Ricardo Sicre, la huella de un agente secreto
Fue esp¨ªa de EE UU en la Espa?a franquista durante la II Guerra Mundial. Un exiliado republicano que termin¨® su vida como un millonario, amigo de los poderosos del r¨¦gimen y anfitri¨®n en Madrid de las estrellas de Hollywood.
Su primera misi¨®n como agente secreto fue entrar clandestinamente en la Embajada de Espa?a en Washington y reventar la caja fuerte de la misi¨®n diplom¨¢tica franquista, donde se guardaban claves telegr¨¢ficas para comunicarse con Madrid, y averiguar las intenciones de Espa?a en la Segunda Guerra Mundial. Ricardo Sicre se camel¨® a una secretaria de la Legaci¨®n y cumpli¨® las ¨®rdenes que le hab¨ªan dado. Aunque el riesgo era alto ¨Clos americanos le advirtieron de que, en caso de ser descubierto, no podr¨ªan mover un dedo por salvarle¨C, el esp¨ªa pas¨® la prueba con nota.
Hijo del m¨¦dico de Bellver de Cerdanya, un pueblecito leridano de 2.000 habitantes, militante de Esquerra Republicana, esp¨ªa de la OSS ¨Cla agencia precursora de la CIA¨C y exitoso hombre de negocios durante la dictadura de Franco. Ese es el resumen de la apasionante vida de Ricardo Sicre, aunque su trayectoria a lo largo de medio siglo est¨¢ llena de misterios. ¡°Mi padre fue una persona fuera de lo normal porque vivi¨® una ¨¦poca excepcional. No estudi¨® porque cuando ten¨ªa 17 a?os estall¨® la guerra. Pero ten¨ªa una cabeza privilegiada¡±, recuerda uno de sus cuatro hijos, Emilio Sicre, en el sal¨®n de su chal¨¦ de Port de Pollen?a, en Mallorca. Ofrece caf¨¦ con leche, ensaimada. Le acompa?a en el sal¨®n uno de sus 10 perros. En la estancia hay un piano de cola y multitud de libros de historia. Junto a los sof¨¢s sobresalen dos colmillos de elefante, un trofeo de caza con el que se retrat¨® su padre en Kenia, en 1958. La imagen forma parte de un documental de 2013 titulado Agente Sicre, el amigo americano, que relataba la vida de este hombre que pas¨® del idealismo al pragmatismo y falleci¨® en 1993. La pel¨ªcula contaba, entre otros episodios, c¨®mo durante la Segunda?Guerra Mundial Sicre reclut¨® a comunistas espa?oles exiliados en el norte de ?frica para introducirlos en Espa?a como agentes secretos. Es solo una parte del relato que Pablo Azor¨ªn Williams y Marta Hierro, directores del documental, han convertido en una secuela bajo el nombre de Esp¨ªas en la arena. Objetivo Espa?a.
Si se juntaran las dos pel¨ªculas en una sola gran producci¨®n, el relato comenzar¨ªa en la guerra civil espa?ola, en la que Sicre milit¨® con el bando republicano. ¡°Era una ¨¦poca muy abierta, liberal y progresista. Todos estaban emocionados, los sistemas educativos eran muy avanzados y la cultura muy creativa¡±, describe su hijo Emilio. En 1937, cumplida la mayor¨ªa de edad, Sicre fue reclutado y enviado al frente. Dos a?os m¨¢s tarde, con la guerra perdida, huy¨® al sur de Francia. All¨ª fue a parar a un campo de refugiados: ¡°Hab¨ªa diarrea, enfermedades¡, mor¨ªan a diario. Por suerte, mi padre ten¨ªa un amigo que se lig¨® a una enfermera inglesa y gracias a ella lograron huir a Reino Unido¡±.
Mientras, miles de republicanos se agolpaban en el puerto de Alicante esperando el momento de huir al norte de ?frica. En barcos como el Stanbrook escaparon algunos de los espa?oles fieles a la Rep¨²blica a los que Sicre reclutar¨ªa a?os m¨¢s tarde. En la Argelia bajo dominio franc¨¦s, muchos fueron forzados por el r¨¦gimen colaboracionista de Vichy a trabajar en la construcci¨®n del ferrocarril Transahariano. Hasta la invasi¨®n de los Aliados en 1942, permanecieron prisioneros.
Nada m¨¢s llegar exiliado a Reino Unido a principios de los a?os cuarenta, Sicre fue reclutado para la Home Guard, una fuerza civil que ten¨ªa que resistir a una m¨¢s que probable invasi¨®n alemana. Al mismo tiempo, trabajaba en una peluquer¨ªa. En aquellos d¨ªas conoci¨® a uno de sus grandes amigos, el escritor y poeta Robert Graves, al que comunic¨® su enorme inter¨¦s de marchar a Estados Unidos. ¡°Mi padre no estaba dispuesto a vivir otra guerra, as¨ª que se enrol¨® en un barco con destino a Nueva York como pinche de cocina¡±, relata Emilio. Seg¨²n su testimonio, al llegar a EE UU, Sicre se tir¨® al mar antes de que el barco atracase en Ellis Island y las autoridades comprobaran su documentaci¨®n. Lleg¨® a la costa sin papeles y con lo puesto. Solo contaba con los contactos que su amigo Graves le hab¨ªa proporcionado, personas involucradas en movimientos de izquierda.
Todos estaban controlados por la polic¨ªa estadounidense y no pas¨® mucho tiempo hasta que las autoridades localizaron a Ricardo Sicre y descubrieron su pasado como miliciano republicano. Le detuvieron, le interrogaron y le ofrecieron dos ¨²nicas opciones: ser extraditado a Espa?a, donde ir¨ªa a prisi¨®n, o¡ colaborar con EE?UU en labores de espionaje. Eligi¨® la segunda. Estados Unidos ten¨ªa motivos para andar preocupado con Espa?a. M¨¢s a¨²n cuando entraron en la II?Guerra Mundial en 1941. En el frente europeo, Franco se manten¨ªa neutral, pero Washington y Londres tem¨ªan que se uniera al Eje y peligraran Gibraltar, el Estrecho y el control del Mediterr¨¢neo.
Frente a ese escenario estrat¨¦gico, los Aliados dise?aron, en primer lugar, la Operaci¨®n Torch, que supuso el ?desembarco de 70.000 soldados en las costas de Marruecos y Argelia. En tan solo ocho d¨ªas, se hicieron con el control del territorio y aseguraron la orilla sur del Mediterr¨¢neo para la causa de los Aliados. Entre los miles de soldados desplegados en el norte de ?frica se encontraba Ricardo Sicre, que se hab¨ªa convertido en Richard Sickler. Bajo esa doble personalidad se escond¨ªa un agente de la Office of Strategic Services, la OSS, fundada a instancias de Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos, descontento con los servicios secretos de la Army y la Navy, en seria crisis de credibilidad tras el fiasco de Pearl Harbor, el ataque rel¨¢mpago de la aviaci¨®n japonesa sobre la flota estadounidense que supuso la entrada de EE?UU en la II?Guerra Mundial.
Con el Mediterr¨¢neo sur en sus manos, los norteamericanos y brit¨¢nicos dise?aron a continuaci¨®n la Operaci¨®n Backbone, un plan para invadir Espa?a en caso de que Franco entrara en guerra junto a Hitler. Aquella misi¨®n estaba muy bien vista por el Partido Comunista de Espa?a, que, aunque se encontraba en las ant¨ªpodas ideol¨®gicas de EE?UU y Reino Unido, compart¨ªa un mismo objetivo con los Aliados: el derrocamiento de Franco. Dentro de aquella estrategia, unos y otros colaboraron para reclutar a los espa?oles republicanos que acababan de ser liberados de los campos de concentraci¨®n argelinos. La idea pasaba por montar una red de espionaje de la OSS ¨Cal frente de la cual estaban Donald Downes y Ricardo Sicre¨C en Espa?a. Se planificaron siete operaciones con nombres en clave: todas eran frutas, que se correspond¨ªan con siete ciudades espa?olas. Solo dos se llevaron a cabo: Banana, en M¨¢laga, y Albaricoque, en Melilla.
Gran V¨ªa madrile?a. Finales de 2016. Jean-Fran?ois Bueno, de 68 a?os, sonrisa perenne, bajito, moreno, ha viajado desde Marsella para acudir al estreno de Esp¨ªas en la Arena. Objetivo Espa?a. Bueno vivi¨® en Or¨¢n (Argelia) hasta los 17 a?os. Su padre, Francisco Bueno, un republicano malague?o, era uno de los agentes que reclut¨® Sicre en el norte de ?frica para trabajar en favor de los Aliados. ¡°Ricardo convenci¨® a mi padre de la operaci¨®n¡±, cuenta hoy. La OSS sab¨ªa qu¨¦ personas necesitaba como agentes. Francisco Bueno, entrenado durante la Guerra Civil en el Servicio Espa?ol de Informaci¨®n Perif¨¦rico, el contraespionaje de la Rep¨²blica, era un esp¨ªa con experiencia: ¡°Entre 1937 y 1939, mi padre se convirti¨® en un experto en adentrarse en las l¨ªneas fascistas y conseguir informaci¨®n¡±.
A lo largo de 1943, la OSS sigui¨® reclutando hombres y entren¨¢ndolos en territorio argelino, en connivencia con el PCE. Los tres primeros agentes enviados a Espa?a llegaron en junio de ese a?o a la costa malague?a para llevar a cabo la Operaci¨®n Banana a bordo del Prodigal, un barco de la Armada brit¨¢nica. A continuaci¨®n se inici¨® la fase Albaricoque, a trav¨¦s de la infiltraci¨®n en Melilla de otros dos comandos. Durante ese verano, la red de Sicre transmiti¨® informaci¨®n detallada a los Aliados. Una comunicaci¨®n que se interrumpi¨® cuando la radio desde la que emit¨ªan desde M¨¢laga se averi¨®. Desde el norte de ?frica, Downes y Sicre planearon un nuevo desembarco para enviar piezas de repuesto y m¨¢s material secreto. Sin embargo, el Prodigal no lleg¨® a puerto. Los brit¨¢nicos abandonaban as¨ª la operaci¨®n, dejando a los estadounidenses solos con sus agentes espa?oles contra Franco.
A partir de ese momento, Reino Unido y su embajador, Samuel Hoare, iban a apostar por la diplomacia. ¡°Lo subordinaron todo a los sobornos. El m¨¢s importante, con gran diferencia, fue a trav¨¦s del banquero Juan March. Compraron a varios generales franquistas, incluso al hermano del general Franco, Nicol¨¢s, para que influyeran sobre el jefe del Estado y le inclinaran a no entrar en la guerra al lado de la Alemania de Hitler¡±, explica el historiador ?ngel Vi?as en Esp¨ªas en la arena. En julio de 1943 los Aliados desembarcaron en Sicilia y en septiembre dieron el salto a Italia. Downes, que se encontraba entre ellos, abandonar¨ªa la Operaci¨®n Banana para ser sustituido por Franklin Holcomb. Sicre seguir¨ªa liderando su red de republicanos espa?oles, aunque estos nunca llegaron a saber su verdadera identidad y, menos a¨²n, su nacionalidad.
En aquel septiembre de 1943, Ricardo envi¨® a otros tres agentes hacia Espa?a en un segundo viaje a bordo de un barco franc¨¦s, dentro del dispositivo de la Operaci¨®n Banana. Francisco Bueno era uno de ellos. Era de M¨¢laga, conoc¨ªa cada recoveco de la costa y ten¨ªa contactos sobre el terreno. Le acompa?aban el comandante de tanques Jaime P¨¦rez Tapia y el radiotelegrafista Manuel Lozar. ?Desembarcaron con armas, una nueva radio y 50.000 pesetas (en aquella ¨¦poca, una fortuna), que entregaron al PCE. Durante dos meses, los esp¨ªas en territorio espa?ol se dedicaron a obtener y transmitir informaci¨®n.
Un d¨ªa, Francisco Bueno presinti¨® que algo iba mal. Como cada noche, fue a ver a su mujer a casa del padre de esta, en M¨¢laga. Una cortina de la vivienda estaba corrida y la luz encendida: se?al de peligro. Emprendi¨® la huida. Pero la Brigada Pol¨ªtico-Social detuvo a su esposa y a su suegro: les condenaron a 15 a?os de c¨¢rcel y a pena de muerte, respectivamente. Al final cumplir¨ªan 2 y 12 a?os de prisi¨®n tras la revisi¨®n de sus condenas.
En 1943 el PCE estaba dividido. Jes¨²s Monz¨®n era partidario de la alianza con los americanos. Por contra, Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo, desde el exilio en Mosc¨², ordenar¨ªan el cese inmediato de la colaboraci¨®n con los Aliados. Para ellos, EE?UU era un enemigo igual de peligroso que Franco. La puntilla a las operaciones de espionaje de la red Sicre lleg¨® cuando la polic¨ªa detuvo a un militante comunista, Antonio Rodr¨ªguez L¨®pez, conocido como El Chato, que delat¨® a decenas de agentes. Fueron cayendo uno tras otro. Doscientas personas fueron detenidas.
Llegaron los juicios sumar¨ªsimos y las condenas a muerte. En la c¨¢rcel de Alcal¨¢ de Henares, siete de los hombres de Sicre pensaron que Estados Unidos har¨ªa algo por salvarlos. Pero no fue as¨ª. Fueron fusilados como tantos otros prisioneros y enterrados en una fosa com¨²n, la n¨²mero 39 del cementerio alcala¨ªno. Entre los esp¨ªas ajusticiados estaba un compa?ero de Francisco Bueno en aquel desembarco de M¨¢laga de 1943: Manuel Lozar. En 2007, a ra¨ªz de la Ley de la Memoria Hist¨®rica, Jorge y Alfonso Lozar, sus sobrinos, comenzaron a interesarse por la historia de su t¨ªo Manolo, al que nunca hab¨ªan conocido, pero del que su madre conservaba cartas. Al tirar del hilo, consiguieron que en el Archivo de Defensa les dieran el expediente de la causa. Y descubrieron que Manuel Lozar hab¨ªa sido uno de aquellos esp¨ªas de la OSS fusilado por ¡°auxilio a la rebeli¨®n¡±.
En la ¨²ltima misiva que escribi¨® desde el penal de Alcal¨¢, Manuel Lozar se despide de su familia con un mensaje: ¡°Besos y valor¡±. Es consciente de que ni EE?UU ni el Partido Comunista del que es miembro han querido (o podido) hacer nada. Solo su madre realiz¨® un intento a la desesperada: ¡°Se ech¨® encima del coche de la mujer de Franco, Carmen Polo, llorando y dici¨¦ndole: ¡®?Usted es madre, yo soy madre, por favor!¡±, recuerda C¨¦sar Lozar, hermano del ejecutado. Despu¨¦s de su fusilamiento, la cabeza de familia trat¨® de proteger el apellido Lozar del esc¨¢ndalo y mand¨® callar: ¡°Impuso la ley del silencio. Que nadie se enterase de nada. Era el franquismo¡±.
¡°Lo triste de esta historia es que ellos lucharon por la libertad y la democracia, te¨®ricamente igual que los americanos y comunistas, pero estos les abandonaron¡±, sentencia Jorge Lozar. ¡°La Operaci¨®n Banana tuvo un efecto demoledor para mi padre¡±, asegura por su parte Emilio Sicre. ¡°Entr¨® en el juego de los servicios secretos, donde la vida tiene poco valor; lo que importa es lo que llaman en Am¨¦rica la foto grande¡±. Estados Unidos, en una posici¨®n de realismo pragm¨¢tico, decidi¨® no intervenir para salvar a sus agentes. Espa?a ya no supon¨ªa un peligro, Franco no iba a entrar en la guerra. El dictador acabar¨ªa siendo un aliado de los americanos (en 1953 se firmaban los Pactos de Madrid y EE?UU instal¨® sus bases en Espa?a).
En 1944, Sicre es trasladado al sur de Francia para desarticular la red de esp¨ªas nazis all¨ª infiltrados tras la retirada alemana. En su unidad trabajaba Betty Lussier, piloto brit¨¢nica de la Royal Air Force (RAF), a la cual hab¨ªa conocido en ?frica y de la que se enamor¨®. ¡°El roce hizo el cari?o y se casaron¡±, cuenta Emilio Sicre, hijo de ambos. Tras una breve estancia en EE?UU, la pareja lleg¨® a Espa?a para trabajar para la World Commerce Corporation, una compa?¨ªa dirigida por Frank Ryan, agente de la OSS. La empresa era un nido de esp¨ªas. ¡°Parece obvio que deb¨ªa estar ligada a la CIA ¨Cfundada en 1947, retom¨® las funciones de la vieja OSS¨C. Era una empresa, pero sus actividades eran una tapadera para otros objetivos¡±, dice el historiador ?ngel Vi?as.
Cementerio de Alcal¨¢ de Henares. Cristina Lozar Castillo, C¨¦sar Lozar Feliz y Jorge Gonz¨¢lez Lozar posan frente al lugar sin l¨¢pida en el que est¨¢ enterrado su t¨ªo, hermano y t¨ªo respectivamente, Manuel Lozar, esp¨ªa republicano, fusilado por el r¨¦gimen franquista el 16 de Enero de 1945 en el lugar.Carlos Spottorno
Sicre dud¨® en volver a Espa?a. ¡°Tem¨ªa las represalias que pudieran venir por su pasado republicano¡±, relata Emilio. Pero a trav¨¦s de un contacto en la Brigada Pol¨ªtico-Social tuvo la certeza de que no ir¨ªan tras ¨¦l. Era 1948. ¡°Mis padres fueron primero a Barcelona, que es donde (Ricardo) se sent¨ªa m¨¢s c¨®modo. Enseguida vio que el meollo de los negocios estaba en Madrid¡±. A partir de ah¨ª, y con muchos d¨®lares de la World Commerce, Sicre se dedic¨® a la exportaci¨®n e importaci¨®n. De arroz con Jap¨®n, de divisas con los emigrantes espa?oles en Am¨¦rica del Sur¡ M¨¢s adelante, trajo a Espa?a la pepsicola, el whisky JB, el gresite¡ Hizo fortuna, fue uno de los primeros en construirse una casa en La Moraleja, se compr¨® un barco¡ Y empez¨® a entablar relaciones con los m¨¢s poderosos. ¡°Conoc¨ªa a ministros, subsecretarios, directores generales¡ En torno a ¨¦l todo el mundo se forraba, los intermediarios, los funcionarios. Era una Administraci¨®n muy corrupta¡±, explica Vi?as.
Ricardo Sicre se convertir¨ªa en uno de los principales anfitriones de la vida social madrile?a de aquel entonces. Fiestas, cacer¨ªas, corridas de toros¡, siempre estaba ¨¦l detr¨¢s. ¡°Era muy habilidoso, socialmente encantador, y en aquel entonces hab¨ªa pocos americanos en Espa?a. Cuando empez¨® a surgir la industria del cine y llegaron todos esos actores y actrices¡, no ten¨ªan nada con qu¨¦ divertirse. Y aqu¨ª estaba Sicre, con una mansi¨®n en La Moraleja. Era el a?o 1958 y apenas hab¨ªa tres o cuatro chal¨¦s. Mi padre sab¨ªa entretener. Paul Newman, Charlton Heston y Ava Gardner ven¨ªan a nuestra casa. Tambi¨¦n Lola Flores a bailar. Organizaban tablaos. Era una sociedad muy elitista y cerrada¡±, explica Emilio, que vio pasar por su vida a todo tipo de personajes durante y despu¨¦s de la dictadura: Dal¨ª y Gala, Juan de Borb¨®n, Miguel Domingu¨ªn, Ernest Hemingway, Raniero de M¨®naco, Juan Antonio Samaranch, Narc¨ªs Serra, Rafael Alberti¡
¡°Para mi padre tuvo que ser una tragedia ver c¨®mo los americanos abandonaban a los esp¨ªas espa?oles. Tambi¨¦n tuvo que ser una desilusi¨®n ver c¨®mo los partidos de izquierdas se mataban entre ellos por una posici¨®n de poder¡±, resume Emilio Sicre. Sobre su madre, Betty ?Lussier, que a¨²n vive en Estados Unidos, dice que siempre fue ¡°una idealista pura¡±. Al contrario que Ricardo, del que se acab¨® separando cuando los hijos hab¨ªan terminado sus estudios. ¡°Mi padre ten¨ªa ideales que fue perdiendo y al final fue a lo pr¨¢ctico. Amigos de verdad ten¨ªa muy pocos. Eran m¨¢s bien relaciones que conven¨ªan mutuamente¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.