Articular el cambio
El reto de los partidos socialistas es seguir construyendo un proyecto pol¨ªtico de transformaciones profundas, aunque ahora debe realizarse en sociedades mucho m¨¢s fragmentadas
Si queremos comprender por qu¨¦ existen diferentes modelos de sociedad, debemos atender a las coaliciones sociales que se formaron cuando se establecieron las democracias. En los pa¨ªses n¨®rdicos, los trabajadores y las clases medias caminaron de la mano tanto en el partido socialdem¨®crata como en los Gobiernos. Esto propici¨® unos modelos de bienestar muy generosos e inclusivos. En el otro extremo, en muchas de las sociedades anglosajonas, las clases medias optaron por su propio camino, dejando a los trabajadores solos y bajo el paraguas de Estados del bienestar muy reducidos. Con el paso de las d¨¦cadas, ecologistas, feministas y otros grupos sociales emergieron y se sumaron a estas coaliciones, generando cambios en los partidos y en nuestros modelos de bienestar.
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Si la Gran Recesi¨®n que comienza en 2008 ha derivado tambi¨¦n en una crisis pol¨ªtica de grandes dimensiones, es porque todas estas coaliciones sociales se han resquebrajado por tres razones. En primer lugar, los trabajadores, las clases medias o los ecologistas han comenzado a desconfiar de los partidos tradicionales. La ausencia de mecanismos compensatorios en el proceso de globalizaci¨®n y el progreso tecnol¨®gico han generado una enorme incertidumbre en muchos de estos grupos sociales, y no encuentran las respuestas a sus inseguridades en las formaciones pol¨ªticas que han gestionado el siglo XX y el comienzo del XXI.
En segundo lugar, la crisis social ha generado nuevas brechas. Es cierto que algunas de ellas ya estaban latentes, aunque no ten¨ªan la relevancia que tienen en estos momentos. As¨ª, nos encontramos con los perdedores de la globalizaci¨®n, el aumento de la preocupaci¨®n por la inmigraci¨®n, una visi¨®n mucho m¨¢s cr¨ªtica de Europa o una profunda brecha generacional. Estas fracturas han fragmentado a los grupos sociales tradicionales, generando nuevas demandas, algunas de ellas contradictorias entre s¨ª.
En tercer lugar, como resultado de los dos puntos anteriores, en cada elecci¨®n se viene produciendo una paradoja que afecta especialmente a los progresistas: cuanto mayores son las ambiciones transformadoras, m¨¢s amplias tienen que ser las coaliciones y son muy numerosos los actores con los que hay que acordar. Por ello, si algunos grupos sociales deciden vetar a los otros, la sociedad entra en un estado de inmovilismo.
Todos estos cambios son aplicables a Espa?a, pero tambi¨¦n a un PSOE transitando por un momento muy cr¨ªtico. As¨ª, la gran amenaza para el Partido Socialista no es un sorpasso, sino que se contin¨²e desarticulando el espacio pol¨ªtico de centroizquierda porque no es capaz de dar respuesta ni a su electorado tradicional (trabajadores y clases medias), ni a los nuevos sectores hu¨¦rfanos de representaci¨®n.
El debate entre el PSOE y el PSC ser¨¢ interpretado en clave del encaje de Catalu?a en Espa?a
Es cierto que este escenario no es nuevo. Desde hace un par de a?os ven¨ªamos observando con preocupaci¨®n que la situaci¨®n del PSOE era grave. No obstante, ahora ha llegado a su l¨ªmite. Como han puesto de manifiesto todas las elecciones celebradas en el ¨²ltimo a?o y medio, el Partido Socialista tiene dos competidores serios en sus flancos: uno con vocaci¨®n de vertebrar el statu quo y otro liderando la ruptura. Son dos espacios pol¨ªticos donde la socialdemocracia no se siente representada. Desde los a?os 30, los partidos socialistas en Europa siempre han significado reforma. As¨ª, el reto es seguir articulando un proyecto pol¨ªtico de transformaciones profundas, aunque ahora debe realizarse en una sociedad mucho m¨¢s fragmentada.
A toda esta compleja situaci¨®n se a?ade otra cuesti¨®n, que hace m¨¢s dif¨ªcil para la socialdemocracia espa?ola articular una coalici¨®n de cambio pol¨ªtico: el conflicto territorial. Si el PSOE sigue aspirando a estructurar una mayor¨ªa progresista, su relaci¨®n con el PSC pone a prueba su capacidad para construir una coalici¨®n ganadora.
Lo primero que debemos advertir es que el debate que se produzca entre el PSOE y el PSC va a ser interpretado en clave de resoluci¨®n del encaje de Catalu?a dentro Espa?a. Por ello es tan importante rehacer la convivencia. De no lograrse, se enviar¨ªa un mensaje terrible en beneficio de los independentistas. Adem¨¢s, profundizar en esta divisi¨®n supondr¨ªa crear dos formaciones menos capaces de reflejar y canalizar la diversidad, tanto de Espa?a como de Catalu?a.
El conflicto territorial pone a prueba nuestra capacidad de construir una coalici¨®n social
La decisi¨®n sobre esta relaci¨®n, siempre clave, no se deber¨ªa tomar bas¨¢ndose en unos acontecimientos transitorios, sino fruto de una lectura m¨¢s de fondo. No toca confundir lo coyuntural con lo estructural. Es dif¨ªcil imaginar un nuevo encaje territorial que no se base en una cultural federal de lealtad mutua y de di¨¢logo, negociaci¨®n y pacto. Una l¨®gica de antagonismo no es una soluci¨®n ni para los partidos hermanos ni para el pa¨ªs.
Cabe recordar que las diferencias entre el PSC y PSOE son mucho menores que las divergencias entre las preferencias de los electorados en Catalu?a y en el resto de Espa?a. En Catalu?a, casi un 48% de los votantes se decant¨® por opciones independentistas en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas. Un 60% vot¨® por rupturas diferentes el 20-D y el 26-J, cuando esta cifra en el conjunto de Espa?a fue cercana al 30%. Desde Catalu?a, para que sea convincente el no a la independencia, un s¨ª a una Espa?a diferente tiene que ser viable.
Para poder articular esa coalici¨®n de cambio progresista, resolviendo el conflicto territorial, debemos partir de la base que tanto al conjunto del socialismo espa?ol como a su representaci¨®n en Catalu?a les mueve una Espa?a distinta. La generosidad, que ser¨¢ esencial dentro del partido, igualmente ser¨¢ fundamental para resolver los grandes retos del pa¨ªs. La comprensi¨®n de las razones de fondo de los dem¨¢s es la precondici¨®n para impulsar reformas de calado conjuntamente. Esto exigir¨¢ empat¨ªa con los que pueden ser intencionadamente antip¨¢ticos.
En definitiva, como se puede comprobar mirando al entorno europeo, las mayor¨ªas progresistas del futuro necesariamente ser¨¢n diversas. Esto es as¨ª porque los grupos de apoyo est¨¢n ahora mucho m¨¢s fragmentados que en el pasado. Por ello, no es el momento para replegarse en lo c¨®modo. Una lectura conservadora de la socialdemocracia y del rol hist¨®rico del Partido Socialista significar¨ªa una amenaza existencial. Eso no significa que no aprendamos nada del pasado. En los a?os 80 fue posible construir amplios consensos sociales para alcanzar logros notables. Pero la ¨²nica manera de reconciliar la historia del partido y sus ¨¦xitos pasados con el presente es a trav¨¦s de un proyecto de futuro. Los espa?oles no quieren volver al a?o 2008, sino que aspiran a vivir en un pa¨ªs mejor que el que ten¨ªamos entonces. Para articular un nuevo cambio vamos a necesitar construir una coalici¨®n social muy plural, donde el conflicto territorial nos pone a prueba en nuestra capacidad de construir esa coalici¨®n.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense (en excedencia) y diputado del PSOE al Congreso por Teruel.
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