Artistas marroqu¨ªes que vienen a ocupar su mitad del cielo (y del suelo)
Son la mitad del cielo, tambi¨¦n del cielo magreb¨ª, pero su representaci¨®n p¨²blica sobre la tierra, en la Tierra, dista de cubrir esa buena mitad de suelo. Afortunadamente, el arte femenino, aunque minoritario, viene siendo el que amplifica la voz de la mitad silenciada del cielo. Son la mitad no obediente del mundo.
¡°Estas mujeres se preguntan sobre el universo en el que han vivido, pero con el destino en sus manos. Las reglas del juego patriarcal indican que el pasado y el futuro est¨¢n escritos por ellos, y por eso hay que actuar. Desde el momento en que ellas deciden voluntariamente formar parte del arte tienen el destino en sus manos. A ellas no se les dicta su pasado ni su porvenir; resisten dentro de la sociedad patriarcal, justamente a trav¨¦s de su aventura art¨ªstica, escribiendo la historia con su propia mano. Y con este tipo de acci¨®n art¨ªstica, pero tambi¨¦n la profesional, la cient¨ªfica y la cotidiana, las mujeres tenemos el compromiso de tomar el destino en nuestras manos¡±, explica Rim La?bi, comisaria de la exposici¨®n Femmes, artistes marocaines de la modernit¨¦ (1960-2016) (Mujeres, artistas marroqu¨ªes de la modernidad 1960-2016) que puede visitarse hasta el emblem¨¢tico 8 de marzo en el Museo Mohammed VI de Arte Moderno y Contempor¨¢neo de Rabat, en Marruecos .
La reuni¨®n de estas 26 artistas que se expresan en varios soportes (pintura al ¨®leo, acr¨ªlicos, acuarelas, grabados, instalaciones, fotograf¨ªas y piezas de videoarte) quiere ¡°poner en cuesti¨®n el tema de la visibilidad de las artistas pl¨¢sticas en Marruecos y en el mundo, en general¡±, en palabras de la comisaria.
Puede que el recorrido que, seg¨²n La?bi, pretende ¡°alejarse de la moda y las referencias hist¨®ricas¡± resulte incompleto o con lapsus temporales demasiado marcados, lo que no le resta valor a la apuesta. No es esta una iniciativa menor del gran centro de arte contempor¨¢neo que se inaugur¨® en la capital magreb¨ª hace dos a?os, si consideramos que la obra de estas mujeres ocupa las salas centrales del museo que, a partir de abril, llenar¨¢ Pablo Picasso y que antes habitaron Alberto Giacometti o C¨¦sar Baldaccini.
Las seis secciones que integran la muestra est¨¢n hechas por di¨¢logos que no respetan la cronolog¨ªa. Aun as¨ª, el punto de partida lo constituyen ¨®leos realistas de Meriem Meziane (Melilla, 1930), realizados en los a?os 50.
Tras ese breve pr¨®logo figurativo, Cha?bia Tallal (El Jadida, 1929-Casablanca, 2004) aparece n¨ªtida en el horizonte de la primera sala. Es reconocible su trazo aut¨¦ntico, con esa frescura de la ni?a que no le dejaron ser y que emergi¨® un d¨ªa, autodidacta, espont¨¢nea, ya madre, ya sola, ya mayor. Sus cuadros sin imposturas, entre los que destaca Los pescadores, est¨¢n rodeados por las obras primitivistas de sus herederas y, en especial, por las estatuillas l¨²dicas de Monia Abdelali (Agadir, 1964), plenas de sarcasmo sobre las obsesiones de su sociedad, humor¨ªsticas referencias a la libertad y la condici¨®n de las mujeres como objetos siempre observados y tutelados (como suger¨ªa John Berger en Modos de ver). Dentro de esta serie, un buen exponente de pop africano es la hero¨ªna del escote (madre con cuchillo en la cintura y los guardianes religiosos de la moral a sus pies) .
Atravesando la sala de las caricaturas de la resistencia pop ¡ªla de la ¡®mano que piensa¡¯, seg¨²n la clasificaci¨®n de la curador¨ªa¡ª llega el momento de la luz interior y la abstracci¨®n l¨ªrica de Monia Touiss (Tetu¨¢n, 1971), que vive y trabaja en Espa?a, y quiz¨¢ sea por ello que se adivina en sus obras la huella del maestro Saura. Cerca de ella, hay una obra secuencial que es el paisaje abstracto despu¨¦s de una batalla, de Ahlam Lemseffer (El Jadida, 1950), cuyos tres elementos invitan al espectador a desplegar muchos otros sentidos a la abstracci¨®n.
El apartado La vida en los pliegues quiz¨¢ sea el m¨¢s marroqu¨ª, o en el que la tradici¨®n magreb¨ª de cer¨¢mica, piedras, tapicer¨ªa, bordados y tinturas sobre cuero se pone de relieve y en valor. La arcilla y el carb¨®n, los tejidos y el macram¨¦ dominan la sala para decir de otra manera y, sin embargo, evocar los gritos de los zocos, las manos ajadas, los elementos de la tierra y la existencia entre fisuras. Efectivamente, alejados del folklore y el exotismo, all¨ª est¨¢n los interesantes trabajos tridimensionales de Ikram Kabbaj (Casablanca, 1960) y Fatiha Zemmouri (Casablanca, 1966).
Amina Agueznay (Casablanca, 1963), Soukaina Aziz El Idrissi (Casablanca, 1985) y Fatima Mazmouz (Casablanca, 1974) han elegido pender en telas e hilos desde el techo. La leve brisa del visitante deja ondulaciones que las instalaciones replican; nos movemos luego se mueven, las sombras y las obras. La sensorialidad altera el paisaje que la (primera) vista ha ordenado. Conmueven particularmente las 74 siluetas de mujer embarazada en telas de tapicer¨ªa que componen Super Oum de Fatima Mazmouz. Perfiles de mujer como hipocampos. As¨ª, Lo que puede el cuerpo, es el t¨ªtulo de la secci¨®n que ha elegido la comisaria.
La parte de los sue?os tambi¨¦n est¨¢ hecha de pesadillas. Hay en este apartado muchas referencias a las particulares exigencias que pesan sobre la mujer musulmana, en el espacio p¨²blico, en el familiar, en la intimidad. ?Qui¨¦n sabe si son gotas de sangre o p¨¦talos las manchas en las bellas acuarelas de Amina Rezki (T¨¢nger, 1962)?
Hay dramatismo en el cuerpo representado y en su ausencia, en su evocaci¨®n por los objetos, como en la instalaci¨®n de Dalila Alaoui (Casablanca, 1958). La espera es siempre femenina y siempre decepci¨®n. Otros sue?os, los de la expresi¨®n pict¨®rica de Mariam Bouzid Souali (Targuist, 1989) llevan el tab¨² incrustado en lo cotidiano.
Por fin, Kenza Benjelloun (Casablanca, 1966) dedica algunas obras (videoinstalaci¨®n, objetos y fotograf¨ªas) al compendio del patriarcado. Son obras rabiosas, casi militantes, que no dejan lugar a dudas sobre la proclama de la mujer que, como dec¨ªa John Berger, ha sido educada para examinarse continuamente, y que se rebela contra ese destino de ser solo objeto de aprecio o desprecio de los hombres.
"Nacer mujer ha sido nacer para ser mantenida por los hombres dentro de un espacio limitado y previamente asignado ¡ªafirmaba Berger¡ª. La presencia social de la mujer se ha desarrollado como resultado de su ingenio para vivir sometida a esa tutela y dentro de tan limitado espacio. Pero ello ha sido posible a costa de partir en dos el ser de la mujer. Una mujer debe contemplarse continuamente. Ha de ir acompa?ada casi constantemente por la imagen que tiene de s¨ª misma".
Concluye la comisaria Rim La?bi: ¡°Si los estudios antropol¨®gicos nos dicen que la dominaci¨®n masculina est¨¢ naturalizada en todo el mundo, pero aun m¨¢s en pa¨ªses como el nuestro, estas mujeres ampl¨ªan nuestros horizontes, escribiendo su Historia. En este caso, las respuestas no son interesantes, lo que importa es abrir el debate: ?por qu¨¦ no hemos aceptado apenas el aporte de las mujeres al arte?¡±.
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