Frankenstein
Donald Trump se ha levantado y ha echado a andar sembrando el p¨¢nico
Tengo el coraz¨®n en la izquierda y la cartera en la derecha. Cuando era una adolescente rebelde, peleona, un amigo de mi padre sol¨ªa decirme estas palabras con el mismo tono que habr¨ªa empleado para acariciar a un gato. La presidencia de Trump me ha devuelto un chascarrillo que entonces me parec¨ªa una ocurrencia est¨²pida y sin gracia. Hoy, sin embargo, no me atrever¨ªa a despacharlo tan deprisa, porque encaja tan bien con el signo de la poshistoria ¡ªlo que se supone que hemos empezado a vivir, tras lo que se supone que ha sido la muerte de la Historia¡ª, que bien podr¨ªa convertirse en un lema planetario. Durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, para desacreditar a la izquierda a menudo se la ha identificado con el coraz¨®n, la utop¨ªa insensata, la solidaridad ingenua, el sentimentalismo rid¨ªculo. Frente al coraz¨®n, la cartera. La derecha alardea con una insistencia feroz, machacona, de la eficacia de sus gestores, de su experiencia como capitanes de la econom¨ªa, de la sabidur¨ªa exacta, despiadada, de quienes son capaces de manejar un bistur¨ª, o unas tijeras, sin que les tiemble la mano. Un empresario millonario, dispuesto a manejar el mundo como a una plantilla de trabajadores sin derechos, a quienes puede contratar o despedir a su antojo, representa la culminaci¨®n m¨¢s exitosa de este discurso. Donald Trump se ha levantado y ha echado a andar como la criatura del Doctor Frankenstein, sembrando el p¨¢nico entre sus muchos padres, que niegan con la cabeza, cada uno en su idioma, mientras repiten en un susurro, no era esto, no era esto. Pues si ahora no les gusta, que se aguanten. Yo sigo teniendo el coraz¨®n a la izquierda, tanto que es capaz de saltarse un oc¨¦ano para sincronizarse con el ritmo al que laten todos los corazones mexicanos.
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