Democracia degenerada
Representaci¨®n, divisi¨®n de poderes y pluralismo son los principios democr¨¢ticos esenciales. La partitocracia y el populismo los desnaturalizan, los corrompen y los pervierten, desde ¨¢ngulos distintos
La idea de las formas pol¨ªticas corruptas proviene de Arist¨®teles. A las formas pol¨ªticas puras, es decir, la monarqu¨ªa (gobierno de uno), la aristocracia (de una ¨¦lite) y la democracia (del pueblo), el cl¨¢sico griego opon¨ªa las formas corruptas como degradaci¨®n de las puras: tiran¨ªa, oligarqu¨ªa y demagogia, respectivamente. Hoy en d¨ªa, aunque la realidad ha cambiado mucho, nuestras democracias contempor¨¢neas pueden degenerar, entre otras formas corruptas, en partitocracia y en populismo, no muy alejadas de las ideas de oligarqu¨ªa y demagogia de las que hablaba Arist¨®teles.
La democracia hoy, en su esencia, sigue siendo, efectivamente, el gobierno del pueblo. Ahora bien, la democracia no es una finalidad sino un simple instrumento, el m¨¢s adecuado, la mejor forma de gobernar un Estado, o la peor a excepci¨®n de todas las dem¨¢s, como ir¨®nicamente dijo, al parecer, Winston Churchill. Porque, recordemos, la finalidad de todo Estado ¡ªde toda estructura pol¨ªtica, tambi¨¦n las supraestatales (como la UE) y las infraestatales (como las CC?AA y municipios)¡ª es asegurar la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos mediante la garant¨ªa de los derechos civiles, pol¨ªticos y sociales que figuran en los textos constitucionales. Es decir, la democracia determina el sujeto del poder pol¨ªtico y los l¨ªmites para ejercerlo, no su objetivo, que es la ¡°igual libertad¡± de todos. La democracia es, por tanto, una simple t¨¦cnica, un instrumento, para alcanzar este objetivo.
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Ese instrumento est¨¢ basado en tres grandes principios que son requisito indispensable para su buen funcionamiento: la representaci¨®n pol¨ªtica, la divisi¨®n de poderes y el pluralismo. Si alguno falla, el instrumento no sirve, la democracia queda inutilizada para la finalidad que se propone.
La representaci¨®n pol¨ªtica significa que los ciudadanos, mediante elecciones y por un tiempo limitado, otorgan a determinadas personas, de forma directa o indirecta, el poder pol¨ªtico. La divisi¨®n de poderes consiste, sustancialmente, en que el poder no est¨¢ concentrado sino que las diversas funciones del Estado son ejercidas por ¨®rganos distintos, los cuales, adem¨¢s, se controlan mutuamente. El pluralismo presupone que en la sociedad coexisten diversos intereses, valores e ideas que deben ser reconocidos y protegidos porque son un valor en s¨ª mismos, dado que en todo sistema democr¨¢tico la discrepancia y la contraposici¨®n de opiniones son la fuente previa a toda decisi¨®n pol¨ªtica y un requisito necesario para que resulte acertada. Un reflejo imprescindible del principio pluralista son los partidos pol¨ªticos que, a nuestros efectos, adquieren una especial relevancia.
Representaci¨®n, divisi¨®n de poderes y pluralismo son, por tanto, los principios indispensables que configuran a las democracias. Pues bien, la partitocracia y el populismo, desde ¨¢ngulos distintos, vulneran algunos de estos principios y, por esta raz¨®n, desnaturalizan la idea de democracia, la corrompen y la pervierten. En apariencia las formas son democr¨¢ticas, en su funcionamiento el Estado deja de serlo porque el objetivo de la ¡°igual libertad¡± a la que antes nos refer¨ªamos no puede alcanzarse, dado que el instrumento es defectuoso y no sirve para la finalidad pretendida.
Cuando los partidos copan la Administraci¨®n p¨²blica, ponen la sociedad a su servicio
La partitocracia desvirt¨²a la divisi¨®n de poderes porque los concentra en los grandes partidos mayoritarios e impide la funci¨®n de control entre los distintos ¨®rganos estatales. Como hemos visto, los partidos pol¨ªticos son un efecto inevitable del principio pluralista. Hoy la democracia es una democracia de partidos, no de individuos aislados. Pero esta leg¨ªtima democracia de partidos se convierte en partitocracia cuando uno o varios de entre de ellos, desde luego los m¨¢s importantes, se ponen de acuerdo para ejercer un poder trasversal que se apodera de los distintos ¨®rganos del Estado e impide la posibilidad de controlarse mutuamente. La garant¨ªa para el buen funcionamiento democr¨¢tico que supone la divisi¨®n de poderes queda desactivada. Falla un principio esencial de la democracia.
Una primera consecuencia es que la Administraci¨®n p¨²blica no cumple con el mandato constitucional de servir a los intereses generales si los partidos copan, mediante los cargos de confianza que designan, la direcci¨®n de los ¨®rganos de la Administraci¨®n, arrinconando as¨ª a los funcionarios que ocupan sus plazas en virtud de los principios constitucionales de m¨¦rito y capacidad. Esta Administraci¨®n es la que debe conceder permisos y subvenciones a las empresas, asociaciones y particulares, entre ellos otorga las licencias a los medios de comunicaci¨®n audiovisual. As¨ª, pone la sociedad a su servicio en lugar de estar ellos al servicio de la sociedad.
Si a?adimos que son estos mismos partidos quienes designan a los miembros de ¨®rganos constitucionales (Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Defensor del Pueblo, Tribunal de Cuentas) y a los ¨®rganos reguladores (Banco de Espa?a, Mercado de la Competencia, Consejos de RTV, etc¨¦tera), que por su naturaleza deben ser independientes, se ve claro que los poderes tienen un amplio campo para ser ejercidos sin frenos ni contrapesos, sin controles. El principio de divisi¨®n de poderes se vulnera y todo el edificio del Estado democr¨¢tico de derecho queda seriamente da?ado.
La soluci¨®n no es la de los populistas, que cambian de forma sustancial el sistema en su conjunto
Los populismos suelen surgir como reacci¨®n frente a las partitocracias y, a veces, acaban destruyendo a la democracia misma al sustituir los principios de representaci¨®n pol¨ªtica, divisi¨®n de poderes y pluralismo por sus contrarios: consultas directas a los ciudadanos, concentraci¨®n de poderes y partido ¨²nico o liderazgos carism¨¢ticos.
De entrada, dividen a la sociedad en dos partes, las ¨¦lites y el pueblo. Pero a condici¨®n de que s¨®lo es el pueblo quien est¨¢ legitimado para gobernar y la mejor forma de hacerlo es la consulta directa, sin mediar representaci¨®n alguna. De ah¨ª que la buena democracia sea la llamada democracia participativa, aunque los participantes sean una peque?a fracci¨®n del pueblo. De ah¨ª la importancia que se da a las manifestaciones callejeras, consultas y referendos, considerados como la expresi¨®n de la voluntad del pueblo aut¨¦ntico. Al final, es el l¨ªder m¨¢ximo (siempre bueno, justo y honrado) quien tiene capacidad para interpretar esta voluntad. Los populismos suelen derivar en dictaduras, de uno u otro signo.
La partitocracia es una forma corrupta de democracia porque vulnera el principio de divisi¨®n de poderes y desvirt¨²a todos los dem¨¢s. Pero la soluci¨®n no es el populismo, que arrasa con todos los principios democr¨¢ticos y cambia de forma sustancial el sistema en su conjunto. La soluci¨®n est¨¢ en la regeneraci¨®n democr¨¢tica de las instituciones mediante una reforma que haga respetar los principios: una buena democracia representativa, una verdadera divisi¨®n de poderes y un respeto al pluralismo. Frente a las formas degeneradas y corruptas, las soluciones regeneradoras y reformistas.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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