En el furg¨®n de cola de la fiscalidad verde
Bruselas recrimina a Espa?a que ofrezca exenciones tributarias y ayudas a combustibles contaminantes como el carb¨®n o el di¨¦sel
Los impuestos sirven para dos cosas: recaudar fondos y tratar de orientar la actividad econ¨®mica hacia determinados objetivos. La necesidad de proteger el medio ambiente y combatir el cambio clim¨¢tico ha llevado a intensificar en los ¨²ltimos a?os la llamada fiscalidad verde. En este caso, el segundo objetivo es tan importante o m¨¢s que el primero. Se trata, por supuesto, de recaudar y as¨ª poder invertir en la transici¨®n hacia energ¨ªas limpias, pero tambi¨¦n de estimular, por la v¨ªa de incentivos o penalizaciones fiscales, que las decisiones que adoptan empresas y particulares se orienten a la protecci¨®n del medio ambiente.
Espa?a no solo figura entre los pa¨ªses de la UE que menos utilizan la fiscalidad verde, sino que subvenciona y ofrece exenciones tributarias a actividades altamente contaminantes, como las ayudas al carb¨®n o a la compra de combustibles f¨®siles, lo que le ha valido una severa amonestaci¨®n de Bruselas. Aparecer en el tercer puesto por la cola ¡ªdetr¨¢s de Lituania y Eslovenia¡ª en ingresos por impuestos verdes no es para sentirse satisfecho. En 2014 estos impuestos apenas aportaron 19.200 millones de euros, el 1,85% del PIB, cuando la media de la UE fue del 2,46%. Que la mitad de lo recaudado lo aporten las familias, a trav¨¦s de la factura de la luz o al llenar el dep¨®sito del coche, indica adem¨¢s un tratamiento fiscal socialmente muy descompensado. La industria, incluidas las empresas energ¨¦ticas, apenas aporta el 18,9% de lo recaudado.
El mayor peso impositivo deber¨ªa recaer sobre las actividades m¨¢s da?inas para el medio ambiente. Solo as¨ª se inducen los cambios necesarios para reducir las emisiones. Pero los nuevos impuestos verdes introducidos por el Gobierno espa?ol son m¨¢s cosm¨¦ticos que reales. El informe de la UE es demoledor: analizado su impacto, concluye que tienen escasos resultados pr¨¢cticos. Especialmente an¨®malo resulta que la gasolina tribute m¨¢s que el di¨¦sel, cuando este es mucho m¨¢s contaminante. Esa err¨®nea pol¨ªtica ha llevado a que el 63% de los veh¨ªculos que se matriculan en Espa?a sean di¨¦sel, cuando el promedio de la UE es del 55%.
La elevada proporci¨®n de coches di¨¦sel es la causa de que haya aumentado la contaminaci¨®n en las zonas urbanas. Nada menos que 130 ciudades europeas, entre ellas Madrid y Barcelona, incumplen las normas comunitarias de calidad del aire, lo que tiene graves efectos sobre la salud de sus habitantes. En el futuro, ser¨¢ inevitable reducir la presencia de coches di¨¦sel. Estimular ahora su compra con una fiscalidad favorable supone un contrasentido que acabar¨¢n pagando tarde o temprano quienes se dejen llevar por el c¨¢lculo inmediato. M¨¢s pronto que tarde se prohibir¨¢ o restringir¨¢ la circulaci¨®n de los veh¨ªculos m¨¢s contaminantes.
Bruselas insta al Gobierno espa?ol a aumentar la fiscalidad del di¨¦sel y aplicar nuevos impuestos ambientales, pero este se resiste. Hace a?os que vamos a contracorriente en un asunto en el que los errores se pagan, multiplicados, mucho tiempo despu¨¦s. Es hora de exigir un cambio de pol¨ªtica y los partidos de la oposici¨®n tienen mucho que decir al respecto.
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