A la deriva en el nuevo siglo de Trump
La crisis financiera de 2008 dispuso las piezas para el desmoronamiento de hoy
El historiador brit¨¢nico Eric Hobsbawm denomin¨® ¡°corto siglo XX¡± al periodo comprendido entre el asesinato del archiduque Francisco Fernando en 1914 y el desplome de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1991. Para Hobsbawm, el final de la Guerra Fr¨ªa marc¨® el inicio de una nueva era en las relaciones internacionales.
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Hoy, con mayor perspectiva, debemos revisar esta conceptualizaci¨®n. M¨¢s que suponer una ruptura con respecto al pasado, el cuarto de siglo que sucedi¨® a la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn fue una continuaci¨®n ¡ªde hecho, la culminaci¨®n¡ª de lo que lo precedi¨®. Por el contrario, la toma de posesi¨®n de Donald Trump como presidente de Estados Unidos s¨ª representa una categ¨®rica ruptura con el pasado: el largo siglo XX ha terminado.
Como en 1914, todav¨ªa es pronto para vislumbrar qu¨¦ vendr¨¢ despu¨¦s. Desde la victoria electoral de Trump se dice que el mundo volver¨¢ a las esferas de influencia propias del siglo XIX con EE.UU, Rusia, China y, s¨ª, Alemania como actores principales con sus respectivas ¨¢reas de proyecci¨®n en el contexto de un sistema internacional crecientemente balcanizado.
Y el bronco discurso inaugural de Trump parece reforzar esta idea al reivindicar el ¡°derecho de toda naci¨®n a situar sus intereses primero¡±. Pero, por mucho que la Am¨¦rica de Trump lo pretenda, en el mundo interconectado de hoy no es posible la marcha atr¨¢s en el tiempo. Como ha destacado en Davos el presidente de China, Xi Jinping ¡ªhoy, por defecto, principal abanderado de la globalizaci¨®n¡ª, ¡°queramos o no, la econom¨ªa global es un gran oc¨¦ano del que no se puede escapar¡±.
El arquetipo del caudillo, hoy en ascenso, no se corresponde con el patr¨®n del futuro. Es, al contrario, el ¨²ltimo estertor de una ¨¦poca agotada, el refrito nost¨¢lgico de un modelo obsoleto. Con el auge de actores no estatales, asistimos a la desagregaci¨®n e hibridaci¨®n de la gobernanza, mientras las nuevas tecnolog¨ªas, y en particular la inteligencia artificial, apenas comienzan a imprimir su huella. Estas tendencias anuncian la emergencia de un modelo internacional radicalmente diferente tanto del cl¨¢sico ¡°equilibrio de poder¡± del siglo XIX como de la ¡°comunidad internacional¡± del XX.
En 1994, Hobsbawm afirm¨®: ¡°No cabe duda de que el final de los a?os 1980 y el principio de los 1990 constituyen el fin de un periodo y el inicio de una nueva era en la historia universal¡±. Pero hoy resulta evidente que el cap¨ªtulo vivido entre principios de los 1990 y la actualidad supone la culminaci¨®n de la etapa iniciada en Sarajevo en 1914.
No podemos ni quedarnos paralizados ni volver al mundo de ayer
En este periodo se edific¨® gradualmente el orden internacional liberal, primero en un intento frustrado tras la I Guerra Mundial ¡ªmaterializado en la maltrecha Sociedad de Naciones¡ª y despu¨¦s, tras la segunda gran contienda, con la fundaci¨®n de Naciones Unidas y las instituciones de Bretton Woods. Fue en el periodo posterior a la Guerra Fr¨ªa cuando, con la ca¨ªda de las barreras para que democracia y libre mercado se extendieran por el planeta, este sistema alcanz¨® su momento de esplendor; se abri¨® un paraguas moral sobre el orden westfaliano existente y se cre¨® una estructura universal que foment¨® la cooperaci¨®n de los Gobiernos nacionales en pos del progreso.
Durante gran parte del siglo XX, solo un grupo reducido de pa¨ªses particip¨® de esta gran empresa que, solo con el fin de la Guerra Fr¨ªa, qued¨® al alcance de todos. Sin embargo, este orden moral pierde el punto de anclaje y parte a la deriva precisamente cuando alcanza a proyectarse globalmente. El libre mercado y la prosperidad material, anta?o entendidos como medios para un fin m¨¢s elevado, se hab¨ªan convertido en fines en s¨ª mismos. La crisis financiera internacional de 2008 puso de manifiesto las carencias morales de este enfoque y dispuso las piezas para el desmoronamiento de hoy.
Todo esto ya forma parte del pasado. El mundo ha soltado amarras de un sistema fundado en normas y en la idea del progreso universal propio de la Ilustraci¨®n. Tres planteamientos llaman nuestra atenci¨®n. El primero supone una vuelta al nacionalismo y al localismo reconocibles en la promesa inaugural de Trump: ¡°A partir de hoy, Am¨¦rica primero¡±; o en el discurso que la primera ministra brit¨¢nica, Theresa May, dirigi¨® a la Little England: ¡°Si te crees ciudadano del mundo, en realidad eres ciudadano de ninguna parte¡±.
En el segundo escenario, defendido por los l¨ªderes de la Uni¨®n Europea, el futuro ser¨ªa una mera continuaci¨®n del siglo XX, si acaso con m¨¢s florituras ret¨®ricas. El tercero, el m¨¢s extendido quiz¨¢s, y con la expulsi¨®n del para¨ªso y el temor al acechante apocalipsis como tel¨®n de fondo, pregona ponerse a cubierto, la huida individual del compromiso ciudadano.
Ninguna de estas respuestas es satisfactoria. No podemos ni quedarnos paralizados ni volver al mundo de ayer; y todav¨ªa no sabemos qu¨¦ nos deparar¨¢ el mundo de ma?ana. Los marinos, cuando no cabe utilizar cartas de navegaci¨®n, navegan a vista. Hoy estamos en esa situaci¨®n. Hasta que el mundo no recupere el rumbo, debemos evitar tanto caminos azarosos como dejar que la corriente nos lleve.
Por el contrario, se requieren actos decididos y concretos para hacer frente a los problemas tangibles y discernibles de la gobernanza y las pol¨ªticas p¨²blicas. Mientras avanzamos en este mundo nuevo y ¨¢spero, debemos retomar el concepto de prop¨®sito com¨²n ¡ªa la espera de que la niebla se disipe¡ª.
El ascenso de Trump al poder marca el inicio de una ¨¦poca en la historia universal, un nuevo ¡°siglo¡± geopol¨ªtico. Nadie puede asegurar si vienen tiempos de armon¨ªa o conflicto, de avance o retroceso. Pero, antes de aprestarnos a grandes exploraciones, deberemos dirigirnos hacia aguas remansadas.
Ana Palacio, exministra de Exteriores de Espa?a y ex vicepresidenta primera del Banco Mundial, es miembro del Consejo de Estado de Espa?a.
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