Del tam-tam a la radio
Una peque?a comunidad de Burkina Faso se defiende del cambio clim¨¢tico con informaci¨®n
Por la noche ha llovido mucho. A¨²n es oscuro cuando nos levantamos y el viento acompa?a los ¨²ltimos coletazos de la tormenta. Es septiembre en Burkina Faso, temporada de lluvias, y aunque cada vez llueve menos, cuando lo hace, el agua cae con m¨¢s fuerza y produce grandes destrozos. El camino en coche hasta Wapassi, un pueblo rural del centro-norte del pa¨ªs, no es f¨¢cil. El agua ha dejado la carretera en muy mal estado y nuestro veh¨ªculo apenas logra hacerse hueco entre el lodo y los charcos.
Cuando al fin llegamos, Nabonswend¨¦, un joven agricultor de 34 a?os de mirada discreta y rostro sereno, est¨¢ sentado bajo la sombra de un ¨¢rbol. Se acerca a saludarnos y nos invita a acompa?arlo a pie hasta su casa. El paisaje del camino est¨¢ lleno de tonos verdes. Las lluvias han hecho crecer los cultivos y los frutos de los campos est¨¢n a punto de madurar. "Tendr¨ªas que volver en mayo", dice un compa?ero de la Alianza T¨¦cnica de Asistencia para el Desarrollo (Atad), una organizaci¨®n que trabaja en proyectos de desarrollo en el pa¨ªs. "El panorama es totalmente distinto, la sequ¨ªa no deja ni una pizca de verde y se eterniza durante meses".
He viajado a Burkina Faso con Oxfam Interm¨®n para documentar c¨®mo el cambio clim¨¢tico est¨¢ afectando a uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, donde el 80% de la poblaci¨®n vive de la agricultura y donde las variaciones del tiempo afectan directamente a los cultivos. Las largas sequ¨ªas y las inundaciones extremas ponen en peligro los medios de vida de los habitantes y les dejan en una situaci¨®n desesperada. En el Sahel africano, regi¨®n afectada por crisis alimentarias recurrentes, alrededor de 23,5 millones de personas ¨Ccasi una de cada seis¨C no tienen suficiente para comer.
"Hubo momentos en los que no pod¨ªa alimentar a mi familia", cuenta Nabonswend¨¦, sentado en un banco en el patio de su casa. Su hogar est¨¢ formado por 31 personas, entre ellas sus siete hijos, que corretean por ah¨ª. Cuando la sequ¨ªa se alarga, como viene ocurriendo en los ¨²ltimos a?os, los cultivos no llegan a madurar y cosecha menos, y cuando llueve, lo hace con tanta fuerza que los campos no sobreviven a las trombas de agua y a las inundaciones. Es entonces cuando los alimentos escasean y teme que sus hijos sean los primeros en sufrir las consecuencias. No me parece un temor infundado. En el Sahel, unos 5,9 millones de menores de cinco a?os sufren de malnutrici¨®n aguda, y algunos pron¨®sticos indican que en 2050 el ?frica subsahariana podr¨ªa albergar la escalofriante cifra de 52 millones de ni?os y ni?as con malnutrici¨®n. El hambre es una de las consecuencias m¨¢s terribles que causa el cambio clim¨¢tico en pa¨ªses pobres como Burkina Faso.
Mientras hablamos, me fijo en una radio que cuelga de una rama justo enfrente de su casa. A trav¨¦s de ese transistor se informa de las previsiones del tiempo y recibe consejos que le permiten actuar en consecuencia. Enseguida me doy cuenta del enorme valor que esa radio tiene para ¨¦l. Tener acceso a esta informaci¨®n ha conllevado un cambio para ¨¦l y las personas de su comunidad. ¡°Ahora nuestra vida est¨¢ m¨¢s desarrollada que antes. Con la informaci¨®n meteorol¨®gica y los consejos que recibimos sabemos c¨®mo abordar la temporada¡±.
Consigui¨® la radio cuando entr¨® a formar parte del comit¨¦ de alertas tempranas de la comunidad de Pissila, donde vive. Junto con cuatro miembros m¨¢s del comit¨¦, se encarga de transmitir la informaci¨®n climatol¨®gica que escucha cada d¨ªa para que la gente de su pueblo pueda tomar sus precauciones. Se trata de boletines peri¨®dicos que Internews, miembro del consorcio responsable de la comunicaci¨®n del pa¨ªs, difunde a trav¨¦s de las radios locales en las ¨¢reas de intervenci¨®n del proyecto que Oxfam Interm¨®n lleva a cabo en Burkina Faso para aumentar la resiliencia de las personas m¨¢s vulnerables al cambio clim¨¢tico.
As¨ª, las familias de la comunidad, que dependen del campo, pueden tomar decisiones para adaptar su trabajo en funci¨®n de las previsiones. Por ejemplo, no gastan semillas plantando lo que no va a crecer, como ocurre con el sorgo en las zonas bajas en los a?os de mucha lluvia. Pueden abonar el campo antes de la llegada de precipitaciones para que las plantas crezcan mejor o prepararse para sufrir menos cuando se acercan vientos o lluvias fuertes.
Es un cambio importante, que ha convertido su casa en un centro de atenci¨®n para el pueblo. "Desde hace alg¨²n tiempo, no pasa un d¨ªa sin que la gente venga a preguntarme sobre el clima", dice con orgullo.
Antes se utilizaban otros sistemas de predicci¨®n tradicionales que ya no se consideran fiables, como observar las hojas de los ¨¢rboles, sus frutos, el cielo o los insectos. Ahora la radio ha sustituido tambi¨¦n a canales de informaci¨®n hist¨®ricos como el tam-tam, el tambor que serv¨ªa para alertar a la gente ante emergencias climatol¨®gicas, epidemias o incluso conflictos violentos. "Se tocaba en la casa del jefe del pueblo para que la gente se pudiera reunir, recibir la informaci¨®n y tomar sus precauciones", recuerda. Desde que la radio lleg¨®, ¡°la informaci¨®n viaja m¨¢s r¨¢pido y nos permite estar m¨¢s preparados¡±, adem¨¢s de poder contar con datos m¨¢s fiables.
Para Nabonswend¨¦, es oro. A¨²n tiene muy presentes las terribles inundaciones que sufri¨® su pueblo en 2010 y que arrasaron su vivienda: "Destruyeron la casa que hab¨ªa construido matando a mis seis cabras y a todas mis gallinas. La lluvia se llev¨® incluso mi granero". Y a?ade: "Huimos con los ni?os, no pudimos llevarnos nuestras cosas. Nos aloj¨¢bamos en la escuela o en los pueblos vecinos. Desde ese momento, la gente no sab¨ªa qu¨¦ hacer por sobrevivir".
Sentados su patio, me doy cuenta de que seis a?os atr¨¢s esas casitas de adobe con el techo de paja que albergaban el calor de una familia seguramente tuvieron que volver a reconstruirse, igual que tuvo que recomponerse la existencia de cada uno de sus integrantes.
La vida de Nabonswend¨¦ y los suyos est¨¢ a merced del tiempo que haga. Es una paradoja que los pa¨ªses m¨¢s afectados por el cambio clim¨¢tico sean los m¨¢s pobres, cuando precisamente son los que menos emisiones de carbono lanzan a la atm¨®sfera. La mitad con menos recursos de la poblaci¨®n mundial solo es responsable del 10% de las emisiones que causan el cambio clim¨¢tico y, sin embargo, es la que m¨¢s sufre sus consecuencias.
La radio de Nabonswend¨¦ se convierte en el centro de nuestra conversaci¨®n. La veo aqu¨ª, colgando del tronco, y pienso en c¨®mo este aparato tiene el poder de lograr cambiar la vida de miles de personas que se enfrentan a los caprichos de un clima cada vez m¨¢s impredecible y extremo.
Y pienso tambi¨¦n en la responsabilidad que cada uno tiene para reducir los efectos del cambio clim¨¢tico, un problema que ya lleva detr¨¢s unas cuantas cumbres internacionales y compromisos que los l¨ªderes pol¨ªticos tienen el deber de cumplir.
Cuando los pa¨ªses se re¨²nen para negociar sobre cambio clim¨¢tico, como ha ocurrido en la Cumbre del Clima de Marrakech, es fundamental que tomen medidas reales y eficaces para que personas como Nabonswend¨¦ no sufran de forma tan dram¨¢tica las consecuencias de un problema que no han provocado. Por nuestra parte, de momento, podemos exigir al Gobierno espa?ol que cumpla con su parte.
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