Jardines de Normand¨ªa
Esta regi¨®n de Francia, que evoca la II Guerra Mundial y el desembarco aliado, se encuentra moteada de islas verdes y floridas. Aqu¨ª plant¨® Monet la que cre¨ªa su ¡°obra de arte m¨¢s hermosa¡±, el cuadro vivo que inspir¨® sus ¡®Nen¨²fares¡¯.
ES CASI IMPOSIBLE o¨ªr Normand¨ªa sin que, de inmediato, acudan a tu mente palabras como ¡°desembarco¡±, ¡°aliados¡±, ¡°Segunda Guerra Mundial¡±, o tambi¨¦n estampas sublimes como las del batir de las olas contra los rompientes de la costa atl¨¢ntica, de la silueta del Mont-Saint-Michel desvaneci¨¦ndose en medio de la bruma, de una pradera sembrada de cruces blancas que se pierden en el horizonte o del t¨²nel submarino, casi de f¨¢bula de Julio Verne, que atraviesa el canal de La Mancha. M¨¢s all¨¢ de la ¨¦pica b¨¦lica y de la l¨ªrica rom¨¢ntica, esta regi¨®n del noroeste franc¨¦s es por naturaleza y vocaci¨®n una tierra de jardines. Los hay de todos los estilos y tama?os.
Abundan los ¡®ch?teaux¡¯, peque?os versalles en la campi?a.
Unos est¨¢n construidos con majestuosas perspectivas y rigor cartesiano, siguiendo la gram¨¢tica visual del jard¨ªn formal (alfombras de c¨¦sped o tapis vert, parterres regulares meticulosamente podados, avenidas rectil¨ªneas, estatuas, juegos de agua¡), como los ch?teaux de Champ-de-Bataille, Galleville, Beaumesnil o Br¨¦cy, a los que se suelen referir las gu¨ªas locales como ¡°un peque?o Versalles en medio de la campi?a¡±. Otros, por el contrario, imitan a la pintura e intentan reproducir una versi¨®n idealizada de la naturaleza, como los parques paisajistas, llenos de misterio y evocaciones de tiempos mejores, de Nacqueville, Saint-Just y Argences. La misma elaborada espontaneidad se aprecia en los jardines ingleses d¡¯Ang¨¦lique, M¨¦zidon-Canon y Le Champ-de-la-Pierre.
pulsa en la fotoUn campo florido, con Mont-Saint-Michel de fondo.Carma Casul¨¢
No faltan tampoco jardines de autor, resultado de las intervenciones de reputados paisajistas contempor¨¢neos como Pascal Cribier, quien dise?¨® La Coquetterie (1982) como una moderna granja ornamental; Sylvie y Patrick Quibel, art¨ªfices del rom¨¢ntico de formas pero cl¨¢sico de esp¨ªritu Jardin Plume (1998), o Chantal Lejard-Gasson, que concibi¨® el Jardin du Pays d¡¯Auge (1994) como un circuito mental y sensorial a trav¨¦s de diferentes escenas tem¨¢ticas. Tampoco quedar¨¢ defraudado quien visite los jardines bot¨¢nicos de las ciudades de Rouen, Bayeux, Caen, Avranches o el conocido como de la Petite Rochelle, un antiguo huerto campesino en la localidad de R¨¦malard convertido en un jardin des plantes. Los amantes de las rosas no deber¨ªan perderse el Jard¨ªn de Rosas Olvidadas de la villa de Balleroy, un aut¨¦ntico regalo para la vista y el olfato. Fue creado en 1987 por el profesor de horticultura Eric Lenoir con la voluntad de preservar el legado de los floricultores normandos, que conocieron sus d¨ªas de gloria all¨¢ por el siglo XIX. Y aquellos que se sienten atra¨ªdos por la sabidur¨ªa enigm¨¢tica de los ¨¢rboles, que, como escribe Paul Val¨¦ry, ¡°exponen en el espacio un misterio del tiempo¡±, disfrutar¨¢n paseando por el arboretum de Boiscorde y el d¡¯Harcourt. Otros lugares para percibir la fragancia de las flores del Ed¨¦n perdido y gozar del fest¨ªn de lo ef¨ªmero, en palabras de Michel Baridon, son el huerto mon¨¢stico de la abad¨ªa benedictina de Saint-Georges; el jard¨ªn en movimiento del dominio de Vauville, que re¨²ne m¨¢s de 900 especies de plantas de todos los confines del mundo creciendo libremente, y el parque de Bois des Moutiers, acondicionado en su d¨ªa por Edwin L. Lutyens y Gertrude Jekyll, destacados representantes del movimiento Arts and Crafts, que armoniza con refinada maestr¨ªa arquitectura, paisaje y jardines.
Los amantes de las rosas no deben perderse el jard¨ªn de la villa de balleroy.
Nos ayuda a hacernos una idea del desarrollo que ha alcanzado la cultura del jard¨ªn en Normand¨ªa el hecho de que existan no menos de 100 que embelesar¨¢n al visitante con sus encantos y esponjar¨¢n su ¨¢nimo. Est¨¢ claro que el genio del lugar invita a embellecer la naturaleza para disfrute humano, tal vez porque el f¨¦rtil suelo y las lluvias frecuentes facilitan la tarea al jardinero. Podr¨ªas recorrer los cinco departamentos que componen la regi¨®n (Seine-Maritime, Eure, Calvados, La Mancha y Orne) saliendo de un oasis de verdor y entrando en otro sin tener seguramente la sensaci¨®n de monoton¨ªa o repetici¨®n. En alg¨²n momento de la traves¨ªa por ese rosario de islas en tierra firme que son los jardines, acabar¨¢s recalando en la peque?a aldea de Giverny, a orillas del Epte, donde el pintor Claude Monet construy¨® su para¨ªso terrestre. Este es, sin duda, el m¨¢s famoso jard¨ªn de una tierra ya famosa por sus jardines.
Hab¨ªa cumplido 43 a?os cuando este ¡°parisiense de Par¨ªs¡±, como se presenta en su autobiograf¨ªa, se retira al campo junto a su compa?era sentimental, Alice Hosched¨¦, y los hijos de la pareja. Siguiendo los consejos de su compa?ero de fatigas art¨ªsticas Gustave Caillebotte y los viveristas Georges Truffaut y los Vilmorin, comienza a sembrar asters, gladiolos, margaritas, rosas trepadoras y otras flores de vistosos colores en platabandas de formas rectangulares delante de la residencia familiar. A medida que su v¨ªnculo emocional con ese trozo de tierra convertido ya en su arcadia privada se va consolidando, tambi¨¦n va ciment¨¢ndose su fama como pintor. La cotizaci¨®n al alza de sus lienzos le permitir¨¢, pasados los a?os, adquirir un terreno de 8.000 metros cuadrados, donde continuar¨¢ pintando mientras planta, hasta convertirlo en un aut¨¦ntico vergel acu¨¢tico que acabar¨¢ imprimiendo un nuevo rumbo a su pintura y sirvi¨¦ndole de cauce para expresar su concepci¨®n de la luz y el color.
Ese cuadro vivo se convertir¨¢, a decir del maestro impresionista, en su ¡°obra de arte m¨¢s hermosa¡±, adem¨¢s de su estudio al aire libre y una fuente inagotable de inspiraci¨®n. El puente japon¨¦s que une las orillas del riachuelo embalsado, la frondosa vegetaci¨®n de las riberas del estanque, los reflejos cambiantes de la luz y las nubes sobre el manto de agua donde flotan las flores de loto ser¨¢n el motivo de m¨¢s de 250 lienzos que saldr¨¢n de sus pinceles durante los ¨²ltimos 30 a?os de su vida. En ning¨²n otro lugar en el mundo es m¨¢s cierta la afirmaci¨®n del poeta del Siglo de Oro espa?ol Francisco de Trillo y Figueroa: ¡°En un jard¨ªn cabe la inmensidad del mundo¡±.
El ¡®oasis¡¯ de monet inspir¨® 250 lienzos en sus ¨²ltimos 30 a?os de vida.
Su idilio con Giverny culminar¨¢ en el monumental conjunto de ocho paneles decorativos de los Nen¨²fares, que don¨® al Estado para conmemorar la victoria de Francia en la Primera Guerra Mundial y que actualmente se exhiben en dos salas el¨ªpticas de la Orangerie del jard¨ªn de las Tuller¨ªas de Par¨ªs. Ese conjunto mural resume por s¨ª solo, si esto fuera posible, el placer sensual e intelectual de los jardines de Normand¨ªa. En ning¨²n otro lugar en la Tierra se est¨¢ m¨¢s cerca del cielo. Tal vez porque, pese a su materia ef¨ªmera, son uno de los s¨ªmbolos m¨¢s representativos de la eternidad. En ellos se respira tanto la nostalgia del para¨ªso como la utop¨ªa de un mundo mejor. Hoy como anta?o, los seres humanos ajardinan sus sue?os, engalanan con flores y ¨¢rboles sus ideas de una buena vida, como si no pudieran vislumbrar la esquiva felicidad sin el verdor de las plantas. Para decirlo con una expresi¨®n francesa, son bons ¨¤ vivre, buenos para vivir.
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