Cinco a?os despu¨¦s
El abandono del terrorismo es real, pero persiste un matonismo residual
Cuando ETA anunci¨® el cese definitivo del terrorismo, el 20 de octubre de 2011, hab¨ªa motivos sobrados para desconfiar de su palabra a la vista de los antecedentes: la propia ETA hab¨ªa dinamitado todos los anuncios similares anteriores mediante atentados que avisaban de la vuelta a las armas. Cinco a?os despu¨¦s hay problemas pendientes, como la negativa a formalizar su disoluci¨®n y entregar las armas; pero no quedan dudas de que el cese era definitivo y que precisamente porque fue una decisi¨®n unilateral de la banda, no hay un riesgo razonable de marcha atr¨¢s.
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Hoy se conocen m¨¢s datos del proceso que condujo a ese desenlace y avalan esa valoraci¨®n. Lo sustancial es que la eficacia policial en la desarticulaci¨®n de los comandos, unida a la ilegalizaci¨®n del brazo pol¨ªtico, Batasuna, crearon las condiciones para que los jefes de ese partido asumieran que la violencia provocaba m¨¢s costes que beneficios a su causa; y que solo recobrar¨ªan la legalidad si convenc¨ªan a ETA de que se retirase. Hubo un pulso sobre esta cuesti¨®n que se zanj¨® mediante un debate interno en el movimiento abertzale (la banda y su entorno) cuyo resultado fue una amplia mayor¨ªa a favor del cese unilateral y que presentaron como un mandato de las bases que obligaba a todos; tambi¨¦n a ETA.
Tras el anuncio de 2011 hab¨ªa sin embargo una ambig¨¹edad, en parte sugerida por los mediadores profesionales: que el paso del cese definitivo a disoluci¨®n deber¨ªa ser objeto de negociaci¨®n en t¨¦rminos no ya de paz ¡ªque no se cuestionaba¡ª por presos, sino de disoluci¨®n y entrega de las armas por retirada de Euskadi de las Fuerzas de seguridad del Estado. No parece casual que el asunto a negociar sea para ETA el policial. Negociaci¨®n como reconocimiento por Espa?a (y Francia) de la legitimidad de su recurso a las armas frente a las del enemigo. En esas condiciones no tendr¨ªa sentido que ambos gobiernos se tomasen en serio los intentos de ETA de organizar entregas de armas m¨¢s o menos teatrales; y carecen de l¨®gica las acusaciones contra ambos pa¨ªses de ser enemigos de la paz por desmantelar los arsenales que la banda pensaban utilizar para esa negociaci¨®n.
El matonismo residual que trata de prolongar la intimidaci¨®n que hasta hace cinco a?os ten¨ªa por detr¨¢s la sombra de ETA dando verosimilitud a sus amenazas, acaba de manifestarse en Alsasua bajo la forma de paliza pr¨®xima al linchamiento (el grado m¨¢ximo de la cobard¨ªa) de dos guardias civiles de paisano y desarmados, afincados en la localidad, y sus novias por parte de decenas de j¨®venes herederos de las cuadrillas de acoso del pasado. La consigna con que han respondido a la detenci¨®n de dos de los presuntos agresores, alde hemendik (fuera de aqu¨ª), enlaza con esa pretensi¨®n de salida de las polic¨ªas espa?olas. Pero tambi¨¦n con la consigna ¡°que se vayan¡± con la que un sector de la poblaci¨®n hostigaba a los polic¨ªas en las postrimer¨ªas del franquismo, lo que no deja de traslucir cierta a?oranza de aquellos tiempos. Y que EH Bildu se haya negado a condenar la agresi¨®n prueba que, aunque el terrorismo haya desaparecido, quedan reservas de intolerancia; y nostalgia de cuando ETA y su entorno mandaban m¨¢s que ahora.
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