Acostumbrarse a un mundo multipolar
Se abren dos caminos para EE UU: uno es la cooperaci¨®n internacional. El otro, una explosi¨®n de militarismo
La pol¨ªtica exterior estadounidense est¨¢ en una encrucijada. Desde su nacimiento en 1789, Estados Unidos siempre fue una potencia en expansi¨®n. En el siglo XIX se abri¨® camino a trav¨¦s de Norteam¨¦rica y en la segunda mitad del siglo XX obtuvo el predominio mundial. Pero ahora, frente al ascenso de China, el dinamismo de la India, el crecimiento poblacional y la activaci¨®n econ¨®mica en ?frica, la negativa de Rusia a inclinarse ante sus deseos, su propia incapacidad de controlar lo que sucede en Medio Oriente y la determinaci¨®n de Am¨¦rica Latina de ser libre de su hegemon¨ªa de facto, su poder encontr¨® un l¨ªmite.
Se abren dos caminos: uno es la cooperaci¨®n internacional. El otro, responder a la frustraci¨®n de las ambiciones con una explosi¨®n de militarismo. El futuro de Estados Unidos, y el del mundo, dependen de esta elecci¨®n.
La cooperaci¨®n internacional es doblemente vital. Puede engendrar paz y evitar una nueva carrera armamentista (in¨²til, peligrosa y, en definitiva, exorbitantemente costosa), que esta vez incluir¨¢ armas cibern¨¦ticas, espaciales y nucleares de pr¨®xima generaci¨®n. Y permitir¨¢ a la humanidad enfrentar una serie de desaf¨ªos planetarios urgentes, que incluyen la destrucci¨®n de la biodiversidad, el envenenamiento de los oc¨¦anos y la amenaza que supone el calentamiento global para el suministro de alimentos, las vastas zonas ¨¢ridas y las densamente pobladas regiones costeras del mundo.
Pero la cooperaci¨®n internacional implica voluntad de alcanzar acuerdos con otros pa¨ªses, no la mera imposici¨®n de exigencias unilaterales. Y Estados Unidos est¨¢ acostumbrado a exigir, no a negociar acuerdos. Cuando un Estado considera que el predominio es su destino (como ocurri¨® con la antigua Roma, el Reino del Medio chino hace siglos, el Imperio brit¨¢nico entre 1750 y 1950 y Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial), la b¨²squeda de acuerdos no suele formar parte de su vocabulario pol¨ªtico. Como expres¨® sucintamente el expresidente George Bush (hijo): "Los que no est¨¢n con nosotros, est¨¢n contra nosotros".
La cooperaci¨®n internacional puede evitar una nueva carrera armamentista . Y? permitir¨¢ a la humanidad enfrentar una serie de desaf¨ªos planetarios urgentes
No sorprende que a Estados Unidos le cueste aceptar los claros l¨ªmites que el mundo le presenta. Despu¨¦s de la Guerra Fr¨ªa, esperaba que Rusia se adaptar¨ªa al nuevo orden, pero el presidente Vlad¨ªmir Putin no accedi¨®. Y, en vez de crear estabilidad seg¨²n los deseos de Estados Unidos, sus guerras (declaradas y encubiertas) en Afganist¨¢n, Irak, Siria, Libia, Sud¨¢n del Sur y otras partes iniciaron un incendio que hoy se extiende por todo Medio Oriente y el norte de ?frica.
Se supon¨ªa que China mostrar¨ªa gratitud y deferencia a Estados Unidos por el derecho de recuperarse de 150 a?os de maltratos por parte de las potencias imperiales occidentales y Jap¨®n. En vez de eso, tiene el tup¨¦ de pensar que es una potencia asi¨¢tica con responsabilidades propias.
Hay una raz¨®n fundamental para estos l¨ªmites. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos era la ¨²nica gran potencia que el conflicto no hab¨ªa destruido. Iba a la cabeza del mundo en ciencia, tecnolog¨ªa e infraestructura. Representaba tal vez el 30% de la econom¨ªa mundial y estaba a la vanguardia en todas las tecnolog¨ªas avanzadas. Organiz¨® el orden internacional de posguerra: las Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods, el Plan Marshall o la reconstrucci¨®n de Jap¨®n.
Al amparo de ese orden, el resto del mundo logr¨® cerrar gran parte de la inmensa brecha tecnol¨®gica, educativa y de infraestructura que lo separaba de Estados Unidos. Como dicen los economistas, el crecimiento global ha sido "convergente", es decir, los pa¨ªses m¨¢s pobres se fueron poniendo a la par de los m¨¢s ricos. La proporci¨®n que Estados Unidos representa de la econom¨ªa mundial disminuy¨® m¨¢s o menos a la mitad (hoy es alrededor del 16%). La econom¨ªa de China hoy es m¨¢s grande en t¨¦rminos absolutos que la de Estados Unidos (aunque en cifras per c¨¢pita solamente es su cuarta parte).
Esta convergencia no fue una maniobra artera contra Estados Unidos o a costa suya. Fue una cuesti¨®n de econom¨ªa b¨¢sica: la paz, el comercio internacional y el flujo mundial de ideas dan a los pa¨ªses m¨¢s pobres ocasi¨®n de progresar. Esta tendencia merece nuestro aplauso, no nuestro rechazo.
Cuando la mentalidad del l¨ªder mundial es de dominio, el resultado del crecimiento convergente le parecer¨¢ amenazante
Pero cuando la mentalidad del l¨ªder mundial es de dominio, el resultado del crecimiento convergente le parecer¨¢ amenazante; as¨ª lo ven muchos "estrategas de seguridad" estadounidenses. De pronto, el libre comercio por el que tanto abog¨® Estados Unidos parece una terrible amenaza a la continuidad de su dominio. Los agoreros proclaman la necesidad de cerrarse al ingreso de bienes y empresas chinos, con el argumento de que el comercio internacional es en s¨ª mismo causa de debilitamiento de la supremac¨ªa estadounidense.
Uno de mis excolegas en Harvard e importante diplom¨¢tico estadounidense, Robert Blackwill, y un exasesor del Departamento de Estado, Ashley Tellis, expresaron su inquietud en un informe publicado el a?o pasado. Seg¨²n se?alan, Estados Unidos siempre sigui¨® una estrategia general "centrada en obtener y conservar un poder predominante sobre diversos rivales"; y "la primac¨ªa deber¨ªa seguir siendo el objetivo central de la estrategia general de Estados Unidos en el siglo XXI". Pero ¡°el ascenso de China ya ha creado desaf¨ªos geopol¨ªticos, militares, econ¨®micos e ideol¨®gicos al poder de Estados Unidos, a sus aliados y al orden internacional dominado por Estados Unidos. El avance futuro de China, aunque tenga altibajos, afectar¨¢ todav¨ªa m¨¢s los intereses nacionales de Estados Unidos".
Postura con la que coincide Peter Navarro, reci¨¦n designado asesor en temas de comercio internacional por el presidente electo, Donald Trump. El a?o pasado, refiri¨¦ndose a Estados Unidos y sus aliados, escribi¨®: "Cada vez que compramos productos hechos en China, estamos ayudando como consumidores a financiar el desarrollo militar chino, que puede terminar usado en contra de nuestros pa¨ªses".
Con solo el 4,4% de la poblaci¨®n del planeta y una cuota cada vez menor de la producci¨®n mundial, Estados Unidos puede tratar de aferrarse a la ilusi¨®n de dominio global mediante una nueva carrera armamentista y pol¨ªticas comerciales proteccionistas. Si lo hace, unir¨¢ a todo el mundo contra su arrogancia y su nueva amenaza militar. M¨¢s temprano que tarde, Estados Unidos provocar¨¢ su propia ruina, en un ejemplo cl¨¢sico de ¡°hybris imperial¡±.
El ¨²nico camino sensato que puede tomar Estados Unidos es una cooperaci¨®n global vigorosa y abierta que permita hacer realidad el potencial de la ciencia y la tecnolog¨ªa del siglo XXI para eliminar la pobreza, la enfermedad y los peligros medioambientales. Un mundo multipolar puede ser estable, pr¨®spero y seguro. El ascenso de una diversidad de potencias regionales no es una amenaza para Estados Unidos, sino una oportunidad de lograr una nueva era de prosperidad y modelos constructivos de soluci¨®n de problemas.
Traducci¨®n: Esteban Flamini
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible, profesor de Gesti¨®n y Pol¨ªtica Sanitaria y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Tambi¨¦n es director de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Copyright: Project Syndicate, 2016.
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