La huella imborrable del Holocausto
EN EL Museo Yad Vashem de Jerusal¨¦n se expone la fotograf¨ªa de la boda de Zismu y Necha Reich, celebrada en la ciudad polaca de Trzebinia en 1937. Es un retrato de grupo en el que aparecen los novios y todos los invitados. Los padres de la novia, sentados al lado de ella, eran carniceros, y los del novio, sentados a continuaci¨®n, eran comerciantes de ganado, de modo que deb¨ªa de tratarse de una familia modesta. Hay un total de 64 personas, entre las que se cuentan al menos 13 ni?os. Cincuenta y cuatro de ellas fueron asesinadas en el Holocausto, en la Shoah. Esa es la dimensi¨®n del horror.
La historia se escribe siempre con min¨²sculas. Detr¨¢s de las guerras, las crisis econ¨®micas, las revoluciones o las ideolog¨ªas hay seres humanos min¨²sculos, vidas invisibles que en ning¨²n libro merecer¨ªan ni una sola l¨ªnea. Los museos dedicados al Holocausto jud¨ªo son muy conscientes de esa circunstancia. En el de Washington, a cada visitante se le entrega la tarjeta de identificaci¨®n de una v¨ªctima con su historia y su peripecia. En una de las barracas de Auschwitz se exponen algunas de las fotograf¨ªas que se tomaban a los prisioneros para ficharles al llegar al campo. Y el Yad Vashem pone en el centro de su filosof¨ªa muse¨ªstica a esos hombres y mujeres que ten¨ªan vidas reales y que fueron protagonistas de la historia muy a su pesar.
Detr¨¢s de las guerras, las crisis econ¨®micas, las revoluciones o las ideolog¨ªas hay seres humanos min¨²sculos.
El espinazo del museo, levantado en un edificio brutal y hermoso que parece colgar de la brecha de una monta?a, est¨¢ formado por la carne y el hueso de esos seres corrientes que se toparon por accidente con el hurac¨¢n del nazismo. Cada una de las estampas hist¨®ricas ¨Cla furia de los cristales rotos, los guetos, los avances militares, los campos de exterminio¨C tiene caligraf¨ªa humana: objetos vulgares que pertenecieron a alguien, fotograf¨ªas dedicadas, muebles que fueron abandonados o libros que nunca se terminaron de leer. Nombres, apellidos, identidades. El nombre del museo proviene de unas palabras b¨ªblicas del profeta Isa¨ªas: yad vashem significa ¡°nombre eterno¡±. ¡°Yo he de darles en mi casa y dentro de mis muros (¡) un nombre eterno que nunca ser¨¢ olvidado¡±. Por ello no es solo simb¨®lico que al final del recorrido serpenteante por el museo est¨¦ la Sala de los Nombres, en cuyo espacio circular se guardan las llamadas Hojas de Testimonio, que son breves biograf¨ªas de cada una de las v¨ªctimas del Holocausto documentadas. Hay m¨¢s de dos millones de hojas, entre ellas las que cuentan la vida de los 54 asesinados de la boda de Zismu y Necha Reich.
Aunque suele afirmarse que la bondad no tiene atractivo literario, en el Yad Vashem est¨¢n tambi¨¦n los nombres de los bondadosos, que all¨ª son llamados los Justos entre las Naciones: aquellos que en cualquier parte del mundo arriesgaron su reputaci¨®n, su dinero y su vida para salvar a algunos jud¨ªos de la cacer¨ªa. Oskar Schindler fue conocido por las artes cinematogr¨¢ficas de Spielberg, pero hay cientos de justos en toda la geograf¨ªa del conflicto, como el espa?ol ?ngel Sanz Briz, diplom¨¢tico en la legaci¨®n de Budapest que arrop¨® bajo su tutela jur¨ªdica a m¨¢s de 5.000 jud¨ªos de diversas nacionalidades que pudieron huir. El Bosque de los Justos nos recuerda que en los dilemas m¨¢s monstruosos siempre es posible elegir lo correcto: muchos seres humanos lo hicieron.
En 2017 se cumple el d¨¦cimo aniversario de la concesi¨®n a este museo del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia. Perla B. Hazan, directora del departamento para Latino?am¨¦rica, Espa?a, Portugal y Miami, cree que es un buen momento para hacer balance de lo que el museo ha supuesto. Como dijo Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz, ¡°hay muchos museos en el mundo, pero la fuente est¨¢ aqu¨ª. Este es el coraz¨®n y el alma de la memoria jud¨ªa. Recordando el pasado forjaremos un mundo m¨¢s humano¡±.
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