Psiquiatr¨ªa, pol¨ªtica y posverdad
Siento decirles que la incertidumbre es consustancial a la vida, que no es lo mismo verdad que opini¨®n
"Pensar es dif¨ªcil, es por eso que la mayor¨ªa de la gente prefiere juzgar", enunciaba la sentencia junguiana aun vigente.De la psiquiatr¨ªa cl¨¢sica pueden rescatarse autores de diferentes escuelas que se ocuparon de la arquitectura de nuestro pensamiento, y de sus desordenes y consecuencias. Dilthey y Jasper sentaron las bases de las diferencias epistemol¨®gicas entre la Explicaci¨®n de vocaci¨®n objetiva y que establece inferencias causales, y la Comprensi¨®n pre?ada de subjetividad y buscadora de sentido. Castilla del Pino ya nos advert¨ªa de los dos momentos consecutivos que componen el juicio de realidad, y de los riesgos de confundirlos: el primero denotativo o constatativo de la mera existencia de un objeto que en la medida en que puede ser visto, o¨ªdo, tocado, verificable, se puede tener de ¨¦l evidencia; y el segundo, connotativo, interpretativo, que cuando se refiere a conductas de otro ser humano es un juicio de intenci¨®n, una conjetura presumida, a lo sumo veros¨ªmil, probabil¨ªstica, pero en definitiva, solo creencia.
La historia, no solo de la Psiquiatr¨ªa, est¨¢ plagada de dislocaciones de esos dos momentos l¨®gicos, y de la atribuci¨®n de evidencia, a lo que s¨®lo puede ser creencia. As¨ª, Lombroso encontr¨® la fisonom¨ªa determinista del futuro criminal m¨¢s all¨¢ de toda duda. Era solo cuesti¨®n de tiempo que la predicci¨®n acertara y el considerado precriminal delinquiera. Vallejo en nuestro suelo patrio describi¨® el biopsiquismo del fanatismo marxista y busc¨®, sin ¨¦xito, el gen rojo en la Espa?a franquista. Del otro lado tampoco se quedaron atr¨¢s, y el delirio reformista fue diagnosticado a los disidentes sovi¨¦ticos por la psiquiatr¨ªa oficial, con la misma certeza y convicci¨®n que eliminaba en falso cualquier fisura de su cosmovisi¨®n fan¨¢tica, reescribiendo la historia.
"Pensar es dif¨ªcil, es por eso que la mayor¨ªa de la gente prefiere juzgar", dec¨ªa Jung
Estos desordenes epistemol¨®gicos al servicio del l¨ªder mesi¨¢nico de turno tuvieron consecuencias morales dram¨¢ticas pero hubieran sido imposibles sin la participaci¨®n de la masa enfervorecida en rebeld¨ªa o silente en connivencia y su particular historia vergonzante, desde el indulto de Barrab¨¢s y la condena de Jes¨²s, pasando por el ascenso democr¨¢tico de Hitler al poder, o la dictadura del proletariado estalinista. El clima de sospecha convertido en certeza absoluta es la semilla del delirio personal pero tambi¨¦n de las locuras pol¨ªticas colectivas. La b¨²squeda de chivos expiatorios entre las minor¨ªas de cualquier naturaleza y los diferentes est¨¢ servida. As¨ª se dio caza inquisitorial a las brujas con testimonios de vecinos, se conden¨® a Dolores V¨¢zquez por un jurado popular y se labran infiernos dom¨¦sticos y persecuciones cotidianas m¨¢s o menos an¨®nimas hasta el linchamiento colectivo injurioso. El refranero popular est¨¢ plagado de pseudorrazonamientos que confirman el prejuicio como en la prueba diab¨®lica medieval, en base a indicios: ¡°Cuando el r¨ªo suena, agua lleva¡± ¡°De ser verdad se habr¨ªa sabido¡± ¡±Es fea, lesbiana y no llora luego es culpable¡± tan parecidos a aquel ¡°si es inocente, no arder¨¢ en la hoguera¡±.
Cuando la l¨®gica paranoide se desata, los indicios se convierten en pruebas, la interpretaci¨®n subjetiva y juicio de intenciones en explicaci¨®n objetiva, y la mera conjetura en evidencia; y no hay grupo, organizaci¨®n, pa¨ªs o persona que pueda estar a salvo. Desaparece la confianza como elemento de cohesi¨®n y se invierte perversamente la carga de la prueba: ser¨¢s culpable si no demuestras lo contrario.
Despu¨¦s de cada aquelarre, sus c¨®mplices, verdugos voluntarios o no, se?alar¨¢n al tirano, sim¨¦trico especular de los chivos expiatorios. No fueron ellos, ni sus votos, ni su condena sin pruebas, ni su comentario tendencioso dom¨¦stico o en redes sociales, fue el miedo, la incertidumbre, la inercia, la propia superioridad moral que se atreve a utilizar el nombre de la ¨¦tica en vano, el sistema, la banalidad, el humor, la libertad de expresi¨®n, la influencia irresistible del l¨ªder carism¨¢tico y clarividente, los otros, hasta las propias v¨ªctimas, en el colmo de la ignominia. Los monstruos de la raz¨®n y la emoci¨®n convertidos en aut¨¦ntica barbarie precisamente por no haber buscado un maridaje armonioso de ambas.
Despu¨¦s de cada aquelarre, sus c¨®mplices, verdugos voluntarios o no, se?alar¨¢n al tirano. No fueron ellos ni sus votos
Siento decirles que la incertidumbre es consustancial a la existencia, que no es lo mismo verdad de hecho que opini¨®n como escribi¨® Hannah Arendt, y que si delegan por acci¨®n u omisi¨®n en salvadores varios y abdican de su libre pensamiento, se arriesgan a que les salven bajo el lema preferido de los tiranos y sus correligionarios: H¨¢gase la Justicia, perezca el mundo. As¨ª, habr¨¢n contribuido a construir un mundo paranoide regido por el rencor, la ira y la venganza, donde parad¨®jicamente nadie est¨¢ a salvo, donde la presunci¨®n de inocencia no existe porque la certeza absoluta ha sustituido a la indeterminaci¨®n y la duda met¨®dica, el enemigo al adversario, la evidencia a la creencia, el delirio a la lucidez, y la posverdad a la verdad.
Terminaba Hobbes su Leviatan afirmando que "s¨®lo la verdad que no se opone a ning¨²n beneficio ni placer humano es bienvenida por todos los hombres". Creo que no es un mal m¨¦todo para poner a prueba nuestras propias opiniones y en definitiva pensar, el ser conscientes de nuestras preferencias a la hora de enjuiciar la realidad, y hacernos responsables de nuestros juicios, recordando a Tagore en nuestro inexorable afrontamiento de la incertidumbre: Si cierras la puerta a todos los errores, tambi¨¦n la verdad se quedar¨¢ fuera.
Mercedes Nav¨ªo Acosta es psiquiatra y bioeticista.
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