Las cuatro tentaciones del PP
En estos tiempos de fragmentaci¨®n no basta con la gesti¨®n eficaz: hay que ofrecer proyectos
Vivimos en un mundo fragmentado. No es la posverdad sino la informaci¨®n a la carta la que est¨¢ desgastando el sentido de comunidad y el principio de legitimidad que sostiene a los Gobiernos democr¨¢ticos. Se produce as¨ª una fragmentaci¨®n que polariza la pol¨ªtica y crispa el debate p¨²blico. En ese contexto, la intermediaci¨®n pol¨ªtica se convierte en una profesi¨®n de riesgo, y cualquier opci¨®n independiente parte con ventaja en el nuevo escenario pol¨ªtico. Los partidos pol¨ªticos se debaten entre adaptarse a esta realidad fragmentada, con soluciones segmentadas y una oferta pol¨ªtica personalizada, o intentar liderar nuevas formas de agregaci¨®n social. Del acierto en esta decisi¨®n depende en gran medida su supervivencia. Aunque actualmente se encuentra en una posici¨®n privilegiada, el Partido Popular no es ajeno a esta disyuntiva.
El primer reto al que se enfrenta es su irrelevancia en el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a (donde vive el 20% de la poblaci¨®n); una irrelevancia, adem¨¢s, que amenaza con hacerse permanente. En el mismo plano, aunque en una medida mucho menor, se encuentra la poblaci¨®n urbana que vive en municipios de m¨¢s de 50.000 habitantes (m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n espa?ola), y que durante la crisis ha visto reducido su poder adquisitivo y limitadas sus expectativas de bienestar futuro.
En las ¨²ltimas elecciones un buen n¨²mero de j¨®venes dudaron entre PP y Ciudadanos, al que muchos ven como m¨¢s cercano a sus intereses
El segundo reto son los j¨®venes, millenials o nativos digitales. Una poblaci¨®n decreciente (supon¨ªa un tercio del censo a principios de siglo y ahora ronda el 20%), que se siente la gran perjudicada por la crisis mientras afronta nuevos problemas como la competencia global o la ruptura entre los incentivos y el trabajo. Sus componentes se resisten a asumir que el futuro ya no es lo que era, un lugar irremediablemente mejor, y muestran desinter¨¦s por las formas tradicionales de hacer pol¨ªtica mientras buscan opciones distintas de los partidos de siempre, contemplando con normalidad el pluripartidismo. No en vano, en las dos ¨²ltimas elecciones, un buen n¨²mero de ellos dudaron entre PP y Ciudadanos, al que muchos ven como un partido m¨¢s cercano a sus intereses y su ¡°heredero¡± natural. En unas nuevas elecciones podr¨ªan terminar de consolidar su voto hacia esa opci¨®n, lo que desmentir¨ªa esa regla no escrita de que el mero paso del tiempo ser¨ªa suficiente para ir creando votantes del PP.
Esto plantea el tercer reto, consecuencia de los dos anteriores. La polarizaci¨®n creciente que se muestra en la diferencia enorme que hay entre las opciones, no s¨®lo pol¨ªticas, de j¨®venes y mayores, habitantes de zonas urbanas y rurales, e incluso entre los partidarios de conservar el sistema pol¨ªtico o ponerlo patas arriba. Esta polarizaci¨®n, que inicialmente favorecer¨ªa electoralmente al PP, har¨ªa muy dif¨ªcil la gobernabilidad y a largo plazo pasar¨ªa factura al sistema pol¨ªtico en su conjunto.
La tentaci¨®n de aprovechar la fragmentaci¨®n es tan grande como el error que supondr¨ªa caer en ella
El cuarto reto, y quiz¨¢s el m¨¢s peligroso, es el de la complacencia. Su posicionamiento como garante de la estabilidad lo ha convertido en un ¡°valor refugio¡±, ideal para resguardarse en momentos de crisis, que le ha permitido seguir gobernando. Aunque coyunturalmente haya sobrevivido mejor que los dem¨¢s, esta posici¨®n no puede convertirse en una opci¨®n permanente. Ante un desbordamiento de la inestabilidad, la opci¨®n refugio resultar¨ªa insuficiente para contener las propuestas populistas. Y ante una mejor¨ªa de la situaci¨®n existe el riesgo del aburrimiento e incluso de la frivolidad de someter a debate, en nombre de ¡°la ley hist¨®rica del progreso¡± que denunciaba Popper, las instituciones que han propiciado el bienestar que vivimos, consider¨¢ndolas un obst¨¢culo en lugar de una garant¨ªa.
En esta situaci¨®n, que a la luz de la demograf¨ªa se prolongar¨¢ en el tiempo, la tentaci¨®n de aprovechar la fragmentaci¨®n es tan grande como el error que supondr¨ªa caer en ella. En la crisis de la intermediaci¨®n tradicional, es preciso sustituir la identidad, que se difumina como elemento de agregaci¨®n, por otros elementos como los objetivos comunes y los proyectos. Es m¨¢s necesaria que nunca la articulaci¨®n de un proyecto de futuro capaz de dar respuesta coherente a los retos y hacer aceptable la complejidad sin caer en soluciones simplistas. Un proyecto que logre involucrar a una mayor¨ªa social en el mantenimiento del sistema pol¨ªtico construido desde la Transici¨®n.
En esta labor la actitud y el tono pueden resultar m¨¢s importantes que el Bolet¨ªn Oficial del Estado. No basta con una gesti¨®n responsable y eficaz: es necesario tambi¨¦n una respuesta pol¨ªtica, de ideas, de organizaci¨®n y de comunicaci¨®n, con argumentos y emociones.
Rafael Rubio es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid.
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