Pape Diop, el esp¨ªritu libre de la Medina
Un artista vagabundo recorre su barrio en Dakar dejando su arte en cualquier rinc¨®n
Es como un fantasma. O como un esp¨ªritu. Nunca se sabe muy bien d¨®nde est¨¢ y, de repente, aparece: cabizbajo, mal vestido, eternamente delgado, hablando solo en su eterno deambular. Armado con filtros de cigarrillos, peque?as ramas o simplemente con su dedo, usando aceite de motor, caf¨¦, tiza o carb¨®n, dibuja y dibuja y dibuja. Lo hace a todas horas, en el asfalto, en paredes, trozos de madera, carteles, ventanas o en muros desvencijados. El barrio de la Medina, en Dakar, est¨¢ lleno de peque?os retales de su imaginaci¨®n. Por todas partes. Hay figuras geom¨¦tricas, arte abstracto, alg¨²n paisaje y sobre todo retratos repetidos hasta el infinito, en todas sus formas, tama?os y versiones, de las principales figuras religiosas de Senegal. Unos lo llaman loco, otros artista. Es Pape Diop, el esp¨ªritu libre de la Medina.
Dicen que procede de una gran familia perteneciente a la hermandad musulmana de los tidjiane, pero que profesa devoci¨®n por el mouridismo. Que naci¨® en este mismo barrio que hoy recorre como una sombra, que de joven fue un gran guitarrista, incluso que hizo alg¨²n estudio en la Escuela de Bellas Artes y que en alg¨²n momento de su vida estuvo en Portugal. Entre los coches que pasan a toda velocidad por la Cornisa Oeste, una de las principales v¨ªas de Dakar, Pape Diop recoge brillantes trocitos de faros rotos. ¡°Toma, para ti¡±, dice, ¡°cu¨ªdalos bien, son un tesoro¡±. Se da media vuelta y se agacha junto al muro del cementerio.
¡°Soy como las termitas, me meto en cualquier agujero¡±. Se r¨ªe. Habla todo el tiempo consigo mismo. Se dice cosas. Debe andar por los 50, quiz¨¢s m¨¢s. Salta del wolof al franc¨¦s y de ah¨ª al ingl¨¦s. ¡°Me encantan los ni?os¡±. Otra sonrisa. Cuando le preguntas por su edad responde de manera inquietante: ¡°Tengo 27 desde mi segundo nacimiento. Me mor¨ª cuando era joven y volv¨ª a nacer¡±. Entonces, surge la magia. Vuelca un poco de caf¨¦ sobre un muro y moja el dedo en la gota que escurre, lo mezcla con tierra y empieza a pintar. Zas, zas, un trazo para aqu¨ª y otro para all¨¢. Al principio parece un dibujo sin sentido, pero en pocos segundos emerge de la pared el rostro de Cheikh Amadou Bamba, el fundador del mouridismo.
¡°Sin saberlo, es un gran artista¡±, asegura el ceramista italiano Mauro Petroni, uno de los grandes dinamizadores culturales de Dakar. Este a?o, por primera vez, la obra de Pape Diop ha encontrado hueco en una exposici¨®n colectiva que tuvo lugar en el marco del encuentro art¨ªstico Partcours. ¡°No lo veo como un enfermo mental, sino como alguien con una incre¨ªble capacidad de abstracci¨®n, una persona que est¨¢ siempre en agitaci¨®n, que transforma lo que tiene en la mente en una expresi¨®n con intenci¨®n art¨ªstica¡±, asegura. En la sala de muestras del taller de Petroni, en el lujoso barrio de Almadies, una docena de viejas tablas con dibujos de Diop sorprende al p¨²blico, que se hace preguntas sobre la figura de ese personaje que vaga por la Medina.
Fue Mod Boye, el coordinador del colectivo cultural Yataal Art, quien hace meses empez¨® a recoger los paneles de contrachapado y los tablones por todo el barrio. ¡°A Pape Diop lo recuerdo siempre as¨ª, pintando por cualquier rinc¨®n, diciendo cosas inconexas. La gente le ofrece comida o un lugar donde dormir, le invitan a caf¨¦ y a cigarrillos. La casa de su familia est¨¢ aqu¨ª pero ¨¦l prefiere vivir en la calle¡±. Cada d¨ªa Modou se tropieza con nuevos dibujos de Diop, al que tambi¨¦n llaman ¡°el alcalde¡± porque su nombre es id¨¦ntico al de un ex regidor de la capital senegalesa. A veces es el mismo Diop quien se los entrega, sabedor del inter¨¦s de Mod Boye por recopilar sus dibujos. Los vecinos tambi¨¦n participan de esta especie de juego y le avisan del ¨²ltimo rinc¨®n donde Diop ha dejado su huella.
En un muro junto al mercado de Soumbedioune, el arte de Pape Diop explota en un mosaico de dise?os y formas diversas. La figura de su amado Cheikh Amadou Bamba se repite una y otra vez dentro de peque?os c¨ªrculos, como si fueran emoticonos. Tambi¨¦n hay retratos de otros l¨ªderes religiosos, como El Hadji Malick Sy, Serigne Fall o Ababacar Sy e incluso una peque?a galer¨ªa de personajes ilustres de la historia de Senegal, como Senghor o Abdou Diouf. Todo sale de su cabeza, es muy simple y muy simb¨®lico a la vez. El enigma que encierra la obra y la figura de Diop ha logrado atraer la atenci¨®n de los programadores culturales. El Instituto Goethe de Dakar est¨¢ interesado en exponer su trabajo, podr¨ªa tener un espacio incluso en la pr¨®xima Bienal.
Mientras tanto, ¨¦l sigue a lo suyo. Pinta compulsivamente, sin orden ni concierto, trazando un itinerario, como un rastro. En los espacios libres dejados por los grandes grafittis y los murales de la Medina, un barrio de grandes artistas cuna del cantante Youssou Ndour que aspira a convertirse en un museo al aire libre y que cada a?o atrae a decenas de dibujantes y dise?adores gracias a la iniciativa de promotores culturales como el espa?ol Nicol¨¢s de la Carrera y su c¨¦lebre festival Xeex o del colectivo Yataal Art, Pape Diop dibuja y dibuja. Estrellas, rombos, tri¨¢ngulos y c¨ªrculos que saltan de la acera a las ventanas, de las puertas de las tiendas de nuevo a la calle.
?l estuvo siempre ah¨ª. Insomne, inquieto, ensimismado, caminante. Su figura delgada, ligeramente desgarbada, recorre una y otra vez los mismos rincones esparciendo trazo sobre trazo, pintando y repintando en una especie de obsesi¨®n, de horror vacui urbano que llena todos los espacios por peque?os que sean. Da igual donde mires, siempre est¨¢ ah¨ª. ¡°Nadie me molesta, no molesto a nadie¡±, dice en un ¨²ltimo mensaje mientras se pierde entre la calima y la oscuridad de este anochecer de invierno de Dakar, mirando al suelo, atento a esas piedras preciosas que recoge con esmero porque ¨¦l y s¨®lo ¨¦l sabe que son un tesoro. Como sabe Pape Diop que no es de este mundo sino del mundo de im¨¢genes que puebla su cabeza y le estallan a cada rato en la punta de sus dedos.
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