Ser transexual en Uganda: morir en vida
En uno de los pa¨ªses m¨¢s hom¨®fobos del mundo, la comunidad transg¨¦nero pelea por sus derechos con mucho miedo y pocas perspectivas
Hajjati est¨¢ sentado con las piernas cruzadas. Una alfombra de pl¨¢stico cubre el suelo de tierra y una cortina cierra la entrada a la habitaci¨®n. Esta habitaci¨®n es su escondite desde hace dos meses. Tuvo que huir de su casa y buscar refugio aqu¨ª, en las chozas de hojalata de los alrededores del centro de la ciudad de Kampala. Primero sus padres, luego sus amigos; uno tras otro, todos lo abandonaron. No pod¨ªan aceptar que Hajjati fuese transexual. No pod¨ªan aceptarlo. No en Uganda, uno de los pa¨ªses m¨¢s hom¨®fobos del mundo, en el que el perpetuo presidente Museveni llama a los homosexuales ekifiire (muertos vivientes), y en el que, c¨ªclicamente, se proponen nuevas leyes para criminalizar y castigar la homosexualidad.
¡°Era 2013. Yo ten¨ªa 19 a?os¡±, cuenta Hajjati. ¡°Al principio ni siquiera sab¨ªa qu¨¦ significaba ser transexual. Cre¨ªa que era gay, pero la verdad es que me sent¨ªa una mujer, me gustaba maquillarme en secreto. Entonces investigu¨¦ un poco y ese fue el mejor momento de mi vida¡±. Un momento muy breve, sin embargo, porque, desde ese momento, su existencia se transform¨® en una aut¨¦ntica pesadilla. ¡°Habl¨¦ con mi familia, pero su reacci¨®n fue cruel. Me echaron de casa. Intent¨¦ hablar con algunos amigos, pero ellos tampoco quer¨ªan saber nada de m¨ª¡±, prosigue Hajjati. ¡°Varias veces tuve que pedir cobijo a diferentes personas. Luego encontr¨¦ un apartamento en Rubaga, pero alguien le prendi¨® fuego¡±. Estuvo vagando de un sitio a otro para encontrar un lugar seguro donde quedarse, donde poder vivir su vida. Expulsado de casa, sin ninguna fuente de ingresos ni posibilidad de encontrar empleo, porque aqu¨ª, en Uganda, nadie contratar¨ªa jam¨¢s a una persona transexual, Hajjati se vio obligado a lo que todos, o casi todos, los j¨®venes trans hacen en este pa¨ªs: vender su cuerpo para sobrevivir.
Los occidentales, los chinos y muchos ugandeses son los clientes de estos chicos que se esconden en sus casas durante el d¨ªa y salen a toda prisa para no ser vistos y dirigirse a los hoteles y los apartamentos de los alrededores de la capital. Clientes que a menudo les pegan, los violan, les roban, y, aun as¨ª, quedan impunes. ¡°La gente sabe que puede hacer lo que quiera con nosotras, que tenemos muy pocas armas para defendernos¡±, se lamenta Edwine, de 19 a?os, que vive en 20 metros cuadrados con otras seis jovenc¨ªsimas chicas transexuales. Se maquillan unas a otras, se intercambian la ropa, se hacen fotos para publicar en las redes sociales, porque solo entre esas cuatro paredes pueden ser ellas mismas. ¡°Si intentamos ir a la polic¨ªa nos maltratan, nos encierran en una celda y se r¨ªen de nosotras¡±. Adem¨¢s, tambi¨¦n son v¨ªctimas de la violencia y del robo en sus propias casas. Las bandas de los suburbios irrumpen en sus viviendas, les cogen lo poco que tienen, las pegan y se van.
Alicia va caminando por el mercado de Nakesero. De repente se detiene, agacha la cabeza y aguza el o¨ªdo. En la radio, un predicador evang¨¦lico arremete contra los homosexuales. Los llama ¡°seres inhumanos¡±, ¡°contra natura¡±. Todo el mundo la mira fijamente. ¡°Ya lo ve. Pasa cada d¨ªa. Salgo de casa y la gente me mira. En el mejor de los casos, se r¨ªen de m¨ª, pero la mayor¨ªa me insulta¡±, dice con pesar.
Hace unos a?os, Alicia empez¨® a trabajar con Transgender Equality Uganda, una organizaci¨®n que ofrece ayuda legal y asistencia m¨¦dica a la comunidad transexual del pa¨ªs. Efectivamente. Porque, en Uganda, las personas transexuales no son bienvenidas en los hospitales. ¡°Cuando vamos al hospital, los m¨¦dicos y las enfermeras empiezan a preguntarnos si somos hombres o mujeres, se burlan de nosotras y nos ignoran¡±, cuenta Alicia, ¡°as¨ª que no tenemos m¨¢s remedio que irnos sin que nos hayan hecho ninguna prueba ni nos hayan dado tratamiento. Todos los sectores de la sociedad nos discriminan y nos marginan¡±. Incluso la comunidad LGBT, que luch¨® y sigue luchando duramente contra los proyectos del Gobierno de Kampala y sus discriminaciones.
La gente sabe que puede hacer lo que quiera con nosotras, que tenemos muy pocas armas para defendernos Edwine, trans de 19 a?os
Puesto que las personas trans son m¨¢s evidentes, les resulta m¨¢s dif¨ªcil pasar desapercibidas en una sociedad sexista y hom¨®foba; les cuesta m¨¢s ocultar su identidad y no expresar su feminidad. Sin embargo, justo en esa comunidad defenderlas p¨²blicamente o acogerlas puede llegar a ser realmente autodestructivo, incluso para quienes comparten con ellas la carga de la discriminaci¨®n y la violencia.
Muchas veces, la violencia la provocan y la alientan los medios de comunicaci¨®n del pa¨ªs, que, junto con la Iglesia, siembran el odio contra los transexuales y contra el colectivo LGBT en general. Eso fue lo que le pas¨® a Shamim, de 20 a?os, registrada como Richard: ¡°Siempre me he sentido una mujer, as¨ª que, siempre que pod¨ªa, me vest¨ªa como tal. Una vez fui a un hotel con un cliente, y cuando descubri¨® que en realidad era un hombre, llam¨® a la polic¨ªa. Me golpearon hasta que perd¨ª el conocimiento, luego llamaron a la televisi¨®n y mostraron mi cara a toda Uganda y la publicaron en las redes sociales¡±. Fue entonces cuando su familia descubri¨® la verdadera identidad de Shamim y que era seropositiva. No dudaron ni vacilaron un momento: ¡°Me echaron de casa. Ahora mi familia son mis hermanas transexuales¡±.
Esta es una comunidad obligada a vivir con miedo, sin derechos, esperanza ni perspectivas. Sue?an con el d¨ªa en que podr¨¢n acceder a la terapia de hormonas para cambiar de sexo, pero en Uganda eso es imposible. Tienen que irse a Kenia, pero muy pocas pueden permit¨ªrselo, as¨ª que siguen comerciando con sus cuerpos para sobrevivir, escondi¨¦ndose como ladronas, ocultando su identidad.
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