¡°El VIH me dio la oportunidad de enfocar mi vida hacia algo positivo¡±
Erika Castellanos es activista defensora de los derechos de las personas seropositivas en Belice
De adolescente, Erika Castellanos (Benque Viejo, Belice, 1975) habr¨ªa preferido orinarse encima antes que tener que poner un pie en el ba?o de chicos de su escuela. Desde los ocho a?os ten¨ªa claro que no se sent¨ªa a gusto en su cuerpo, aunque desconociera la palabra transg¨¦nero. Esta activista trans VIH positiva se vio obligada a huir de su pa¨ªs a los 16 a?os, vivi¨® en la calle, fue trabajadora sexual y consumidora de drogas, lo que le cost¨® siete meses de c¨¢rcel. ¡°Sin embargo, no puedo decir que me fue mal en la vida¡±, explica Castellanos, que hoy trabaja en abogac¨ªa con temas de VIH, derechos humanos, estigma y discriminaci¨®n en Centroam¨¦rica y el Caribe.
Su infancia y adolescencia en un peque?o pueblo agricultor del oeste del pa¨ªs no fue nada f¨¢cil, admite. ¡°Mis padres eran sumamente religiosos. Y al no saber qu¨¦ hacer conmigo, decidieron pedir consejo a un cura¡±, cuenta. En un contexto en el que las leyes castigaban las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo con hasta 10 a?os de c¨¢rcel, el ¨²nico remedio contemplado para su situaci¨®n era ¡°una cl¨ªnica reparativa¡±, en la que permaneci¨® seis meses. ¡°Por primera vez empec¨¦ a sentirme muy culpable, porque se me atormentaba dici¨¦ndome que ir¨ªa al infierno. Viv¨ªa un gran conflicto interior¡±, suspira. Sin embargo, cuando ya frecuentaba la escuela secundaria, le result¨® obvio que no pod¨ªa reprimir esos sentimientos.
Al terminar el ciclo de estudios, ya no pudo lidiar m¨¢s con la represi¨®n de su entorno. ¡°Cuando dije a mis padres que no iba a poder cambiar, reaccionaron de la peor manera y me pidieron que me fuera lejos. Algunas personas de la familia hasta llegaron a afirmar que prefer¨ªan tener un pariente muerto antes que un puto¡±, dice.
A los 16 a?os, sin un duro en el bolsillo y sin conocer a nadie, viaj¨® a Ciudad de M¨¦xico, donde acab¨® durmiendo en la calle, tomando drogas y ejerciendo trabajo sexual. Incluso as¨ª, considera que esta experiencia le brind¨®, dentro de todo lo malo, ¡°algunas cosas buenas¡±. Hasta la prisi¨®n fue para ella ¡°una gran lecci¨®n aprendida¡±, aunque al principio fuera de "terror escalofriante".
En Belice, la homosexualidad estaba castigada por la ley hasta el pasado agosto de 2016
Su primera noche entre rejas se le qued¨® grabada en la memoria. ¡°Los agentes me dieron jab¨®n para lavarme y ropa limpia. Pens¨¦ que eran muy amables, pero no sab¨ªa lo que pasaba: me pusieron a la venta entre los reos para ver qui¨¦n pagaba m¨¢s para que me quedara en su celda¡±. Castellanos titubea al describir ese momento: ¡°Lo ¨²nico que me ven¨ªa a la mente era la venta de esclavos en el pasado, fue algo muy denigrante¡±. Le toc¨® compartir cuarto con siete hombres, que le obligaron a elegir con qui¨¦n se iba a acostar. ¡°Me dijeron: ¡®Escoge a uno o son todos¡±, recuerda. A lo largo de su estancia, sin embargo, conoci¨® tambi¨¦n a gente que le apoy¨®, como la familia de otro preso, que empez¨® a preocuparse por ella y que se ofreci¨® a ayudarla al salir de la c¨¢rcel.
Entr¨® as¨ª en una nueva etapa marcada por el estudio, un nuevo empleo ¡ªcomo trabajadora social¡ª y una relaci¨®n amorosa con una persona seropositiva. El 24 de diciembre de 1995 su vida volvi¨® a dar un vuelco. El diagn¨®stico no le pill¨® por sorpresa: positivo. ¡°Sin embargo, no me arrepiento de nada. El VIH cambi¨® mi existencia, me dio la oportunidad de dar un repaso a lo que hab¨ªa sido mi vida y poder enfocarla hacia algo positivo¡±, explica.
¡°El m¨¦dico me dijo primero que me quedaban seis meses de vida. Luego 12, luego dos a?os. Luego dej¨¦ de hacerle caso¡±. En la carrera a contrarreloj a la que eran sentenciados los pacientes en ese entonces, empez¨® a trabajar de voluntaria en cl¨ªnicas para personas con VIH, a menudo abandonadas por sus familiares. ¡°Esta experiencia me marc¨® por el resto de la vida. Me propuse que nadie muriera solo y tambi¨¦n sent¨ªa esta fobia dentro de m¨ª, no quer¨ªa irme sola¡±.
Al cabo de unos a?os, al regresar a Belice por cuestiones burocr¨¢ticas, se encontr¨® con un trato hacia las personas VIH positivas muy distinto del que hab¨ªa recibido en M¨¦xico. Pese a ser el pa¨ªs de Centroam¨¦rica con la tasa m¨¢s alta de incidencia del virus ¡ªen 2015, 3.600 personas viv¨ªan con ello, seg¨²n ONUSIDA, siendo los transexuales los m¨¢s afectados¡ª, carec¨ªa de programas eficaces de atenci¨®n a los pacientes.
La ca¨ªda de las donaciones contra el VIH destinadas a pa¨ªses de renta media podr¨ªa revertir los avances en la lucha contra el virus, seg¨²n la experta
¡°Todo era como un secreto de Estado. La enfermera te hablaba bajito y te dec¨ªa que no le revelaras nada a nadie, espaciaban las consultas para que no coincidieras con nadie en tu misma condici¨®n, pero todo esto es contraproducente¡±. Decidi¨® reaccionar dando vida a la Red Colaborativa para Personas con VIH, de la que actualmente es directora ejecutiva, adem¨¢s de formar parte de la Delegaci¨®n de Comunidades para la Junta Directiva del Fondo Mundial de lucha contra el sida, tuberculosis y malaria, entre entre otras tareas.
¡°El VIH nos brind¨® la oportunidad de hacer crecer la sociedad civil en toda la regi¨®n y ahora podemos llegar a influir en las pol¨ªticas del pa¨ªs¡±, recuerda. Como ocurri¨® en el caso de la derogaci¨®n en agosto de 2016 de la ley que castigaba las relaciones homosexuales. ¡°Una de las consecuencias de esta normativa era que los hombres gais y las mujeres trans no iban a los servicios de salud porque se les preguntaba por sus costumbres sexuales. Nadie en sus cabales admitir¨ªa que est¨¢ infringiendo una ley ante un miembro de una instituci¨®n p¨²blica que estar¨ªa obligado a avisar a la polic¨ªa¡±, explica Castellanos.
Los esfuerzos de los activistas est¨¢n ahora centrados en eliminar otras leyes discriminatorias, como la de migraci¨®n (que proh¨ªbe la entrada al pa¨ªs de personas homosexuales, entre otras categor¨ªas) y empezar a formular una normativa de identidad de g¨¦nero, una tarea pendiente para todos los pa¨ªses de Centroam¨¦rica.
El caso de Belice no es una excepci¨®n en la regi¨®n. ¡°El estigma y la discriminaci¨®n est¨¢n muy presentes. Hay asesinatos de mujeres trans todos los d¨ªas en Brasil, M¨¦xico, El Salvador y Honduras. Desgraciadamente, el acceso a la educaci¨®n para mujeres trans es a¨²n muy limitado y est¨¢n obligadas a recurrir a la prostituci¨®n para sobrevivir, muchas veces bajo las amenazas del crimen organizado. Estamos trabajando mucho en explicarles los riesgos de automedicarse ante la ausencia de servicios p¨²blicos espec¨ªficos para ellas¡±, detalla la activista.
Castellanos teme que la ca¨ªda de financiaci¨®n por parte de los donantes internacionales a pa¨ªses que pasan a ser de renta media para centrarse solo en los de rentas m¨¢s bajas pueda afectar la acci¨®n de la sociedad civil. ¡°Se est¨¢n realizando estudios para comprobar si estamos listos en t¨¦rminos de sostenibilidad. No queremos que pase lo mismo que ocurri¨® en algunos pa¨ªses de Europa del Este o Asia Central, donde la sociedad civil ha desaparecido al acabarse los fondos y la prevalencia del sida no deja de crecer¡±, advierte.
¡°Aunque los recursos asignados por el Fondo Mundial a Am¨¦rica Latina y el Caribe ser¨¢n menores, estar¨¢n mucho m¨¢s enfocados a los servicios que el Gobierno no puede o no est¨¢ dando¡±, seg¨²n la activista. ¡°No ir¨¢n por ejemplo a medicamentos, sino que se centrar¨¢n en poblaci¨®n clave: hombres que tienen sexo con hombres, trabajadoras sexuales, usuarios de drogas inyectables, personas transexuales y poblaci¨®n reclusa¡±, dice. Y as¨ª, a?ade, intentar evitar que se comprometa el logro de los objetivos de la Agenda 2030.
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