¡®Star Wars¡¯ y la tabla peri¨®dica
CREO QUE NOS costar¨ªa mucho encontrar en todo el planeta a alguien ajeno al imaginario de La guerra de las galaxias (o Star Wars), esa que sucede en una galaxia muy, muy lejana. Inventarse una mitolog¨ªa como hizo George Lucas implica tirar de imaginaci¨®n para crear toda una serie de mundos, personajes y razas. Para la historia no se calent¨® tanto la cabeza, ya que sigue los patrones de un w¨¦stern cl¨¢sico, cambiando los colts por espadas l¨¢ser. Toda la base ideol¨®gica de La Fuerza no es m¨¢s que un batiburrillo de filosof¨ªa oriental como el zoroastrismo y el tao¨ªsmo. ?Les suena lo del manique¨ªsmo entre el bien y el mal? ?La Fuerza buena y El Lado Oscuro malo? De hecho, m¨¢s que ciencia-ficci¨®n parece espiritualidad ficci¨®n. Si no, ?c¨®mo explicar que, en un universo hipertecnificado, cuando Luke Skywalker tiene que cargarse la Estrella de la Muerte, en vez de fiarse del sistema de gu¨ªa de la nave cierra los ojos y se pone a rezar?
Solucionado el problema m¨ªstico, George Lucas tuvo que inventar diferentes nombres para todos los personajes, algunos de inspiraci¨®n b¨ªblica con apellidos descriptivos, como Luke Skywalker (algo as¨ª como Lucas Andacielos), y otros con reminiscencias art¨²ricas como Leia Organa, que recuerda a Morgana, la hermanastra del rey de Camelot. Cuando se acaban las ideas, siempre viene bien un mapa. Por ejemplo, Tatooine, el planeta natal de Luke Skywalker, donde masacran a sus t¨ªos, no es m¨¢s que la adaptaci¨®n fon¨¦tica de Tataouine, la ciudad de T¨²nez donde se rodaron las escenas, y que hoy sigue siendo una atracci¨®n tur¨ªstica si el avance del desierto y el conflicto de la vecina Libia no lo impiden.
CUANDO SE ACABAN LAS IDEAS, SIEMPRE VIENE BIEN UN MAPA.
En ciencia, cuando faltan ideas tambi¨¦n se han utilizado mapas. Para bautizar elementos qu¨ªmicos existe la ley no escrita de no utilizar el nombre del descubridor, algo que se ha cumplido siempre, aunque alguno hizo trampa. Lecoq de Boisbaudran se decant¨® por el vocablo galio supuestamente en honor a Francia, pero casualmente coincid¨ªa con la versi¨®n latina de su nombre (gallo, coq en franc¨¦s). Los elementos con nombre propio como el curio o el einstenio no fueron descubiertos por los homenajeados, sino puestos a posteriori. No obstante, para nominar elementos es com¨²n fijarse en el atlas y celebrar alg¨²n lugar. A veces por motivos patri¨®ticos, como ocurre con el francio, el germanio o el polonio; o por querencias m¨¢s locales, como el hafnio en honor a la ciudad de Copenhague, el holmio por Estocolmo o el lutecio por Par¨ªs, que, por cierto, son las tres ¨²nicas capitales que tienen un elemento qu¨ªmico nombrado en su honor. Hay otros que se refieren a ciudades o regiones que albergan las instalaciones donde fueron descubiertos, como el dubnio (Dubna, Rusia), el hassio (Hesse, Alemania), el darmstadio (Darmstadt, Alemania) o el berkelio (Berkeley, EE UU). Tambi¨¦n existen elementos que aluden a accidentes geogr¨¢ficos, como uno que lleva el nombre de un r¨ªo (el renio, por el Rin) y otro en alusi¨®n a una isla (el cobre, por Chipre).
Solo un lugar de todo el orbe puede vanagloriarse de que no uno, sino cuatro elementos se llaman como ¨¦l. Lo m¨¢s divertido es que no estamos hablando de una gran metr¨®polis, sino de una modesta pedan¨ªa que ni siquiera tiene un ayuntamiento propio ni sale en las gu¨ªas tur¨ªsticas. Por Ytterby, un pueblo en la isla de Resar?, que pertenece al municipio de Vaxholm, en Suecia, toman su nomenclatura el itrio, el erbio, el terbio y el iterbio, debido a que todos ellos fueron descubiertos en una mina local. Como en un guion de cine, al final los m¨¢s peque?os alcanzan el triunfo. Tataouine, dando nombre a un planeta que est¨¢ en el imaginario de todos, e Ytterby, denominando a cuatro elementos qu¨ªmicos. Chupaos esa, Nueva York, Berl¨ªn y Londres.
La importancia de llamarse wolframio
Hay disciplinas, como la medicina, donde es muy frecuente que cualquier t¨¦cnica o patolog¨ªa honre a su descubridor. La costumbre de los qu¨ªmicos, en cambio, de utilizar referencias geogr¨¢ficas para nominar a los elementos deja en evidencia que Espa?a no es ninguna potencia en este campo. Solo un elemento qu¨ªmico, el wolframio, ha sido aislado por espa?oles. Fueron los hermanos Fausto y Juan Jos¨¦ Delhuyar, en 1783, y lo bautizaron as¨ª en referencia al mineral a partir del cual lo obtuvieron, la wolframita, y no por su pa¨ªs o su ciudad natal, Logro?o. Para colmo de males, la Uni¨®n Internacional de Qu¨ªmica le ha quitado la categor¨ªa de nombre oficial en beneficio de tungsteno, m¨¢s popular en otros idiomas. Invertir poco en ciencia sale caro. Se puede acabar perdiendo hasta el nombre
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