Telmo Rodr¨ªguez, el hombre que resucita vi?as
TELMO RODR?GUEZ no es un agricultor; tampoco es un en¨®logo, ni un artista, ni siquiera un hombre de negocios. Pero sin ser exactamente ninguna de esas cuatro cosas se ha convertido en dos d¨¦cadas en el personaje de referencia del vino espa?ol; en una figura clave en la reivindicaci¨®n de una herencia, un paisaje y una forma artesana de trabajar; un activo propagandista de la originalidad de nuestros vi?edos; un agitador frente al anquilosamiento de un sector controlado por las bodegas industriales que han apostado desde los a?os sesenta por la cantidad frente a la calidad; un activista contra las rancias reglas de los consejos reguladores. Y, sobre todo, un emprendedor que, en 1994, partiendo de cero, sin bodega, tierra, vi?as ni barricas, con un aval de su padre de 3.000 euros, inici¨® un proyecto personal que le ha llevado a tener tres bodegas sin arquitectura gal¨¢ctica pero con alma; 70 hect¨¢reas de cultivo, facturar cinco millones de euros y producir un mill¨®n de botellas al a?o, que en su mayor¨ªa exporta. Y, adem¨¢s, conseguir la m¨¢xima calificaci¨®n de su tinto Las Beatas (1.500 botellas que brotan en las 1,9 hect¨¢reas de un territorio ¨¢spero y olvidado) entre los grandes vinos de La Rioja por el gur¨² de la cr¨ªtica global, Robert Parker.
¡°No pretendo ser el n¨²mero uno ni vender m¨¢s caro que nadie, quiero hacer pa¨ªs, dejar algo a los que vienen detr¨¢s: orgullo por la tierra¡±.
Se venden a 150 euros. El premio a 15 a?os de trabajo, enterrando dinero, resucitando cepas, oteando el horizonte con la paciencia del viejo surfero que espera la ola. Esa es su naturaleza. ¡°Soy un hombre de vino y agua salada¡±, se define. ¡°Hacerlo bien vale la pena. Crear un buen vino te cuesta siete veces m¨¢s que hacer uno industrial, pero esa botella artesana se paga 20 veces m¨¢s cara en el mercado internacional. A los j¨®venes que empiezan les digo: ¡®Si tienes una finquita, si tu abuelo se dedicaba a esto, haz buen vino, como lo hac¨ªa ¨¦l, con amor, y vivir¨¢s bien¡±. En ese dictamen coincide Quim Vila, uno de los iconos del sector, que distribuye desde su colmado en Barcelona, fundado en 1932, un centenar de las bodegas m¨¢s excitantes: ¡°Hay un nicho alto de consumidores en todo el mundo que buscan vinos especiales, de uvas aut¨®ctonas y territorios fuera del mapa. Y lo pagan. Buscan lo que est¨¢ desapareciendo: lo natural, singular, diferente. Y en esa l¨ªnea, hay muchos viticultores j¨®venes trabajando en Canarias, Castilla, Catalu?a, Galicia o Baleares. En fincas incre¨ªbles, abandonadas, colgadas sobre el mar; en terrenos donde no se da otra cosa que vi?a porque ninguna otra cosa puede crecer. Y si colocas tu vino en ese mercado top, puedes ganar dinero. Telmo ha sido el catalizador de ese movimiento. De los pioneros en lanzarse en busca del arca perdida. En su proyecto no manda el marketing, sino la pasi¨®n. Y le ha salido bien¡±.
Los microdominios vit¨ªcolas de Telmo Rodr¨ªguez se extienden desde Ourense hasta Alicante y desde M¨¢laga hasta Burgos y desde ?vila hasta La Rioja. Y contin¨²a su camino. Viajando 300 d¨ªas al a?o. La mayor¨ªa en direcci¨®n a Asia. Para explicar su proyecto. Con una botella bajo el brazo. En catas en Hong Kong, Bangkok o Taipei, donde nadie ha o¨ªdo hablar de los vinos espa?oles. Y hay que ponerse sin humos a la cola de los franceses e italianos. Y vender con un mensaje de tradici¨®n y excelencia. ¡°No pretendo ser el n¨²mero uno o vender m¨¢s caro que nadie. Quiero hacer pa¨ªs. Dejar algo a los que vienen detr¨¢s: orgullo por lo propio, por nuestra tierra, que atesora el 60% de la biodiversidad de Europa, y donde se elabora vino desde los romanos. Espa?a se tiene que quitar de encima esa imagen de vino barato. Y la tiene porque aqu¨ª se ha despreciado la viticultura tradicional. Y a¨²n se sigue valorando m¨¢s producir 10.000 kilos por hect¨¢rea que la magia de alguien volcado en una vi?a. Y si te cargas lo manual, lo aut¨¦ntico, acabas con una forma de vida; con un tejido humano, paisaj¨ªstico y econ¨®mico que ya no vas a recuperar. Ese mundo sobrevivir¨¢ si se valora la artesan¨ªa y puedes vivir dignamente de la vi?a, como Emilio Rojo en Ribeiro, Abel Mendoza en La Rioja, Jorge Monz¨®n en la Ribera, Ricardo P¨¦rez y Ra¨²l P¨¦rez en El Bierzo, Rodrigo M¨¦ndez en R¨ªas Baixas o Daniel Jim¨¦nez-Landi en Gredos. Y los modernos productores del Rioja ¡®n¡¯ Roll¡±.
¡°Hay que limpiar el terreno, reconstruir muros, sanear la tierra, resucitar cepas. A lo mejor seis a?os despu¨¦s haces un primer vino¡±.
Cuando Telmo Rodr¨ªguez aterriza en uno de sus vi?edos, entra en trance. Se mueve inquieto y silencioso entre las polvorientas hileras de cepas semienterradas en el suelo, plantadas en vaso, como se hizo durante siglos, con la cabeza baja y las manos perdidas en los bolsillos de sus Dockers. Corretea entre sus piernas Spoon, su peque?a Jack Russell. Arranca hojas y racimos sin madurar; pica uvas al azar, las mordisquea y escupe un jugo rojizo. Mira al cielo, de un azul acero castellano. Hay en las cepas esqueletos de racimos. La vendimia es inminente, los p¨¢jaros han comenzado a devorar los granos de uva. ¡°Eso es que est¨¢n buenas¡±. Se mimetiza entre los retorcidos troncos de vid coronados de hojas verdes y rojas, y con unas ra¨ªces viejas y profundas que extraen a este terru?o todo su car¨¢cter.
Es un tipo breve de tama?o, s¨®lido de anatom¨ªa, con una mirada que escanea todo lo que ocurre en torno suyo y una frondosa cabellera que le resta a?os a sus 54. Un adicto al vino, pero tambi¨¦n a los libros, el dise?o, la arquitectura, Miquel Barcel¨®, los percebes y la buena conversaci¨®n. Su referente hist¨®rico es el Medoc Alav¨¦s, un intento a mediados del siglo XIX, capitaneado por un grupo de ilustrados y arist¨®cratas, de crear una alternativa de calidad vit¨ªcola e intelectual frente a Burdeos. No prosper¨®. Es su modelo. Uno de sus placeres es reunir en la vieja hacienda familiar de Remelluri artistas, pol¨ªticos, profesores, bodegueros y periodistas, y provocarlos. Y escuchar sus respuestas y propuestas. Nunca toma nota. Pero la toma.
Estamos en la soledad de la Pardilla, una peque?a finca en la Ribera del Duero. En ella conviven, como anta?o, cepas de distintas variedades que prestan una tonalidad multicolor a la vi?a; ha plantado en torno a ella olivos y almendros. Algo que hace en todas sus propiedades. El vi?edo ofrece la imagen de un jard¨ªn vivo y salvaje. Estos terrenos, abandonados durante d¨¦cadas, forman parte de su sue?o inmediato, crear en esta denominaci¨®n un gran vino con las uvas de cinco pagos en los que trabaja desde hace 20 a?os. Y cuyas uvas, su color, taninos, calidad, lleva analizando un par de d¨¦cadas. ¡°La piel de una uva es el ADN del territorio donde ha crecido¡±. Un vino que criar¨¢ en un viejo caser¨®n destartalado que acaba de adquirir en esa misma comarca, en Sotillo de la Ribera. Doble salto mortal sin red.
Un cap¨ªtulo m¨¢s en su biograf¨ªa. Su obsesi¨®n es conseguir una expresi¨®n l¨ªquida de cada tierra que cultiva, de su historia y sus gentes. Encerrar un paisaje en una botella. Cada uno de sus vi?edos, est¨¦ donde est¨¦, refleja, entre esquistos, cascajos, granitos o calizas, un territorio y una historia; un clima y una variedad de uva unida a ese suelo desde los romanos. Un paisaje que hay que mimar con la ecolog¨ªa como bandera. Y trabajar junto a los viejos agricultores de la zona, Pepe o Valent¨ªn, para que le transmitan sus secretos; para probar a su lado viejos vinos con 60 o 70 a?os al caer la tarde y comprender c¨®mo se hac¨ªan las cosas cuando no hab¨ªa tractores, y zamparse despu¨¦s un chorizo en una brasa de sarmientos.
¡°Nunca pens¨¦ dedicarme al vino. Para m¨ª fue primero un simple juego; m¨¢s tarde, una salida laboral, y, al final, una aut¨¦ntica pasi¨®n¡±.
Su proyecto nunca ha entendido de fronteras: se basa en la emoci¨®n. ¡°Cuando veo un vi?edo, si me hace vibrar, me f¨ªo. Llegas, ves que esa tierra huele de una forma especial, que tiene algo m¨¢gico, y te quedas. Tampoco vas a ciegas. Estudias, lees, preguntas a los ancianos del lugar d¨®nde se hac¨ªa gran vino antes de la guerra. Tiras del hilo. A continuaci¨®n, arriendas y, poco a poco, intentas comprar esas fincas ¨²nicas. Hay que limpiar el terreno, reconstruir muros, sanear la tierra, reinjertar y resucitar cepas. A lo mejor seis a?os despu¨¦s haces un primer vino. Y ves c¨®mo envejece. Si tienes prisa, est¨¢s perdido¡±.
Su recorrido no ha sido f¨¢cil. En las tres ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido tildado de ¡°tonto¡±, ¡°pijo¡±, ¡°bodeguero sin bodega¡±, ¡°en¨®logo volante¡±, ¡°enemigo de los consejos reguladores¡±, ¡°hiperactivo¡± y ¡°diletante¡±. Hasta alcanzar el ¨¦xito de la cr¨ªtica con Las Beatas, en La Rioja, y As Caborcas, en Ribeira Sacra, dos vinos ya de culto, en el sector se dec¨ªa en voz baja que su inquietud viajera le imped¨ªa alcanzar la excelencia con ninguno de sus proyectos, como hab¨ªan conseguido sus dos compa?eros de generaci¨®n m¨¢s aventajados, ?lvaro Palacios y Peter Sisseck (que revolucionaron el Priorato y la Ribera del Duero con L¡¯Ermita y Pingus). En realidad lo estaba haciendo, pero en silencio. Ahora toma aliento y dice que ha llegado el momento de la calma, consolidar los proyectos, denunciar lo que se hace mal y transmitir sus conocimientos a los j¨®venes a trav¨¦s de una red de viticultores que est¨¢ creando con Remelluri como eje. Esas ideas se plasmaron a comienzos de este a?o en el llamado Manifiesto Matador, en defensa del terroir espa?ol y en contra de la burocratizaci¨®n del vino. Y en los encuentros de Remelluri (el ¨²ltimo en mayo de este a?o), que reuni¨® a un centenar de productores y donde se critic¨® el sistema de calificaci¨®n de las denominaciones de origen (b¨¢sicamente La Rioja), que optan por la uniformidad mediocre, frente a los vinos de un municipio, paraje o finca concretos, como en Borgo?a o el avanzado Priorato. Su apuesta de futuro tiene tres patas: ¡°Buena viticultura, paisaje y artesan¨ªa¡±.
Telmo Rodr¨ªguez dice que nunca sinti¨® que el vino fuera su destino manifiesto, aunque su infancia transcurri¨® entre vi?as. ¡°Nunca lo vi como una obligaci¨®n; como yo tampoco hago con mis tres hijos. Fue una vocaci¨®n que sediment¨® con los a?os. Primero fue un juego; m¨¢s tarde, una salida laboral, y, al final, una pasi¨®n¡±.
A mediados de los sesenta, su padre, Jaime Rodr¨ªguez Sal¨ªs, un empresario de Ir¨²n, un ¡°bulldozer de los negocios¡±, tras hacer fortuna con el complejo del Golf de Fuenterrab¨ªa, adquiri¨® una gran propiedad de vi?edo cerca de Labastida, en La Rioja Alavesa, llamada Remelluri. Rodr¨ªguez Sal¨ªs, un hombre hecho a s¨ª mismo, que hoy cuenta 90 a?os, recuerda en sus memorias (El ni?o republicano de Beraun) c¨®mo su ¨¦xito le lleg¨® ¡°por haber nacido pobre¡±. No da muchas explicaciones de c¨®mo se decidi¨® a saltar de la construcci¨®n a las vi?as, ¡°quer¨ªa hacer algo que no tuviera nada que ver con la especulaci¨®n, y el vino de La Rioja era pura especulaci¨®n¡±. Remelluri era una de las fincas m¨¢s bellas y con m¨¢s historia de La Rioja. Con trazas del siglo X y la herencia de los jer¨®nimos en torno al monasterio de Tolo?o y a una rec¨®ndita ermita. Aqu¨ª hubo m¨¢s de 100 hect¨¢reas de vi?edo. Y mucha sabidur¨ªa mon¨¢stica. En los sesenta esa hacienda era una ruina. Cuando Rodr¨ªguez Sal¨ªs y su esposa, Amaya Hernandorena, llegaron a Labastida, en 1967, cargados de cr¨ªos, se propusieron devolver al lugar su esplendor. Se replant¨® m¨¢s de un centenar de hect¨¢reas de vi?edo y se recuper¨® la casa y la ermita. Y se construy¨® la bodega. En 1971 se comercializ¨® el primer Remelluri resucitado. En 10 a?os se convertir¨ªa en una referencia de modernidad dentro de una Rioja gobernada por qu¨ªmicos y gerentes; uno de los primeros vinos de pago espa?oles (es decir, de una sola finca, con sus caracter¨ªsticas geogr¨¢ficas, geol¨®gicas y humanas), junto a otro rioja m¨ªtico, el Contino. Rodr¨ªguez Sal¨ªs consigui¨® algo m¨¢s: que en torno a ese vi?edo surgiera una masa cr¨ªtica intelectual (en plena dictadura) a la que dar¨ªa vida el grupo Gaur de artistas vascos (en el que militaban Eduardo Chillida, Jorge Oteiza y N¨¦stor Basterretxea), el pintor Vicente Ameztoy (que realizar¨ªa durante siete a?os el conjunto pict¨®rico que decora la ermita) y numerosos escritores y arque¨®logos (la pasi¨®n de Rodr¨ªguez Sal¨ªs), adem¨¢s de albergar discretas reuniones de pol¨ªticos vascos en los peores ¡°a?os de plomo¡±.
¡°En Francia, en el R¨®dano, aprend¨ª que lo importante era la tierra, no la bodega. No quer¨ªa ver bodegas ni barricas, quer¨ªa ver vi?edos¡±.
A comienzos de los ochenta, el joven Telmo no sab¨ªa qu¨¦ hacer con su vida. Era un tipo solitario que miraba lejos y ve¨ªa en la frontera del Bidasoa, en Ir¨²n, su ciudad natal, una oportunidad. En torno a esa l¨ªnea divisoria hizo sus primeros negocios trapicheando con foam (espuma) para construir tablas de surf. Se matricul¨® en Biolog¨ªa en Bilbao sin convicci¨®n y, a mediados de los ochenta, en Enolog¨ªa en Burdeos. A partir de ah¨ª, ese mundo comenzar¨ªa a engancharle. Una adicci¨®n que se confirmar¨ªa con su inmersi¨®n en el terreno como en¨®logo novato en grandes pagos de Burdeos y, sobre todo, del R¨®dano. ¡°No quer¨ªa ver bodegas; quer¨ªa ver vi?edos. Lo logr¨¦ en el R¨®dano. Encontr¨¦ autenticidad. Lo bueno hab¨ªa estado abandonado y en lugares inaccesibles, y la imagen de esa regi¨®n hab¨ªa sido siempre de vino barato. Y con una viticultura heroica hab¨ªan cambiado el chip y estaban haciendo algunos de los vinos m¨¢s excitantes del planeta. Aprend¨ª que lo importante era la tierra, no la bodega¡±.
Desde finales de los setenta, el universo global del vino estaba viviendo su toma de la Bastilla. En EE UU, los mediocres caldos de California se estaban convirtiendo en car¨ªsimos vinos de culto del Valle de Napa; en Italia, algunos sofisticados marqueses hab¨ªan dado un golpe de mano a las viejas denominaciones de origen con sus exclusivos supertoscanos, y en Francia, los vinos de garaje de Saint-?milion desafiaban en precio a los aristocr¨¢ticos premier cru de Burdeos.
En Espa?a tambi¨¦n comenzaban a pasar cosas. El aletargado gran vino del poder, el Vega Sicilia, hab¨ªa sido adquirido por la familia ?lvarez en 1982, que lo relanzar¨ªa al estrellato. A mediados de esa d¨¦cada, Alejandro Fern¨¢ndez reinventaba la Ribera del Duero con su Pesquera; y a finales de los ochenta, ?lvaro Palacios y Ren¨¦ Barbier (junto a un pu?ado de hippies) pon¨ªan en el mapa al Priorato cobr¨¢ndolo 10 veces m¨¢s caro que un rioja. En mitad de esa revoluci¨®n, Telmo Rodr¨ªguez regres¨® de Francia a la bodega familiar de Remelluri. La abandonar¨ªa a mediados de los noventa, al no poder concluir su proyecto de llevar al m¨¢ximo de calidad a la marca por divergencias familiares. (Tomar¨ªa las riendas una d¨¦cada m¨¢s tarde y hoy produce la mitad de botellas). No ten¨ªa un duro. En marzo de 1994 creaba la Compa?¨ªa de Vinos y comenzaba su vagabundear en busca de territorios singulares para extraer de ellos un vino inimitable. Y cobrarlo caro. Y con la idea tambi¨¦n de crear una segunda categor¨ªa digna y m¨¢s barata que proporcionara m¨²sculo financiero a la gravosa locura de resucitar vi?edos. Su objetivo eran vi?edos perdidos, en zonas vitivin¨ªcolas olvidadas y en los que aplicar elaboraciones que hab¨ªan ca¨ªdo en desuso por la guerra, el hambre, el ¨¦xodo rural y la industrializaci¨®n. ¡°Para m¨ª, el futuro es el pasado¡±.
No afrontaba esa aventura en solitario. Estaba a su lado Pablo Eguzkiza, su compa?ero de la Escuela de Enolog¨ªa de Burdeos, un ingeniero navarro de 53 a?os, serio, ¨¢cido, y maestro de artes marciales, rodado en el m¨ªtico Petrus bordel¨¦s y el Dominus californiano, que en 1994 orientaba su futuro hacia los vi?edos de Australia, pero cay¨® seducido por el proyecto de Rodr¨ªguez. Ser¨ªan socios. Cada uno cumplir¨ªa su papel. Telmo podr¨ªa recorrer Asia o Am¨¦rica durante semanas vendiendo sus sue?os y sus botellas porque Pablo iba a permanecer a pie de vi?a. ¡°Pablo ha aportado prudencia. Yo estoy m¨¢s loco. Y ¨¦l es m¨¢s en¨®logo. Pero todo lo decidimos a medias. Si ¨¦l no est¨¢ conforme, no se hace¡±. Cuando se charla con Eguzkiza sobre las ocurrencias de Rodr¨ªguez, pone cara de resignaci¨®n y concluye, ¡°ya ves en los l¨ªos en que me mete. Parece que tiene 20 a?os. No puedo con ¨¦l¡±. Y rompe a re¨ªr.
Esta historia podr¨ªa concluir en un vi?edo de Ourense colgado sobre el r¨ªo Bibey o en la comarca malague?a de la Axarqu¨ªa donde se prensan las uvas como en tiempo de los romanos; entre viejas garnachas de Cebreros, o en m¨ªnimos pagos de Toro, Rueda o Ribera del Duero. Son parte del sue?o de Telmo Rodr¨ªguez. Pero termina en Las Beatas, dos hect¨¢reas de vi?a a 600 metros de altura a la sombra de la sierra de Cantabria. Una pendiente remota donde crecen cepas centenarias, musculosas, nudosas de las que surgen 1.500 botellas que se beben en Tokio y Nueva York. No hay nada igual en el mundo. Eso pensaron Telmo y Pablo cuando pisaron por primera vez este pago hace dos d¨¦cadas. Todo estaba por hacer. Chocaron sus manos y orinaron sobre la tierra, como dos canes marcando su territorio. Sab¨ªan que val¨ªa la pena.
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