Los pedales que empujan a Diane
Una bicicleta para recargar l¨¢mparas es solo un ejemplo de c¨®mo la tecnolog¨ªa m¨¢s o menos compleja puede marcar la diferencia en pa¨ªses pobres y olvidados como Burundi
Cuando Diane Kanyamuneza perdi¨® a su padre ten¨ªa 13 a?os. ?l muri¨® enfermo. Su mujer, la madre de Diane, se fue de casa y nunca m¨¢s se supo de ella. Aquello ocurri¨® en 2011. Hoy, Diane, de 18 a?os, cuida de sus tres hermanos peque?os. Hasta hace muy poco su vida pasaba por levantarse de madrugada para hacerles la comida, dejarla hecha y tirar para el colegio. Llegaba de la escuela y trabajaba en la peque?a huerta hasta las siete de la tarde. Hora de estudiar. Pero para entonces la noche ha ca¨ªdo en Ruvumvu, una de tantas localidades de Burundi alejadas del apretado entramado el¨¦ctrico del pa¨ªs ¨Csolo alcanza al 3% de la poblaci¨®n-. Soluci¨®n: encender una botella de petr¨®leo e iluminar la casa. ¡°Ten¨ªa dolores de cabeza por el humo y dificultades para estudiar¡±, dice Diane, de pie y en formaci¨®n junto a sus tres hermanos. Otra soluci¨®n, esta llegada de grupos de la comunidad en colaboraci¨®n con ONG locales y apoyados por Unicef. Es el Proyecto Lumiere: darle una l¨¢mpara a Diane, un frontal de luz que la joven burundesa obtuvo hace cuatro meses. Cambi¨® su vida. Una bicicleta de madera r¨²stica con una bater¨ªa en el lugar de la rueda permite recargar a pedales el peque?o foco, que ya utilizan m¨¢s de 250 familias de la regi¨®n.
Proyecto Lumiere (luz, en franc¨¦s, lengua oficial junto al kirundi) funciona del siguiente modo: Unicef identifica un ¨¢rea esencialmente desfavorecida -una tarea ardua, la de seleccionar, a tenor de que 8 de cada 10 burundeses viven con menos de 1,25 d¨®lares al d¨ªa (1,16 euros). Contacta con comit¨¦s solidarios de la zona, que ser¨¢n los que gestionen la iniciativa, esto es, la bicicleta. Con ayuda de organizaciones como CPES (Centro de Promoci¨®n el Empresariado Solidario) y el dinero del proyecto, estos grupos locales compran material escolar, provisiones m¨¦dicas para h¨²erfanos... Pero sobre todo ponen en marcha una suerte de sistema de microcr¨¦ditos para iniciativas de los vecinos. Dos p¨¢jaros de un tiro: primero, llevar a la zona ciega del pa¨ªs un destello de luz y, segundo, tejer una trama solidaria en la comunidad.
Y solidaridad no es un concepto balad¨ª. Volvemos a Diane Kanyamuneza. "Ahora tengo muy buenas notas", dice la joven de Ruvumvu, "y me gustar¨ªa ser profesora". ?De qu¨¦? Solo de pensar en semejante futuro le da la risa. Cada semana, aproximadamente, tiene que llevar su lamparita a recargar. Y eso cuesta unos 300 francos burunduses (0,16 c¨¦ntimos de euro). ?C¨®mo podr¨ªa pagarlo? No lo hace. Dada su situaci¨®n, los vecinos han convenido que para ella sea gratis. Muchos de esos vecinos husmean alrededor de la casa de Diane, entre ellos, algunos de sus t¨ªos, los mismos, seg¨²n relatan trabajadores de CPES, que trataron de quitarle la casa cuando qued¨® hu¨¦rfana. Se resisti¨® y con asesor¨ªa jur¨ªdica de ONG locales aguant¨® la embestida. Es pura fuerza.
Proyecto Lumiere ya es algo en Burundi, una tierra pobre y olvidada. El pa¨ªs ocupa el puesto 184 de 188 en el ?ndice de Desarrollo Humano. Es adem¨¢s muy joven: la mitad de los 10,5 millones de habitantes es menor de 18 a?os. Y siguen creciendo. Seg¨²n datos de la ONU, la poblaci¨®n avanza a un ritmo del 3,3%. As¨ª que la tecnolog¨ªa, aunque sea tan sencilla como la de una bicicleta que recarga a pedales, es un activo. Pero Proyecto Lumiere es una gota en un oc¨¦ano. Llega a 9.000 personas en cinco provincias del pa¨ªs y, como admiten algunos de sus beneficiarios, no es suficiente. Necesitan m¨¢s. Para los ni?os, para que estudien; para las familias, para mantener sus hogares; para las mujeres, para salir de noche a la calle. No es suficiente, pero es una tecnolog¨ªa barata que posibilita algo inalcanzable para el 97% de los burundeses.
Ladrillos par la educaci¨®n
Otra gota en el oc¨¦ano miserable de la infancia en Burundi es la escuela piloto de Busebwa (11 clases para 520 ni?os), un proyecto gestionado por Unicef y bendecido incluso por el pol¨¦mico presidente Pierre Nkurunziza -su tercer mandato ha estado precedido de una ola de protestas y represi¨®n que ha situado el pa¨ªs al borde del abismo-. De nuevo, como en Ruvumvu, tecnolog¨ªa m¨¢s o menos compleja al servicio del desarrollo y la educaci¨®n. Por fuera de la escuela, a trav¨¦s de una construcci¨®n a base de ladrillos de f¨¢cil composici¨®n (dos tipos de tierra y cemento) y colocaci¨®n (se autobloquean sin necesidad de conglomerado adhesivo). Esto es, barato, fresco y r¨¢pido de hacer.
Por dentro, la estrella son los 21 ordenadores. Para la t¨ªmida Nadine Nishimure, de 15 a?os, es la primera vez que ve estos aparatos. "Tengo cuatro hermanos", dice Nadine, apoyada sobre una columna, "y tambi¨¦n quieren venir porque saben que hay ordenadores". No hay sitio para todos, aunque en algunas clases sobran pupitres. Esa es la idea: espacio para los alumnos, para que respiren, para que se concentren; entorno fresco, que aguante las altas temperaturas, que no asfixie a los menores; material suficiente, inform¨¢tico y no inform¨¢tico, y sue?os, muchos sue?os con el futuro. "Quiero ser m¨¦dico", apunta Nadine, "y as¨ª poder curar a mis padres y mis amigos".
Algunos de esos amigos, tambi¨¦n sus hermanos, estudian -si se puede llamar as¨ª- a cinco minutos en veh¨ªculo del colegio piloto. Es la escuela fundamental de Busebwa, una hilera de casetas de ladrillo convencional derruido. Son 1.283 alumnos, m¨¢s de 70 por clase. Es el contexto en el que naci¨® la idea del centro piloto de Unicef -solo un 62% de los ni?os completa la educaci¨®n primaria-. "Los ni?os son pobres y no comen", relata Jean Claude Nduwayo, de 38 a?os, director y hombre para todo, "vienen de muy lejos y as¨ª es dif¨ªcil seguir las clases". No es un consuelo, pero la apertura del colegio piloto hizo que al menos un pu?ado de chavales de las escuela fundamental se trasladaran? all¨ª -la condici¨®n era que aprobaran un 50% de las asignaturas bajo examen-.?
Regresamos al centro piloto. Samuel Bukuru, de 18 a?os, cursa el ¨²ltimo grado. Parece que se ha aprendido la lecci¨®n. Camisa blanca impoluta y pantalones gris oscuro. Debido a la guerra civil que estall¨® en el pa¨ªs a principio de los noventa, vivi¨® como refugiado en Tanzania durante 11 a?os. De all¨ª regres¨® en 2009 sin hablar kirundi. Otro obst¨¢culo. Pas¨® por la escuela fundamental y de ah¨ª salt¨® recientemente al colegio piloto. En un franc¨¦s trastabillado se explica: "Aqu¨ª la educaci¨®n es de calidad, hay ordenadores, libros y podemos compartirlos". A Samuel le gustan las matem¨¢ticas y quiere ser doctor. Y de los buenos. Quiere ser alguien, como lo quiere Nadine, como tambi¨¦n lo quiso Diane.
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