Defectos de los espa?oles
El mes pasado me acusaron de ser demasiado bueno con los espa?oles. Era para que me adoptaran. Puro y simple peloteo que ha sido bien pagado: incluso he recibido un premio en la fiesta de ICON en Madrid. ?Misi¨®n cumplida! Pero este mes voy a desquitarme. Ha llegado la hora de que os diga vuestros defectos. Para empezar, habl¨¢is muy alto. Como los americanos. ?Qu¨¦ necesidad hay de gritar todo el rato? No os hace falta para llamar la atenci¨®n. Adem¨¢s, estoy harto de que me hablen siempre de la Movida. Ya basta: hace 30 a?os que todo el mundo nos repite esa palabra, ?pero hace tiempo que termin¨®! La movida espa?ola es como la Dolce Vita italiana, pero sustituyendo a los paparazzi por travestis. ?Y quer¨¦is que hablemos de vuestro gobierno, que no existe desde hace un a?o? ?Sois como los belgas, incapaces de elegir gobernantes competentes? Es absurdo, ya lo expliqu¨¦ el mes pasado. Despu¨¦s de Don Quijote, pas¨¢is de la realidad, as¨ª que tener o no un gobierno os da igual. ?Qu¨¦ m¨¢s?
Por cierto, odio la paella. Es una cosa asquerosa. Hab¨¦is conseguido inventar una mezcla peor que nuestra bullabesa marsellesa. ?Incomible! Deber¨ªa estar prohibida. ?Pero qui¨¦n tuvo la idea de poner pollo, mejillones con su concha y gambas sin pelar en un plato de arroz amarillo y pegajoso? En serio, se nota que es un plato imaginado por alguien que no sabe elegir un gobierno.
"Por cierto, odio la paella. Es una cosa asquerosa. Hab¨¦is conseguido inventar una mezcla peor que nuestra bullabesa marsellesa. ?Incomible! Deber¨ªa estar prohibida"
Pero lo peor es vuestro foll¨®n con la Guerra Civil. Esto es lo que m¨¢s me recuerda a mi pa¨ªs de amn¨¦sicos. A Espa?a, como a Francia, le cuesta mucho afrontar lo que pas¨® en la guerra. Mi abuelo me cont¨® a menudo que vio arder Ir¨²n desde la playa de Gu¨¦thary. Las llamas se ve¨ªan desde el otro lado de la frontera. Se contaban cosas horribles, como que unos republicanos hab¨ªan obligado a los monjes a tragarse sus crucifijos. Ten¨ªa siete a?os; me imaginaba a esos pobres monjes con una cruz atascada en la garganta, igual que un avestruz que se hubiera tragado un despertador. Vuestro silencio sobre esos horrores se parece al nuestro sobre la colaboraci¨®n con los alemanes. Siendo de derechas, mi abuelo nunca me habl¨® del campo de internamiento que ten¨ªamos al lado, en los Pirineos, donde centenares de miles de republicanos espa?oles pasaban hambre, hacinados y congelados en barracas de madera, en el barro, bajo la nieve. A veces sus hijos se peleaban por peladuras de patatas o por los huesos de un pollo arrojados a los perros. ?Y eran vigilados por polic¨ªas franceses! Es la verg¨¹enza de mi pa¨ªs. Hoy, esos espa?oles han sido sustituidos por sirios, iraqu¨ªes o libios que tambi¨¦n viven en campos de refugiados y huyen de la guerra. Nada ha cambiado. Desviamos la mirada. Francia es una mala ama de casa que acoge igual de mal. Si os pico, mis vecinos favoritos, ya lo hab¨¦is entendido: es porque me siento culpable. Nuestros dos pa¨ªses han perdido la memoria, como esas chicas guapas que se acuestan demasiado r¨¢pido con alguien y que, al d¨ªa siguiente, hacen como que no se acuerdan. Nos ha venido bien durante d¨¦cadas eso de olvidarlo todo. Los campos de concentraci¨®n franceses han tardado 70 a?os en convertirse en lugares que recuerdan a las v¨ªctimas. Deber¨ªais pensar m¨¢s como ese hombre, Miguel Caballero P¨¦rez, que remueve la tierra por los alrededores de Granada para encontrar el cuerpo de Garc¨ªa Lorca. Ha llegado el momento de recuperar la memoria.
De todos modos, me gustar¨ªa concluir con un toque optimista: una frase que acabo de leer en el nuevo libro de mi amigo americano Jay McInerney, reci¨¦n publicado en Estados Unidos. Se titula Bright, precious days. Volvemos a encontrarnos a Corine y Russell Calloway, los elegantes personajes de Brightness falls y The good life. A mitad de la novela, uno de sus amigos se plantea abandonar Am¨¦rica para instalarse en Francia y otro dice: ¡°No, no vayas a Francia, vete a Espa?a. Espa?a es la nueva Francia¡±. Personalmente me tomo esta frase como un cumplido. Espero que vosotros tambi¨¦n.
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