Un ser puro
Adondequiera que vayas habr¨¢ un inquisidor que podr¨¢ acusarte contra toda justicia
La mujer ad¨²ltera permanec¨ªa arrodillada en medio de un c¨ªrculo de fariseos airados y cada uno de ellos ten¨ªa una piedra en la mano. Seg¨²n la Ley de Mois¨¦s esa mujer deb¨ªa ser lapidada como castigo a su pecado y as¨ª estaban dispuestos a hacerlo aquellos fariseos cuando en ese momento vieron que se acercaba un joven profeta al que tentaron con estas palabras: ¡°Dinos, maestro, si debemos ejecutarla, como manda la Ley de Mois¨¦s, o perdonarla¡±. Por toda respuesta el joven profeta en silencio se puso a escribir en tierra con el dedo unos signos misteriosos y sin volver el rostro dijo: ¡°Quien est¨¦ libre de pecado que tire la primera piedra¡±. Y luego sigui¨® escribiendo en el polvo hasta completar su sentencia. Los fariseos comenzaron a hurgar en su conciencia y todos excepto uno encontraron en ella alg¨²n motivo para sentirse culpables de pecados cometidos en el pasado, as¨ª que dejaron la piedra de lado y se fueron alejando. Pero hubo uno que permaneci¨® frente a la ad¨²ltera humillada porque se sent¨ªa puro, libre de culpa, propietario de la verdad absoluta y con autoridad suficiente para ejecutar el castigo. Lleno de ira levant¨® el brazo y descarg¨® la piedra sobre la mujer ad¨²ltera. Los ex¨¦getas han discutido hasta la neurosis qu¨¦ clase de ense?anza pudo haber escrito el joven profeta sobre el polvo, que fue de inmediato disuelto por el viento. Pudo, tal vez, haber escrito este duro pron¨®stico: a lo largo de la historia la figura de ese fariseo falto de piedad adoptar¨¢ diversas formas teol¨®gicas, morales y pol¨ªticas, de modo que adondequiera que vayas habr¨¢ un inquisidor que podr¨¢ acusarte contra toda justicia, un juez de la horca decidido a condenarte sin pruebas, un fan¨¢tico dispuesto a degollarte. En cualquier caso siempre ser¨¢ el mismo personaje: alguien que se cree puro, exento de culpa y por eso mismo incapaz de perdonarte.
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