Al chico del ch¨¢ndal gris
Carta a un migrante desde el barco de salvamento de Proactiva en el Mediterr¨¢neo
La luna brilla con luz tr¨¦mula en las playas de las costas libias. Las r¨¢fagas de viento empujan las corrientes de sur a norte. Como muchas otras noches, centenares de migrantes aguardan en silencio su salida en el puerto de Sabratha, una peque?a localidad costera a unos 80 kil¨®metros de Tr¨ªpoli. Les espera una nueva etapa hasta Italia y saben que la traves¨ªa no ser¨¢ f¨¢cil.
Estamos en octubre del presente a?o y desde principios del mismo, m¨¢s de 100.000 personas han huido de la guerra y la miseria, abandonando sus hogares para entregar su suerte a las olas del Mediterr¨¢neo.
Hace apenas un mes, tuve la oportunidad de formar parte, como socorrista, del cuarto equipo de salvamento y rescate de la ONG Proactiva Open Arms en las costas de Libia. Viajamos a bordo del Astral, un motovelero de recreo reconvertido en barco de rescate. La expedici¨®n la compon¨ªan once tripulantes: capit¨¢n, cocinero, m¨¦dico, marineros y socorristas.
Ha sido una misi¨®n cargada de emociones y tragedias, de historias que solo merecen ser contadas para evitar que se repitan. Hemos visto c¨®mo el mar se llevaba a muchos mientras el mundo se giraba con indiferencia a sus espaldas; c¨®mo los m¨ªseros abusaban sin clemencia de los vulnerables o, c¨®mo los muertos se contabilizaban en cifras y se clasificaban por categor¨ªas. Hemos visto muchas cosas, es verdad, pero nunca nos acostumbraremos a ellas por mucho que se reproduzcan.
La historia que ahora relato es la historia de Abdul, Ayana o Jonas; la historia de millones de refugiados y migrantes econ¨®micos que todos los d¨ªas escapan de sus pa¨ªses, personas que ante las bombas y la pobreza, eligen simplemente vivir.
Libia, un pa¨ªs que se desangra
Cinco a?os despu¨¦s del inicio del conflicto libio y del posterior derrocamiento del r¨¦gimen de Gadafi, el pa¨ªs norteafricano sigue sumido en una situaci¨®n de extrema inestabilidad pol¨ªtica. Los continuos enfrentamientos entre las milicias y el fortalecimiento del Estado Isl¨¢mico, hacen que hoy la vida en Libia sea casi imposible.
Pues bien, a pesar del permanente estado de violencia y de la ausencia de estructuras gubernamentales estables, la extensi¨®n de las costas libias y su estrat¨¦gica localizaci¨®n geogr¨¢fica, hacen que Libia sea un lugar de tr¨¢nsito obligado para los miles de migrantes que cada d¨ªa intentan cruzar Europa a trav¨¦s del mar.
Hace unas semanas, la coordinadora de las operaciones de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF), se?alaba que los migrantes cargaban con dos dramas: huir de sus pa¨ªses y su paso por Libia. Y es que su sufrimiento durante su estancia en ese pa¨ªs va m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de lo humanamente imaginable. Retenidos, encarcelados, torturados y humillados, todos ellos han convivido con la violencia.
Recuerdo la cara de terror de Jonas, un joven eritreo al que rescatamos del mar. Con el rostro ensangrentado y palabras temblorosas, nos contaba que los traficantes le hab¨ªan golpeado cuando trataba de evitar que su mujer fuese violada.
Los traficantes, el ¨²ltimo eslab¨®n de una estructura de violencia
La traves¨ªa por mar comienza, por lo habitual, en los pueblos costeros de Sabratha o Zuwara. All¨ª, cada madrugada, antes de la salida de las primeras luces del alba, cientos de personas, confundidas entre la esperanza de vivir y el miedo de morir ahogados, se re¨²nen con los traficantes para emprender su camino hacia la ansiada y a la vez temida Italia.
La mayor¨ªa de los migrantes proceden de Eritrea, Somalia, Nigeria, Siria, Bangladesh, Senegal, Sud¨¢n o Gambia. El precio del pasaje en barco oscila entre 500 y 3.000 d¨®lares, dependiendo del tipo de embarcaci¨®n ¡ªbotes neum¨¢ticos o barcas de madera¡ª y de su ubicaci¨®n en la misma. As¨ª, los embarcados con m¨¢s dinero, viajan en la cubierta superior, mientras que los que tienen menos, se hacinan en inmundas sentinas en donde apenas hay aire para respirar.
No tenemos derecho a dejarlos solos
Los migrantes son v¨ªctimas de continuas a?agazas y agresiones por parte de sus traficantes. En las barcas nadie les acompa?a. No hay capit¨¢n, no hay tripulaci¨®n, no hay nada. Son ellos mismos los que, con la ¨²nica ayuda de un comp¨¢s que ni siquiera saben utilizar y con la sola referencia de navegar "siempre rumbo al norte", les dicen, hasta toparse con unas "grandes luces en el horizonte", la de la izquierda, Lampedusa y la de la derecha, Malta. Capitanean las barcas hasta que, desesperados, se quedan abandonados a la deriva.
?Malditos! Todo mentira. Ninguna de las informaciones que les proporcionan es cierta. Tanto Malta como Lampedusa se encuentran a m¨¢s 150 millas desde la costa, lo que, en condiciones normales, supondr¨ªa al menos un d¨ªa y medio de navegaci¨®n. Las luces que se vislumbran desde Libia no son otra cosa que plataformas petrol¨ªferas en alta mar.
Me conmociono al recordar las im¨¢genes de la primera barcaza que vi durante una operaci¨®n de rescate. En ella, como si de mercanc¨ªa desechable se tratase, viajaban hacinadas m¨¢s de 700 personas. En la sentina, los aullidos se mezclaban con el olor a combustible y agua salada. Hab¨ªa beb¨¦s, mujeres embarazadas; ni?os que sin apenas saber lo que era la vida, hab¨ªan vivido demasiadas veces la muerte.
Salvando vidas en el mar
Desde el verano de 2015, han sido numerosas las ONGs ¡ªProactiva Open Arms, MSF, SOS Mediterran¨¦e, MOAS, Sea Watch, SeaEye, entre otras¡ª que ante la cancelaci¨®n de la Operaci¨®n Mare Nostrum y la pasividad de las pol¨ªticas de la Uni¨®n Europea, han decidido lanzar operaciones de rescate frente a las costas libias, en aguas internacionales, en lo que se conoce como zona de b¨²squeda y rescate (zona SAR, por sus siglas en ingl¨¦s) a una distancia de 12 millas de las costas de Libia.
Estas operaciones se realizan bajo la coordinaci¨®n del Centro de Coordinaci¨®n de Salvamento Mar¨ªtimo de Roma (MRCC por sus siglas en ingl¨¦s). Cuando el MRCC recibe la llamada de emergencia de una embarcaci¨®n, transmite las coordenadas a los equipos de salvamento presentes en la zona SAR que inmediatamente se dirigen al punto de peligro.
La rapidez de las alertas y la detecci¨®n de las embarcaciones es fundamental, ya que el ¨¦xito de los salvamentos viene determinado por la capacidad de los equipos de actuar con celeridad.
Localizada la barca en apuros, la lancha RIB (bote inflable r¨ªgido), se acerca lentamente para iniciar las labores de rescate. Este momento es de extrema delicadeza pues cualquier movimiento brusco puede desembocar en tragedias fatales. Por ello, es esencial que la comunicaci¨®n entre las personas que van a ser rescatadas y sus rescatadores sea calmada y se les trasmita que los equipos de salvamento se encuentran all¨ª que para prestarles ayuda, que no ser¨¢n enviados de vuelta al infierno del que proceden: Libia.
Una vez estabilizada la situaci¨®n, se reparten chalecos a todas las personas que se encuentran a bordo y se procede a su traspaso a la RIB para posteriormente ser transportadas a Sicilia. La traves¨ªa tiene una duraci¨®n aproximada de dos d¨ªas. Al llegar a destino, son alojadas en los hot spots, centros de registro, en los que se les hace una primera identificaci¨®n y se tramitan las demandas de refugio y asilo.
Resulta dif¨ªcil olvidar el rostro de los ni?os durante los rescates, ni?os que te observan y sin intercambiar palabras, te piden auxilio con la mirada.
Recuerdo con nitidez lo que ocurri¨® al poco de llegar, en mi segunda operaci¨®n de rescate. Se trataba de una lancha neum¨¢tica con refugiados procedentes de Siria. Su embarcaci¨®n hab¨ªa naufragado y cuando nuestro equipo lleg¨® ya llevaban varias horas en el agua. Algunos se agarraban a cascajos de madera, otros a trozos de pl¨¢stico sin apenas flotabilidad y algunos, pero muy pocos, ten¨ªan chalecos. El panorama era dantesco. Los gritos de p¨¢nico se suced¨ªan, proven¨ªan de todos lados y el nerviosismo y la desesperaci¨®n se expand¨ªan por el mar. Nos lanzamos al agua.
Esa ma?ana perdimos a seis personas. La espera hab¨ªa sido demasiado larga y el mar se los trag¨® sin clemencia. Pero tambi¨¦n rescatamos a 21 personas que probablemente hubiesen muerto de no haber estado all¨ª.
A veces, me resulta dif¨ªcil asumir que la muerte no me impresionase m¨¢s, a pesar de que nunca antes hab¨ªa visto morir a nadie. Pero es que cuando las personas son innominadas, sus fallecimientos se contabilizan en n¨²meros, desligados de cualquier se?a de identificaci¨®n. ¡°Mientras tanto, por los abismos azucarados de los puertos (¡) un cuerpo rueda, una cosa sin nombre, un n¨²mero ca¨ªdo, un racimo de fruta muerta derramada en el pudridero¡±, escrib¨ªa Pablo Neruda.
Por eso, lo realmente impactante son las tragedias personales, cuando escuchas sus historias y cedes un espacio de tu coraz¨®n. En esos momentos sientes que el mundo es muy injusto y que la furia invade tu mente.
Operaci¨®n Sophia, una operaci¨®n de vigilancia y no de salvamento
La operaci¨®n Sophia es una operaci¨®n militar liderada por la Uni¨®n Europea que tiene como objetivo principal la erradicaci¨®n de las mafias de migrantes presentes en el Mediterr¨¢neo.
Si bien es verdad que los buques militares en ocasiones se desligan del mandato que les ha sido asignado por la UE y en la pr¨¢ctica colaboran de forma puntual con las ONGs en las tareas de salvamento. Lamentablemente, su cometido no es otro que la vigilancia de fronteras.
Hoy, m¨¢s que nunca, resulta necesario que la UE implemente medidas efectivas de salvamento y que asista a aquellos que buscan seguridad y protecci¨®n. Las operaciones de b¨²squeda y rescate son exclusivamente medidas paliativas para cubrir la ausencia de v¨ªas seguras y legales, pero solo su puesta en marcha podr¨¢ detener o, al menos reducir, las muertes en el mar.
Si la UE sigue empe?ada en invertir presupuestos millonarios en operaciones militares contra el tr¨¢fico de personas y se limita a entrenar a los guardacostas libios para mejorar la seguridad en las aguas territoriales, sin afrontar el problema de la inmigraci¨®n en sus fronteras, continuar¨¢ habiendo millones de desesperados que huyan de sus pa¨ªses. Y, mientras eso ocurra, existir¨¢n mafias implacables que jueguen con la ilusi¨®n de los m¨¢s vulnerables.
Mediterr¨¢neo Central, una ruta destinada a cerrarse
Todo indica que las rutas migratorias est¨¢n volviendo a modificarse, que pronto la ruta del Mediterr¨¢neo Central seguir¨¢ la misma suerte que la de los Balcanes. La operaci¨®n Sophia est¨¢ a punto de entrar en su segunda fase de implementaci¨®n y los despliegues militares europeos son cada vez m¨¢s patentes en las costas de Libia.
Aquel d¨ªa no supe responderte. Si alguna vez pudieses leer esto, te dir¨ªa que tus palabras son probablemente las m¨¢s bellas que jam¨¢s me han dicho, que salvar vidas como la tuya hacen que todo esto merezca la pena
Al igual que cerraron la ruta de los Balcanes, impedir¨¢n el paso por la ruta del Mediterr¨¢neo Central. Pero nada los parar¨¢. Pronto, en Egipto, en T¨²nez, o en cualquier otro lugar del mundo, surgir¨¢n nuevos y m¨¢s peligrosos caminos, y a¨²n as¨ª, nuevos senderos de esperanza.
Mientras la guerra y la miseria existan, y el olor a comida llegue desde este lado del mar, seguir¨¢ habiendo valientes en busca de una vida m¨¢s segura. Ser¨ªa ut¨®pico pensar que vamos a cambiar el mundo o que con nuestras acciones convenceremos a aquellos que quieren pensar diferente. Sin embargo, en tanto que el Mediterr¨¢neo contin¨²e sirviendo de puente entre dos mundos, seguiremos estando all¨ª para salvar vidas, para salvar sue?os. Y cada persona que saquemos del agua, cada ni?o que sobreviva llenar¨¢ de sentido nuestro trabajo.
Ma?ana cientos de audaces volver¨¢n a reunirse en las costas libias para emprender su traves¨ªa a Italia. Es probable que algunos mueran. Pero lo que es seguro es que no tenemos derecho a dejarlos solos.
En ocasiones, cuando me acuesto, me vienen a la memoria las palabras de un joven de ch¨¢ndal gris del que ni siquiera conozco el nombre. Fue al terminar una operaci¨®n de rescate, cuando transfer¨ªamos a los n¨¢ufragos a un barco militar. Pausadamente, aguard¨® a que saliesen el resto de sus compa?eros y cuando ya no quedaba nadie, se volvi¨® t¨ªmidamente y me dijo: "you saved my life, thank you¡± (me has salvado la vida, gracias). No supe reaccionar. Solo le mir¨¦ y sonre¨ª. Reconozco que hasta ese momento ni siquiera hab¨ªa sido consciente de que le hab¨ªa sacado del agua.
No se c¨®mo te llamas, ni de d¨®nde eres, chico del ch¨¢ndal gris, pero cuando pienso en ti se me llenan los ojos de l¨¢grimas. Aquel d¨ªa no supe responderte. Si alguna vez pudieses leer esto, te dir¨ªa que tus palabras son probablemente las m¨¢s bellas que jam¨¢s me han dicho, que salvar vidas como la tuya hacen que todo esto merezca la pena.
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