Nosotras mismas
No bajemos la guardia. No le pasemos a uno ni una. Ni el amor de tu vida ni el padre de tus hijos ni el marido perfecto de puertas afuera: ninguno merece la pena
Lo voy a decir todo seguido porque as¨ª es como sucede y quien ha pasado por ello lo sabe. La primera vez que te grita pat¨¦tica o in¨²til o de d¨®nde co?o vienes y luego te llora y te suplica y te viene con que te quiere y te adora y eres la mujer de su vida y vas t¨² y te ablandas y le perdonas porque ¨¦l tiene ese pronto terrible pero luego no es nadie y todo va a cambiar y esta va a ser la ¨²ltima, est¨¢s perdida. O puedes llegar a estarlo. Es as¨ª de claro. As¨ª de triste. As¨ª de crudo. M¨¦tetelo en la cabeza. ?l no va a cambiar. Si pasas una, puedes llegar a pasar todas. Piensa en ti, piensa en todas. No tienes la vacuna ni el ant¨ªdoto ni el tratamiento. No eres tan distinta de tantas. No eres t¨², es ¨¦l. No eres la primera ni la ¨²ltima pero puedes ser la siguiente de la lista. Van 40 asesinadas este a?o. Y todas empezaron pasando la primera.
Seamos realistas. Llevamos lustros sabiendo de lo que hablamos cuando hablamos de violencia machista. Desde que Ana Mar¨ªa Orantes pusiera, primero con su desgarrador testimonio televisivo y despu¨¦s con su cuerpo abrasado por el asesino, el elefante encima de las mesas y de las agendas informativas, hay que estar ciega para no ver que todas podemos ser v¨ªctimas. Ninguna estamos libres. Han ca¨ªdo y caen ancianas y adolescentes, doctoras y analfabetas, ricas y pobres, espa?olas y extranjeras. Da lo mismo. El ¨²nico perfil universal es el del verdugo. Un tipo seductor que primero te enamora y se te hace imprescindible y despu¨¦s te esclaviza, te roba la autoestima, te anula y te aniquila.
Cierto es que son milenios de desigualdad, de machismo estructural, de heteropatriarcado ¡ªpor usar la palabra de moda¡ª ah¨ª fuera. Cierto que a demasiadas nos ponen los malotes. Que nos han inculcado que el amor duele, que cuesta, que quien bien te quiere te har¨¢ llorar, que los celos son prueba de amor, que hay que luchar por las relaciones, que la pareja est¨¢ hecha de renuncias y sacrificios. Cierto es que nosotras somos las v¨ªctimas y no los verdugos. Convengamos, no obstante, en que tenemos cierto margen de maniobra. Que podemos rebelarnos. Decirles que no. Darles puerta. Nunca es pronto. Ni tarde. La culpa no es nuestra, sino suya, vale. Pero demasiadas han dejado la vida. Demasiadas han confirmado la regla. Hagamos pues nuestra parte. No bajemos la guardia. No le pasemos a uno ni una. Ni el amor de tu vida ni el padre de tus hijos ni el marido perfecto de puertas afuera: ninguno merece la pena.
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