Una terapia imprevista
CUANDO DECIDI? hacer terapia, en su casa se pusieron todos muy contentos
¨CTe va a sentar muy bien, cari?o.
¨CMe alegro mucho, mam¨¢.
¨CY yo. Ya sabes lo que te digo siempre, que tienes que cuidarte, hacer cosas por ti.
Iba a cumplir 50 a?os, ten¨ªa un marido, dos hijos, un trabajo absorbente que antes estaba bien pagado y ya hab¨ªa dejado de estarlo, el perro que nunca quiso tener y una casa grande, con un jard¨ªn mediano, que todos sus amigos consideraban ideal para organizar comilonas los fines de semana. Ten¨ªa todas estas cosas y estaba triste, desorientada, tan cansada que, por primera vez en su vida, le costaba trabajo levantarse por las ma?anas.
¨CA lo mejor es una depresi¨®n.
¨CLa depresi¨®n es una enfermedad.
¨CNo es culpa tuya, mam¨¢.
Pero no era una depresi¨®n, ella lo sab¨ªa. Sab¨ªa muy bien lo que le pasaba y por eso se resisti¨® a afrontar el problema. Hasta que no pudo m¨¢s. .
Pero no era una depresi¨®n, ella lo sab¨ªa. Sab¨ªa muy bien lo que le pasaba y por eso se resisti¨® a afrontar el problema. Hasta que no pudo m¨¢s. Hasta que sinti¨® que se hab¨ªa convertido en una olla a presi¨®n que estaba empezando a pitar y que, si no encontraba alg¨²n sistema para abrir la v¨¢lvula, iba a reventar con todo su contenido. Habl¨® con dos amigas, las m¨¢s ¨ªntimas, las ¨²nicas a las que pod¨ªa seguir aplicando estrictamente ese nombre, y una no conoc¨ªa a nadie, la otra s¨ª. Apunt¨® el n¨²mero de la psicoterapeuta que le hab¨ªa recomendado en la agenda de su m¨®vil y, durante m¨¢s de una semana, todo lo que hizo fue mirarlo, seleccionar un n¨²mero que no se atrev¨ªa a marcar. Decidi¨® que antes de hacerlo lo contar¨ªa en casa, y su marido, sus hijos aprobaron su decisi¨®n con energ¨ªa.
¨CCu¨¦nteme c¨®mo se encuentra, por qu¨¦ ha decidido venir a verme.
¨C?Uf! Es dif¨ªcil de explicar.
¨CInt¨¦ntelo.
No era tan dif¨ªcil, era s¨®lo una historia muy larga. La explic¨® a trompicones, evocando al principio detalles, situaciones, sentimientos, como si sacara cerezas de una cesta. Luego, comprendi¨® por s¨ª misma que necesitaba ordenar su relato, relacionar las causas con los efectos, estructurar la historia de su vida. As¨ª, lleg¨® ella sola hasta donde ya sab¨ªa que iba a llegar, la meta que hab¨ªa intentado esquivar durante tanto tiempo, un escenario imprescindible e indeseable a partes iguales, donde el amor no lo arreglaba todo, donde incluso empeoraba lo existente. Porque ella los quer¨ªa, y ellos la quer¨ªan, pero entre todos le hab¨ªan dado a su amor la forma de un embudo.
¨C?C¨®mo que te vas?
¨CPero ?ad¨®nde te vas?
¨C?Por qu¨¦ te vas?
Intent¨® explic¨¢rselo despacio, en orden, y le sali¨® tan bien que consigui¨® dejarles mudos. Me voy porque no me gusta mi vida. No me gusta cocinar todos los domingos. No me gusta que se llene la casa de gente que nunca se levanta para ayudarme a recoger. No me gusta tener perro, y a pesar de eso, sacarlo a la calle dos veces al d¨ªa. No me gusta levantarme media hora antes que vosotros para hacer el desayuno, y que ni un solo d¨ªa se os haya ocurrido hacerme el desayuno a m¨ª. No me gusta que me toquen todos los problemas, que siempre tenga que ser yo quien llama a los t¨¦cnicos, quien se pelea con los bancos, quien hace el papeleo. No me gusta tener siempre la culpa cuando no hay pan, cuando se han acabado las galletas, cuando no he tenido tiempo de hacer la compra, cuando no est¨¢ planchada y colgada en el armario la camisa favorita de cada uno. Entre los tres, sum¨¢is cerca de noventa a?os, pero conmigo os comport¨¢is como si tuvierais cinco, como si fuerais in¨²tiles y dependierais de m¨ª para todo. Yo s¨¦ que tambi¨¦n es culpa m¨ªa, por no haber reaccionado antes, por haber consentido que las cosas lleguen a este punto, pero ya no puedo m¨¢s. Todos me animasteis a hacer terapia, yo la necesitaba, y este es el resultado. He descubierto que os quiero mucho, pero que no os aguanto. Y no me voy para siempre, pero tampoco s¨¦ cu¨¢ndo volver¨¦.
Lo dem¨¢s fue tan f¨¢cil como abrir la puerta y cerrarla despu¨¦s.
En su casa tampoco se preocuparon demasiado hasta que descubrieron que hab¨ªa dejado su m¨®vil, apagado, en la encimera de la cocina.
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