Guaran¨ª, el pueblo que muere sin sus tierras
Los ind¨ªgenas guaran¨ªes llevan a?os encarando el desplazamiento forzado, la marginaci¨®n y los ataques de terratenientes
Ocurri¨® una noche de Navidad cuando un l¨ªder del pueblo guaran¨ª-kaiow¨¢ quiso regresar a las tierras de las que hab¨ªan sido expulsados hac¨ªa unos d¨ªas. Quer¨ªa recoger algo de su huerto para dar de comer a su familia y as¨ª se lo explic¨® al pistolero que custodiaba la entrada de la hacienda y que no dud¨® en matarlo a tiros en el momento que atraves¨® la linde. Al l¨ªder ind¨ªgena lo acompa?aba su hijo, que no pudo volver a dormir aterrorizado por el recuerdo. Aguant¨® 15 d¨ªas antes de colgarse de un ¨¢rbol. Solo ten¨ªa 12 a?os.
La historia la cuenta el portavoz guaran¨ª Tonico Ben¨ªtez despu¨¦s de visitar el ¨²ltimo campamento ind¨ªgena improvisado en los m¨¢rgenes de la carretera que va de Dourados a Campo Grande, en el Estado brasile?o de Mato Grosso do Sul. En cuatro barracas construidas con pl¨¢sticos negros se han instalado los miembros de una familia que fue expulsada de sus tierras, ubicadas justo enfrente, hace unos meses. Su cacique, Damiana Cavanha, recibe al que llega cantando y danzando su ritual de bienvenida ignorando el ensordecedor ruido del tr¨¢fico. La miseria del asentamiento evoca sin duda los suicidios de todo su pueblo.
La organizaci¨®n defensora de los derechos ind¨ªgenas Survival International resume as¨ª este sufrimiento en el libro Somos Uno: ¡°De los guaran¨ªes brasile?os que se han suicidado, el m¨¢s joven ten¨ªa solo nueve a?os. Durante los ¨²ltimos cien a?os, su pueblo, uno de los primeros en entrar en contacto con los europeos, ha perdido pr¨¢cticamente la totalidad de su tierra. En la actualidad, viven hacinados en territorios diminutos rodeados de enormes plantaciones de ca?a de az¨²car, mientras que otros acampan bajo lonas junto a polvorientas cunetas¡±.
El despojo de sus tierras es lo que ha hundido en la desesperaci¨®n al pueblo ind¨ªgena m¨¢s numeroso de Brasil, con alrededor de 50.000 guaran¨ªes, cargando adem¨¢s con el triste r¨¦cord de ser uno de los grupos con la tasa m¨¢s alta de suicidios. Los datos extraoficiales ¡ªlos que han ido recogiendo los afectados¡ª aseguran que han sido m¨¢s de 1.000 los guaran¨ªes hombres, mujeres y ni?os que se quitaron la vida en los ¨²ltimos 20 a?os, casi siempre de la misma forma: ahorcados en la rama de un ¨¢rbol. Podr¨ªan ser m¨¢s, porque los registros oficiales m¨¢s recientes de la Fundaci¨®n Nacional de la Salud ¡ªque datan del 2000 al 2008¡ª, hablan de 410 suicidios solo durante esos ocho a?os, siendo muchos de los fallecidos adolescentes.
En el asentamiento de Damiana, una gallina medio desplumada ¡ªla ¨²nica que pudieron cargar cuando la polic¨ªa los desaloj¨® de sus terrenos¡ª? va de un lado para otro entre el poco espacio que queda entre chabola y chabola. Mientras, los ni?os intentan divertirse,?subidos a un columpio amarrado a un ¨¢rbol, y sofocados por esa amargura que lo impregna todo. ¡°Nuestros cultivos, nuestras casas, nuestros animales est¨¢n all¨ª", asegura la cacique se?alando con el dedo el otro lado de la carretera. "Y sobre todo, nuestro cementerio. No podemos abandonar a nuestros muertos¡±, lamenta llorando mientras sujeta su escu¨¢lido tocado sin plumas. Ya no quedan bosques, tampoco los p¨¢jaros que habitaban en ellos y que abastec¨ªan con sus colores la artesan¨ªa ind¨ªgena. Ahora, apenas sirven las plumas que se les caen a sus gallinas o un poco de lana descolorida.
De los guaran¨ªes brasile?os que se han suicidado, el m¨¢s joven ten¨ªa solo nueve a?os, seg¨²n Survival International
Los guaran¨ªes no suelen irse muy lejos cuando son expulsados de sus tierras: se instalan en los bordes de la carretera m¨¢s cercana, como es el caso de comunidad Apika¡¯i de Damiana. Seg¨²n Tonico Ben¨ªtez, hay familias que llevan m¨¢s de 30 a?os viviendo en las orillas de las calzadas. ¡°Esperaremos aqu¨ª hasta que nos dejen regresar a nuestras tierras, nosotros no queremos vivir de las ayudas de la Funai (Funda??o Nacional do Indio)¡±, afirma Damiana con rabia pero casi resignada ante una situaci¨®n que su pueblo ya ha vivido demasiadas veces. La tarde va cayendo en la comunidad y Damiana y su hijo mayor muestran cada vez m¨¢s signos de embriaguez pese a que no se ve ninguna botella de alcohol fuera de las barracas. El alcoholismo que sufren muchos guaran¨ªes se trata de ocultar en vano como se intenta, tambi¨¦n en vano, esconder la desesperaci¨®n y la tristeza que acarrean los desalojos, la marginaci¨®n de su pueblo o los ataques y los asesinatos que sufren sus l¨ªderes.
Survival International lleva a?os denunciando la situaci¨®n de los guaran¨ªes ante la ONU. ¡°La mayor¨ªa de las veces, la separaci¨®n de sus tierras ancestrales resulta catastr¨®fica. Cuando se pierde el control sobre la tierra, o cuando se impide que la utilicen de acuerdo con sus tradiciones, a largo plazo la salud f¨ªsica y mental sufre mucho¡±, ha recordado en varias ocasiones la ONG.
Una historia marcada por la resistencia
Pese a su situaci¨®n actual, la historia de los guaran¨ªes es una historia marcada hasta el d¨ªa de hoy por la resistencia. Habitan desde hace m¨¢s de 2.000 a?os en la zona fronteriza de Brasil, Paraguay y Argentina. Los guaran¨ªes brasile?os se dividen en tres grupos: los kaiow¨¢, los ?andeva y los m¡¯bya. Y ha sido en el estado de Mato Grosso do Sul donde se han concentrado los problemas, porque all¨ª llegaron a vivir en ¡°una extensi¨®n de 350.000 kil¨®metros cuadrados de bosques y llanuras¡±, seg¨²n explica Survival.
¡°Despu¨¦s de la guerra con Paraguay en 1890, el Gobierno brasile?o ignor¨® la presencia ind¨ªgena en la zona y comenz¨® a vender la tierra como si all¨ª no viviera nadie¡±, asegura el portavoz Tonico Ben¨ªtez. Desde entonces, los guaran¨ªes han sido reducidos a la mitad.
Casi un siglo despu¨¦s de esa guerra, entre 1960 y 1990, fue cuanto la selva del sur del estado brasile?o fue destruida para crear extensos cultivos de soja y ca?a de az¨²car o haciendas de ganado. Los ind¨ªgenas fueron desalojados r¨¢pidamente, muchas veces con violencia, de sus poblados. Fueron obligados a vivir en reservas, tambi¨¦n conocidas como campos de desplazados y a las que, hasta el d¨ªa de hoy, los guaran¨ªes siguen llamando "chiqueros, pocilgas".
El informe Guaran¨ª Ret?, que estudia a esta etnia, explica que para ellos ¡°esto signific¨®? la destrucci¨®n de su mundo. Ellos eran habitantes de la selva, viv¨ªan en la selva y de la selva. Todos sus conocimientos, desde niveles muy pr¨¢cticos sobre plantas y animales hasta su cosmovisi¨®n y espiritualidad, estaban vinculados al bosque¡±.
Estos cambios causaron entre los guaran¨ªes, seg¨²n la misma investigaci¨®n, ¡°desequilibrio y desesperaci¨®n que se ha manifestado a trav¨¦s del alcoholismo, un aumento de la violencia interna en las reservas y el aumento de los suicidios, especialmente a partir de los a?os noventa¡±.
Las familias se instalan indefinidamente en los m¨¢rgenes de las carreteras cuando son expulsados de sus tierras
Los guaran¨ªes se han resistido desde el principio a vivir hacinados en reservas y pese a esta oposici¨®n, un 65% de la poblaci¨®n ind¨ªgena en Mato Grosso do Sul vive confinado. Para Ben¨ªtez, que naci¨® en una de ellas, el problema de mantenerlos en estas peque?as ¨¢reas es que los l¨ªderes "pierden el liderazgo, quedan reducidos a nada, y con ellos sus rituales. Entonces surgen enfrentamientos entre las familias precisamente por esta falta de papeles de mando¡±.
Por esta raz¨®n, regresan una y otra vez a sus campos. El mayor obst¨¢culo sigue siendo la demarcaci¨®n de las tierras ancestrales que contin¨²a generando conflicto entre el Gobierno, los terratenientes y las comunidades ind¨ªgenas. Una vez demarcada la tierra, los moradores actuales ¡ªsi no son ind¨ªgenas¡ª deben salir de las tierras previo pago de una indemnizaci¨®n estatal. Sin embargo, el conflicto ha llevado esa demarcaci¨®n hasta el Supremo, que deber¨ªa decidir, pero mientras se retrasa la decisi¨®n judicial los ind¨ªgenas son expulsados de sus tierras una y otra vez, condenados a vivir en las carreteras.
Hay familias que ocupan y resisten todo lo que pueden en los territorios demarcados y considerados guaran¨ªes, pero siempre bajo la amenaza de los propietarios de los monocultivos o el ganado que los rodea m¨¢s all¨¢ de ese peque?o espacio del que hacen uso. La comunidad Tey Ku¨º, localizada en el municipio de Caarap¨®, fue atacada este verano despu¨¦s de que los ind¨ªgenas ocuparan una hacienda ubicada en sus tierras ancestrales. Seg¨²n el Ministerio P¨²blico Federal de Mato Grosso do Sul, unas doscientas personas en 40 camionetas y coches cercaron la comunidad guaran¨ª y comenzaron a disparar contra un grupo de 40 a 50 ind¨ªgenas. La escaramuza dej¨® un muerto y varios heridos, entre ellos un ni?o de 12 a?os. Un mes despu¨¦s se produjo un nuevo ataque que cost¨® otros tres heridos.
A la entrada de la hacienda donde resiste este grupo de ind¨ªgenas, la tumba del joven asesinado recibe a los visitantes marcada con una bandera de Brasil manchada con su sangre y que ondea dada la vuelta en lo alto del m¨¢stil. Antes de contar su tragedia, los guaran¨ªes ¡ªsin rendirse al sol inclemente¡ª cumplen primero con sus rituales de bienvenida cantando y danzando a los que se une Tonico Ben¨ªtez entrando en el c¨ªrculo que forman agarrados de la mano. ¡°La noche del ataque recib¨ª m¨¢s de 500 llamadas de los guaran¨ªes que viven en estas aldeas y que constituyen un grupo de casi 7.000 personas¡±, explica el portavoz ind¨ªgena, que en los ¨²ltimos a?os ha potenciado el uso de m¨®viles como herramienta para las denuncias.
Ben¨ªtez rememora el dolor de aquella noche sentado bajo la sombra de un ¨¢rbol despu¨¦s de compartir el almuerzo con esa comunidad que conf¨ªa en ¨¦l para liderar su lucha. ¡°Cuando los guaran¨ªes entendieron que estaban siendo atacados, dejaron todo lo que estaban haciendo y se dirigieron con los arcos tensados y la flecha lista hacia la zona del ataque. La polic¨ªa estaba all¨ª y no hac¨ªa nada por ayudarlos, entonces los ind¨ªgenas quemaron uno de sus coches y ataron a dos agentes; despu¨¦s, cercaron todas las tierras para impedir la entrada de m¨¢s pistoleros¡±, recuerda. Nada se pudo hacer esa noche, pero la investigaci¨®n ha continuado desde entonces, seg¨²n el Ministerio Publico Federal del Estado. Una gran esperanza para el pueblo guaran¨ª que lleva muchos a?os sufriendo con la impunidad con la que act¨²an sus agresores.
El pueblo guaran¨ª habita desde hace m¨¢s de 2.000 a?os en la frontera de Brasil, Paraguay y Argentina
Este y otros ataques contras ellos tambi¨¦n han sido condenados por la relatora especial sobre los derechos de los pueblos ind¨ªgenas de la ONU, Victoria Tauli-Corpuz, que visit¨® Brasil en marzo de 2016 para evaluar la situaci¨®n de los ind¨ªgenas brasile?os. Pese a su informe con denuncias y recomendaciones posteriores, pocos pasos se han dado desde el Gobierno central.
Si las tierras siempre son valiosas, en Mato Grosso do Sul, uno de los Estados m¨¢s productivos de Brasil, ese valor se multiplica. Precisamente por esos intereses econ¨®micos los guaran¨ªes se enfrentan a un fuerte rechazo social y son tachados de violentos, salvajes, invasores, ladrones o animales, entre otras muchas descalificaciones. Tonico Ben¨ªtez asegura que a¨²n hoy tiene que explicarle a mucha gente que ellos son seres humanos. ¡°Ustedes necesitan comer, necesitan dormir, ir al ba?o¡ Nosotros tambi¨¦n¡±, le dijo una vez a un juez, que a su vez le pregunt¨® por las diferencias y ¨¦l respondi¨®: ¡°Ustedes tienen los recursos y nosotros no tenemos nada. Ustedes est¨¢n financiados por el Gobierno, pese a que nosotros ya est¨¢bamos aqu¨ª cuando llegaron y nos lo robaron todo¡±. Le gusta, pese a todo, dejar bien claro que quiz¨¢s son diferentes en algunas cosas, pero con los mismos vicios y virtudes que el resto de los seres humanos. Ni m¨¢s ni menos.
En las aldeas, con el paso de los d¨ªas se observa algo muy distinto: su visi¨®n espiritual del mundo y de su entorno; y algo particularmente igual: el sufrimiento, el resentimiento y la desesperaci¨®n para enfrentarse al despojo. Su forma de interpretar el mundo se puede resumir en esta declaraci¨®n que hizo una joven guaran¨ª a Survival: ¡°Nosotros, los ind¨ªgenas, somos como las plantas. ?C¨®mo vamos a vivir sin nuestro suelo, sin nuestra tierra?¡± Su dolor est¨¢ en la respuesta, que para Tonico Ben¨ªtez siempre ha sido la misma: vivir y luchar, aunque sea a la desesperada.
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