Amenazas a la libertad de prensa
La eliminaci¨®n de toda cr¨ªtica bien fundamentada es un objetivo prioritario del nuevo populismo en su prop¨®sito ¨²ltimo de liquidar nuestro sistema de valores y sustituir la democracia liberal por su ideolog¨ªa de revancha y odio
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca?ha supuesto la confirmaci¨®n m¨¢s rotunda del ¨¦xito de la demagogia, el nacionalismo y las ideolog¨ªas de odio que en los ¨²ltimos a?os han proliferado en distintas partes del mundo. Es muy posible que la corriente no se detenga ah¨ª. En varios pa¨ªses de Europa se va a poner a prueba muy pronto la fortaleza del actual sistema de democracia liberal frente a la acometida de proyectos igualmente extremistas, xen¨®fobos y populistas.
El crecimiento de ese fen¨®meno ha coincidido casi simult¨¢neamente en el tiempo con la crisis de los peri¨®dicos provocada por la revoluci¨®n tecnol¨®gica. Esto no significa que los cambios pol¨ªticos ocurridos en los ¨²ltimos a?os se expliquen exclusivamente por la p¨¦rdida de influencia de los diarios impresos y la aparici¨®n de medios de comunicaci¨®n alternativos. Pero s¨ª parece evidente que una cosa y otra est¨¢n estrechamente vinculadas, y que los peri¨®dicos estamos hoy obligados a hacer nuestro trabajo con menos recursos y en un entorno pol¨ªtico que representa una seria amenaza a la libertad de expresi¨®n y muy particularmente a la libertad de prensa.
Otros art¨ªculos del autor
Una de las caracter¨ªsticas de ese nuevo populismo en ascenso es su hostilidad con la prensa, especialmente con la prensa profesional. Con el pretexto de la presunta comuni¨®n entre los medios m¨¢s implantados y un perverso establishment, los pol¨ªticos que se presentan en defensa del pueblo, de la gente, de los de abajo frente a los de arriba, intentan antes que nada laminar la credibilidad de los peri¨®dicos con el objetivo de eliminar obst¨¢culos en su camino y dejar espacio a otros medios ¡ªconfidenciales, cuentas de redes sociales, blogs¡ª que ellos controlen y con los que puedan acceder sin intermediarios a su p¨²blico, a sus votantes.
Esta estrategia se ha hecho brutalmente obvia en Estados Unidos. En una reciente conferencia en Madrid, el director de The Washington Post, Martin Baron, detall¨® la lista de improperios que Trump hab¨ªa vertido en los ¨²ltimos meses contra los medios de comunicaci¨®n, de forma m¨¢s sistem¨¢tica contra el suyo propio y The New York Times: ¡°Asquerosos¡±, ¡°escoria¡±, ¡°la forma m¨¢s baja de vida¡±, ¡°enemigos¡±, ¡°basura¡±. Ha habido m¨¢s desde que nuestro colega pronunci¨® su discurso.
Se pretende arruinar el cr¨¦dito de los peri¨®dicos situ¨¢ndolos con desprecio en un rinc¨®n de la historia
No han sido muy diferentes los t¨¦rminos en que los l¨ªderes de un partido en Espa?a se han referido a la prensa y a EL PA?S en particular. Entre decenas de calumnias e insidias que evito enumerar para no ayudar a su difusi¨®n ¡ªla repetici¨®n de falsedades hasta convertirlas en verdad es una t¨¢ctica cl¨¢sica¡ª, voy a mencionar ¨²nicamente la campa?a en Twitter contra este peri¨®dico bajo el hashtag ¡°M¨¢quina de Fango¡± en noviembre pasado en respuesta a las informaciones sobre un discutido episodio de venta de una vivienda p¨²blica.
El prop¨®sito en todos los casos es evidente: destruido el prestigio y la credibilidad de los medios principales, nada de lo que ellos critiquen tendr¨¢ impacto entre mis seguidores. Le ha funcionado a Trump, que consigui¨® sobrevivir?al esc¨¢ndalo de sus agresiones sexuales a las mujeres y que ha evitado hasta ahora presentar la declaraci¨®n de impuestos que la prensa le ha reclamado. Y le ha funcionado a otros, que han podido despreciar sin aclarar las sospechas sobre sus fuentes de financiaci¨®n.
Hay muchos casos similares en otros pa¨ªses con diferente orientaci¨®n ideol¨®gica ¡ªla Polonia de Kaczynski, la Argentina de Kirchner, la Italia de Berlusconi son algunos de ellos¡ª, todos con los mismos componentes: pol¨ªticos pretendidamente antisistema, medios de comunicaci¨®n tradicionales y medios de f¨¢cil creaci¨®n en Internet que sirven para difundir la propaganda, las fantas¨ªas o, llegado el caso, las mentiras de quien se quiere ofrecer como alternativa al decadente sistema en vigor.
Esto ha sido posible, en parte, por los errores de los propios peri¨®dicos. Baron cit¨® que solo un 32% de los ciudadanos norteamericanos conceden credibilidad a la prensa de su pa¨ªs, lo que supone una ca¨ªda de 25 puntos desde 1999. La situaci¨®n en Espa?a es solo ligeramente mejor. En el informe de 2015 del CIS sobre esta materia, los espa?oles otorgaban a los medios de comunicaci¨®n una valoraci¨®n de 4,28 puntos sobre diez. Un 15% de la poblaci¨®n no conf¨ªa nunca o casi nunca en los medios, frente a un 2,5% que conf¨ªa siempre o casi siempre.
Se podr¨ªa decir que el desprestigio que el moderno populismo trata de causar a los peri¨®dicos solo viene a contribuir al descr¨¦dito que los peri¨®dicos se han venido labrando por s¨ª mismos en los ¨²ltimos a?os. Su excesiva cercan¨ªa al poder, su distancia con los lectores, su endogamia y arrogancia impidieron a veces que los diarios hici¨¦ramos una adecuada interpretaci¨®n de los hechos. En nuestra ceguera, incluso despreciamos durante bastantes a?os la avalancha digital que se nos ven¨ªa encima y que acabar¨ªa por poner en duda nuestra existencia.
Ese desaf¨ªo, la transformaci¨®n a un mundo digital, nos ofrece gigantescas posibilidades de cara al futuro. Pero tambi¨¦n, en el presente, nos ha hecho mucho m¨¢s vulnerables ¡ªno solo frente a los demagogos que tratan de anularnos, sino tambi¨¦n frente a otros actores pol¨ªticos o econ¨®micos que tratan de controlarnos¡ª, precisamente en el momento en que una prensa independiente y fuerte es m¨¢s necesaria que nunca.
No me importa insistir en los errores que los peri¨®dicos hemos cometido y cometemos cada d¨ªa. Exageraciones, inexactitudes, frivolidades, omisiones, descuidos¡ est¨¢n a la orden del d¨ªa en una profesi¨®n que, adem¨¢s, ahora se ve obligada a trabajar en peores condiciones laborales. Pero todos los defectos imaginables no son suficientes para olvidar la decisiva funci¨®n de vigilancia que los peri¨®dicos cumplen en una sociedad democr¨¢tica. Sin ellos, simplemente estar¨ªamos a merced de los embusteros y los manipuladores.
En ocasiones, se pretende arruinar el cr¨¦dito de los peri¨®dicos situ¨¢ndolos con desprecio en un rinc¨®n de la historia. Se trata de presentar la realidad como una lucha entre las ideas del pasado, representadas por los peri¨®dicos tradicionales, y las nuevas ideas que transportan los nuevos medios digitales. No es as¨ª. Lo cierto es que tanto The Washington Post como EL PA?S son tambi¨¦n los principales peri¨®dicos digitales en sus respectivos mercados, y que la verdadera batalla no es tecnol¨®gica sino profesional, no es entre papel y web sino entre quienes cumplen las reglas del periodismo aut¨¦ntico y quienes las violan sistem¨¢ticamente.
Se habla mucho en estos tiempos de las fake news, de la posverdad. Las principales redes sociales se precipitan a tomar medidas para responder a esa amenaza, conscientes de que la desaparici¨®n del valor de la verdad significa simplemente la desaparici¨®n de todos los valores que nos permiten convivir.
En la preservaci¨®n de esos valores los peri¨®dicos ocupan un papel determinante. Los peri¨®dicos tienen orientaci¨®n ideol¨®gica, por supuesto. Defienden unas ideas frente a otras y son el reflejo de un determinado modelo de sociedad frente a otros. Ese es el juego de la pluralidad. Pero los intereses de los peri¨®dicos est¨¢n limitados al suministro de informaci¨®n veraz a sus lectores, y su actuaci¨®n est¨¢ claramente marcada por un c¨®digo ¨¦tico que deben respetar. No deber¨ªa leerse esto como simple ret¨®rica en una ¨¦poca en la que, sencillamente, est¨¢ en juego la democracia tal como hoy la conocemos.
Donald Trump y sus imitadores en otros pa¨ªses no son una pesadilla de la que nos despertaremos pronto para encontrarnos en el mismo punto en el que est¨¢bamos. Esta ola de populismo y ultranacionalismo pretende transformar radicalmente el sistema pol¨ªtico bajo el que vivimos. Si puede, se llevar¨¢ por delante la libertad de prensa. Por esa raz¨®n, la libertad de prensa, los peri¨®dicos saludables, rigurosos y libres, son el mejor dique que le podemos ofrecer.
Antonio Ca?o es director de EL PA?S.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.