Vivir en ¡®zona peligrosa¡¯
Reasentar a las familias desplazadas por el tif¨®n Haiyan en Filipinas constituye un reto continuo
Han pasado tres a?os desde que el tif¨®n Haiyan, la tormenta m¨¢s fuerte que jam¨¢s haya tocado tierra, sacudi¨® el centro de Filipinas. La tormenta de categor¨ªa 5 dej¨® a su paso m¨¢s de 7.000 muertos o desaparecidos, desplazando a 4,4 millones de personas y destruyendo m¨¢s de un mill¨®n de casas. La mayor¨ªa en la ciudad de Tacloban, el centro econ¨®mico regional de las Bisayas orientales.
El mes pasado, apenas puse pie de nuevo en Tacloban ¡ªpor en¨¦sima vez¡ª y camin¨¦ por sus calles principales, me volvi¨® a sorprender el panorama, totalmente diferente al de la devastaci¨®n total de hace tres a?os. La mayor¨ªa de los edificios y las carreteras han sido reparadas, las aceras est¨¢n llenas de actividad urbana, y los negocios en auge, a juzgar por los nuevos establecimientos que han aparecido en casi todos los rincones. La ciudad, parece, se ha recuperado.
Sin embargo, en las afueras de Tacloban, en los pueblos costeros que se vieron m¨¢s afectados por las tormentas mortales que provoc¨® el tif¨®n, miles de familias desplazadas siguen en el limbo. Esperan para saber si ser¨¢n reubicadas en zonas m¨¢s seguras o si deber¨¢n continuar como est¨¢n, apenas gan¨¢ndose la vida en esas "zonas peligrosas".
Desde que Haiyan diezm¨® las aldeas costeras de Tacloban, el gobierno de la ciudad ha clasificado todas las ¨¢reas situadas a menos de 40 metros de la costa como "zonas peligrosas" porque son propensas a inundaciones y a oleadas mortales de tormentas. En un intento de evitar otra cat¨¢strofe, los supervivientes de tifones han renunciado a regresar a esas ¨¢reas. Pero en ausencia de un lugar viable para la reubicaci¨®n, miles de familias desplazadas han reconstruido sus casas improvisadas pr¨¢cticamente en los mismos lugares que ocupaban antes, aunque no tengan propiedad legal sobre esas tierras.
En mis visitas a los pueblos costeros de Barangay (pueblo, en filipino) 83-A y 102, junto con Oxfam y las ONG locales asociadas a la Reforma Pesquera (NFR, por sus siglas en ingl¨¦s), he conocido a grupos de mujeres, quienes me dejaron claro que, incluso a sabiendas de los riesgos de vivir en "zonas peligrosas", han optado por quedarse con sus familias tras ser sometidos a una elecci¨®n inclasificable: vivienda segura o acceso a agua potable y oportunidades para ganarse la vida.
En Barangay 83-A, las mujeres se ganan la vida recolectando almejas frescas en el cercano r¨ªo Burayan. Las venden en el mercado por alrededor de 40 pesos (0,70 euros) el kilo. En un buen d¨ªa, pueden reunir hasta 10 kilos, lo que les alcanzar¨¢ para alimentar a sus familias. Pero m¨¢s a menudo, cuando llueve o simplemente no hay suficientes almejas, dependen de las ganancias de sus maridos. Estos suelen ser trabajadores temporales de la construcci¨®n o conductores de pedicab (veh¨ªculos ligeros de dos ruedas que se desplaza por tracci¨®n humana, bien a pie o a pedales) en el centro de Tacloban. Ganan menos del salario m¨ªnimo diario de 260 pesos (4,50 euros).
En Barangay 102, un pueblo de pescadores ubicado a solo tres kil¨®metros de los lugares de reasentamiento, las mujeres todav¨ªa optaban por no trasladarse con sus familias por temor a las consecuencias de perder su acceso a las zonas marinas que les proporcionan los ingresos necesarios. Para algunas como Iline Bonguet, de 45 a?os, el traslado significaba renunciar a su privilegio de poder pescar en la zona y competir con las comunidades de acogida en ¨¢reas de reasentamiento por los recursos b¨¢sicos como el agua.
Mientras, para las familias que se trasladaron a los lugares de reasentamiento los problemas han sido muy reales. Saleha Badidles, de 51 a?os, se mud¨® de Barangay 83-A a un recinto llamado "SM Cares Village" en el norte de Tacloban con su hija en mayo de 2016. Me admiti¨® que ella y otros residentes se lamentan de su decisi¨®n, tras experimentar la escasez de agua potable y de trabajos en la zona. Seg¨²n Saleha, tienen suerte si pueden duchar dos veces por semana. Desafortunadamente, Saleha u otras mujeres de SM Cares Village ya no pod¨ªan regresar a Barangay 83-A porque hab¨ªan demolido sus refugios temporales como parte del contrato que ten¨ªan que firmar antes de reubicarse.
En otro lugar de reasentamiento llamado Villa Sofia conoc¨ª a R¨®mulo y Nenita Nerja, ambos originarios de Barangay 102. Acordaron ser reubicados en enero de 2016, pero desde entonces han experimentado no solo la escasez de agua, sino tambi¨¦n problemas de acceso a la electricidad, fugas de tuber¨ªas y techos que no les protegen de la lluvia.
Un recuerdo muy vivo es cuando R¨®mulo me dijo: "Hemos transmitido una queja al Consejo del Pueblo y a la Oficina de Vivienda de la ciudad. Nos dicen que est¨¢n haciendo todo lo posible, pero ya ha pasado casi un a?o y todav¨ªa no sabemos qu¨¦ pasar¨¢. En cierto modo, esto todav¨ªa nos hace sentirnos como en una "zona de peligro".
De hecho, mientras los gobiernos nacional y municipal, en asociaci¨®n con diferentes ONG, contin¨²an buscando "soluciones duraderas" para sacar a las familias afectadas por Haiyan de las zonas clasificadas como peligrosas, deber¨ªa haber un consenso claro de que tener una estructura relativamente robusta donde trasladarlas no es suficiente. Las personas deber¨ªan contar, como m¨ªnimo, con acceso a agua potable y otros servicios b¨¢sicos. Es fundamental brindarles oportunidades para que puedan construir una vida digna para sus familias en las zonas de reasentamiento.
Sin ellas, como dec¨ªan R¨®mulo, las familias podr¨ªan simplemente pasar de una "zona peligrosa" a otra.
Airah Cadiogan es oficial de pol¨ªtica y campa?as sobre el cambio clim¨¢tico de Oxfam Filipinas.
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