Contaminaci¨®n
La tecnol¨®gica es tanto o m¨¢s perniciosa que la atmosf¨¦rica
La estupidez, dec¨ªa Sartre, es fascinante. Y cu¨¢nta raz¨®n ten¨ªa. Basta entrar en Internet, navegar por las redes sociales o acceder a esos grupos de WhatsApp en los que la gente se cuenta en tiempo real la vacuidad de sus vidas y la estulticia de sus pensamientos para entender hasta qu¨¦ punto el autor de La n¨¢usea estaba en lo cierto al reclamar como fascinante la estupidez del g¨¦nero humano. Albert Einstein fue m¨¢s lejos al afirmar que esta y el universo eran infinitos y que de tener dudas sobre la infinitud de uno se decantaba por dudar de la del universo.
Desde que, gracias a las tecnolog¨ªas, cualquiera puede opinar sobre lo que sea, insultar al que opina diferente, hacer fotos y mandarlas al instante a todo el mundo, escribir compulsivamente sin tener nada que decir o copiar lo que otros han escrito antes que ellos, tenga o no tenga inter¨¦s, quien m¨¢s quien menos se considera con el derecho a la omnipresencia digital consiguiendo que la contaminaci¨®n tecnol¨®gica sea ya m¨¢s peligrosa, por cantidad y por calidad, que la del di¨®xido de nitr¨®geno. Si se dijeran en alto todas las palabras que se est¨¢n tecleando en el mundo en este momento el ruido ser¨ªa tan ensordecedor que el planeta posiblemente estallase como esos tel¨¦fonos m¨®viles que han retirado del mercado por ese motivo. Y digo yo: ?no estallar¨¢n por el excesivo uso m¨¢s que por un defecto de fabricaci¨®n?
Esta semana, el Ayuntamiento de Madrid estuvo plante¨¢ndose reducir el tr¨¢fico rodado en la ciudad urgido por la contaminaci¨®n, cuyos niveles rebasaron, al parecer, los l¨ªmites de peligrosidad para la salud de los madrile?os. La sequedad y falta de lluvias hizo que la capital de Espa?a fuera una aut¨¦ntica nube de NO2 en la que respirar se convirti¨® en un ejercicio de riesgo. As¨ª que el Ayuntamiento pens¨® en restringir por vez primera en su historia la circulaci¨®n de los coches a la mitad, como hacen ya en Londres y en otras ciudades, incluso en cerrar el centro de la ciudad a los veh¨ªculos de los no residentes. Lo que me sorprende es que nadie se plantee al mismo tiempo hacer lo mismo con la contaminaci¨®n tecnol¨®gica, tanto o m¨¢s perniciosa que la otra. Que la mitad de los ciudadanos no pudieran hacer uso de sus coches un d¨ªa de cada dos ser¨ªa bueno para la salud de todos, pero lo ser¨ªa a¨²n m¨¢s si adem¨¢s no pudieran mandar whatsapps ni mensajes de Twitter o de Facebook ni hablar sin interrupci¨®n por sus tel¨¦fonos m¨®viles en esos d¨ªas mientras viajan en los transportes p¨²blicos. A lo mejor alguno descubr¨ªa que el mundo real contin¨²a existiendo, que no ha desaparecido del todo.
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