El cuento de los escritores ego¨ªstas
Philip Roth, John Updike y Norman Mailer fueron se?alados como los grandes autores narcisistas. Hoy triunfa el delirio de autorreferencia y manda la autoficci¨®n
Extrema sensibilidad y considerable fragilidad, cierto vampirismo, algo de vanidad ¡ªpeor o mejor disimulada¡ª, el convencimiento de que lo que uno siente o percibe es ¨²nico, y un considerable ego¨ªsmo son rasgos habituales en el temperamento creativo. Los grandes artistas ¡ªdivos y divas, maestros¡ª no son necesariamente buenas personas, pero ?son inevitablemente narcisistas? La cr¨ªtica Gayatri Spivak apunta: ¡°La posibilidad del ¨¦xito art¨ªstico es particularmente seductora para el narcisista por la construcci¨®n social del genio. La idea de genio captura la quintaesencia del narcisismo; alguien que ha sido tocado por los dioses y que sin esfuerzo puede lograr grandes cosas¡±.
Acotemos el debate y centremos la cuesti¨®n en el plano literario. No faltan las voces que encuentran en la autoficci¨®n un claro reflejo de la plaga actual del yo. Las seis novelas de la serie Mi lucha, en las que el escritor noruego Karl Ove Knausg?rd asume el papel protagonista y expone su vida con intenso detalle, son citadas como un ejemplo paradigm¨¢tico. Iron¨ªas de los boom literarios, en su cat¨¢rtico solipsismo el escandinavo no est¨¢ solo. Seg¨²n un estudio citado por Kristin Dombek en su ensayo The Selfishness of Others (el ego¨ªsmo de los otros) los escritores estadounidense usan ¡°yo¡± un 42% m¨¢s que en 1960. Y sin embargo este aparente delirio de autorreferencia, que aqueja a las sociedades occidentales, y el h¨¢bil uso que algunos escritores hacen de ello, para entrar en sinton¨ªa con el zeitgeist y construir sus ficciones, no aclara mucho sobre la relaci¨®n ¨²ltima entre narcisismo y literatura.
A finales de los noventa, en las p¨¢ginas de The Observer David Foster Wallace tuvo el hallazgo de juntar patolog¨ªa y novela en el acr¨®nimo ingl¨¦s GMN (Great Male Narcissists) para referirse a los tres popes de la ficci¨®n realista estadounidense de posguerra: Norman Mailer, John Updike y Philip Roth. El t¨¦rmino 'Grandes Varones Narcisistas' naci¨® en la demoledora cr¨ªtica de la novela Hacia el final del tiempo de Updike, autor, que seg¨²n Foster Wallace, era definido por algunos lectores como ¡°simplemente un diccionario Thesaurus con pene¡±. Sexismo aparte, la cr¨ªtica entraba de lleno en la animadversi¨®n que los tres novelistas generaban entre los lectores m¨¢s j¨®venes: ¡°Tiene que ver con su ensimismamiento radical, y con su celebraci¨®n acr¨ªtica de este ensimismamiento tanto en s¨ª mismos, como en sus personajes¡±. Las novelas de Updike, apuntaba Foster Wallace, estaban habitadas b¨¢sicamente por el mismo tipo de hombres, un alter ego del autor: ¡°Son siempre tan incorregiblemente narcisistas, donjuanes, autodespectivos, autocompasivos¡±.
Tres de los cuatro protagonistas de esta historia han muerto, y el cuarto, Philip Roth, anunci¨® que dejaba la escritura hace ya seis a?os, pero la etiqueta GMN no ha perdido fuerza. Valga como ejemplo la cr¨ªtica de Elaine Blair que celebraba en The New York Review of Books al franc¨¦s Michel Houellebecq, y lamentaba que toda una generaci¨®n de escritores estadounidenses actuales (Gary Shteyngart, Sam Lipsyte y Richard Price) hayan acabado por parodiar a los hombres narcisistas protagonistas de sus novelas. Blair propone una teor¨ªa: esos personajes ego¨ªstas y egoc¨¦ntricos, condenados al fracaso amoroso por su incapacidad para empatizar y amar (losers rom¨¢nticos), aunque siguen estando ah¨ª, acaban quedando en rid¨ªculo o se autoparodian para no irritar a las lectoras.
Narciso era un hombre y Ovidio tambi¨¦n, pero ser¨ªa un error reducir el narcisismo al ¨¢mbito de la literatura masculina. La confianza en uno mismo y el ensimismamiento de un novelista no es cuesti¨®n de g¨¦nero. ¡°Algunos de nosotros necesitamos un egotismo sin l¨ªmites para encontrar la fuerza para escribir una sola l¨ªnea, no digamos un libro (?Otro libro Joyce!, murumura el abismo. ?Y este tambi¨¦n va a cambiar el mundo?). Pero el artista debe actuar a partir de la fr¨¢gil convicci¨®n de que lo es todo, o no podr¨¢ probar nada. Y como nos advirti¨® Lear : ¡®nada sale de la nada¡±, escribe en un ensayo la prol¨ªfica autora estadounidense Joyce Carol Oates.
?C¨®mo controlar ese impulso egoc¨¦ntrico? El brit¨¢nico Orwell recomendaba aplicar disciplina al temperamento y ¡°evitar quedarse atascado en una etapa inmadura¡±. No es tarea f¨¢cil. Lo explica la atinada y brillante Lydia Davis en su cuento Prop¨®sito de a?o nuevo: ¡°Al fin, en la mitad de tu vida, eres suficientemente listo para ver que todo suma nada, incluso el ¨¦xito no significa nada. Pero ?c¨®mo aprende una persona a verse como nada cuando ha tenido tantos problemas para verse como algo en primer lugar? Es confuso¡±. Escribir puede que ayude.
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