci¨®n mundial y las crecientes migraciones
La mayor¨ªa de estas ideas, y algunas otras que aport¨® al debate, est¨¢n ya recogidas de alguna forma en dos documentos que han servido como base para hacer aportaciones a la Nueva Agenda Urbana. El m¨¢s antiguo es Convertir a los slums en historia: un reto mundial para 2020, el resultado de la Conferencia Internacional de Rabat de 2012, que abogaba por un acercamiento global al problema? donde las instituciones de todos los niveles se coordinasen para abordarlo. Tambi¨¦n mencionaba algo que tambi¨¦n se plasm¨® en la Declaraci¨®n de Pretoria, el m¨¢s inmediato antecedente para Habitat III en materia de asentamientos informales. Se trata de facilitar acceso al mercado financiero a los habitantes de los slums, pr¨¦stamos asequibles para que puedan mejorar sus condiciones de vida.
Otra soluci¨®n que est¨¢ en boca de la mayor¨ªa de los expertos que han pasado por los paneles relacionados con los asentamientos informales es dar protagonismo a sus residentes. Una de las cosas que m¨¢s llaman la atenci¨®n a la relatora de la ONU en asuntos de vivienda en los poblados marginales es la sensaci¨®n de abandono que sufren sus habitantes: ¡°No contemplan su situaci¨®n como una vulneraci¨®n del derecho a la vivienda, sino que concierne a su derecho a la vida. Me hablan de que son invisibles, sienten que no tiene un lugar en la ciudad. Me han llegado a preguntar si son humanos¡±.
Es algo parecido a lo que describe ?scar Zapata, l¨ªder de la comunidad del Faro, en Medell¨ªn (Colombia): ¡°No somos reconocidos, carecemos de servicios b¨¢sicos, de escuelas, de espacios, de oportunidades. No tenemos una plena certeza de que podemos permanecer en estos lugares por largo tiempo. Nos pueden desplazar¡±.
La falta de estos derechos desvinculan al ciudadano de su propio espacio, al que no siente como propio y, por lo tanto, no lo cuida de la misma forma. Un art¨ªculo publicado recientemente en Planeta Futuro narraba c¨®mo a solo unos 100 metros de uno de los asentamientos irregulares de Portmore (Jamaica), el Gobierno otorg¨® la carta que les permit¨ªa a las familias tener la seguridad sobre sus terrenos. La diferencia entre uno y otro lugar es abismal: ¡°Esa seguridad ha permitido que las familias inviertan en construir una peque?a vivienda, hacer v¨ªas peatonales, montar peque?os negocios, pintar sus casas e invitar a sus amigos sin temor ni verg¨¹enza¡±.
Escuchar a los pobladores de los slums y contar con ellos para la toma de decisiones se ha mostrado fundamental en los procesos de rehabilitaci¨®n y mejora de estos espacios. El secretario de Desarrollo Urbano de Ciudad de M¨¦xico, Felipe de Jes¨²s, explica c¨®mo, en el programa de mejoramiento barrial que ha impulsado la urbe, la participaci¨®n ciudadana es uno de sus ejes cruciales. ¡°Trabajamos directamente con la comunidad, acordamos con ella qu¨¦ se debe hacer y c¨®mo, creamos un comit¨¦ mixto para la ejecuci¨®n de las tareas formado por vecinos y t¨¦cnicos que da un seguimiento a todo lo que se realiza¡±, relata. Aunque con mucho por hacer, De Jes¨²s puso el ejemplo de un buen n¨²mero de mejoras realizadas con este sistema: rescate de sitios para que las comunidades se re¨²nan, generaci¨®n de espacios deportivos, recuperaci¨®n de vialidades que han sido ocupadas por veh¨ªculos, restauraci¨®n de la imagen urbana, mayor seguridad, equipamientos en espacios remanentes que no eran aprovechados... ¡°Esto ha generado un ambiente de confianza. Es un m¨¦todo que permite contrarrestar condiciones de marginalidad y combatir la segregaci¨®n, integrando a la ciudad reconociendo sus peculiaridades socioculturales¡±, concluye.
M¨¢s all¨¢ de las buenas palabras, ?c¨®mo se consigue dar la vuelta a una situaci¨®n tan complicada y end¨¦mica? Es una de las grandes preguntas de Habitat III
Pero la participaci¨®n no es suficiente. Hace falta destinar recursos y que los municipios se impliquen en la dotaci¨®n de servicios, seg¨²n relata Michael G. Donovan, especialista de Vivienda y Desarrollo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). ¡°Tiene que haber un enfoque interdisciplinar, con varios t¨¦cnicos que, seg¨²n el caso, aborden no solo los problemas de vivienda, sino de energ¨ªa, alcantarillado, infraestructura, iluminaci¨®n¡¡±, explica. Estos son precisamente algunos de los medidores que usa el BID para evaluar los proyectos en los que invierte dentro de los asentamientos informales. Otro, muy importante, es el transporte y la conexi¨®n de la ciudad. Para que los slums dejen de ser zonas marginales tienen que poder acceder al centro, lo que tambi¨¦n genera posibilidades de trabajo y ayuda a sus habitantes a salir de la pobreza. Un ejemplo de ¨¦xito en este sentido, al parecer de Donovan, es el telef¨¦rico de Medell¨ªn, que conect¨® algunos de los barrios m¨¢s deprimidos de la ciudad.
A todos los retos a los que se enfrentan y han enfrentado tradicionalmente los asentamientos informales, ahora se suma la amenaza del cambio clim¨¢tico. Las zonas que corren m¨¢s peligro por inundaciones y crecidas del mar suelen ser a menudo las que ya eran de por s¨ª m¨¢s vulnerables. En Habitat II el calentamiento global pr¨¢cticamente no se tuvo en cuenta. En Quito, sin embargo, ocupa un papel protagonista en las conversaciones. Corredores verdes que absorban el agua alrededor de los slums o viviendas elevadas son algunas de las soluciones que se plantean en estas zonas.
Lo que est¨¢ muy claro es que la situaci¨®n tiene que cambiar. ¡°Es imposible pensar que los pr¨®ximos 20 a?os pueden ser como los ¨²ltimos 20, porque es insostenible¡±, argumenta Farha. En dos d¨¦cadas, cada vez m¨¢s personas ingresaron en los n¨²cleos informales de viviendas en lo que ella define como ¡°un constante asalto a la dignidad humana¡±. La Nueva Agenda Urbana tiene el objetivo de que, dondequiera que tenga lugar la pr¨®xima gran conferencia de ciudades dentro de otras dos, se hable de lo que se avanz¨®, y no de m¨¢s retrocesos. Los 193 Estados de la ONU la firmar¨¢n con ese objetivo, pero han rechazado que sus metas sean vinculantes. ?Se cumplir¨¢n sus buenas intenciones?
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