El pueblo que cambi¨® la pesca por el turismo y se arrepinti¨®
Los habitantes de Xcalak, en M¨¦xico, han aprendido que no basta con declarar un lugar parque nacional para encontrar nuevos recursos para vivir
Cuando el due?o de la tienda de abastos Melchor Villanueva se inclina sobre el mostrador puede ver todo su mundo bajo sus manos. El vidrio del mostrador muestra fotos de su comunidad: j¨®venes futbolistas, j¨®venes vestidas con sus mejores galas para sus fiestas de quince a?os, y pescadores con pa?uelos contra el sol. Muchos descienden de los supervivientes del hurac¨¢n Janet, que en 1955 mat¨® a una tercera parte de la poblaci¨®n de Xcalak, una ciudad costera en la frontera de M¨¦xico con Belice, y destruy¨® las plantaciones de cocoteros del pueblo. ¡°Ac¨¢ dej¨® solo arena¡±, recuerda Villanueva.
Villanueva hab¨ªa llegado a Xcalak justo?dos meses antes del hurac¨¢n a recolectar cocos. Despu¨¦s, ¨¦l y otros muchos supervivientes recurrieron al mar como fuente de recursos.
Mientras tanto, al norte, el Gobierno federal de M¨¦xico fomentaba el desarrollo urban¨ªstico de Canc¨²n y un nuevo tipo de actividad econ¨®mica: el turismo de masas. En las d¨¦cadas siguientes, la poblaci¨®n de Xcalak vio c¨®mo los enormes hoteles que rodean Canc¨²n reemplazaban los manglares y vert¨ªan sus deshechos a los arrecifes de coral. Grandes empresas pesqueras acudieron a la zona para atender la creciente demanda de los turistas.
Los xcalake?os empezaron a temer m¨¢s el desarrollo desenfrenado que los huracanes.
Para gestionar el impacto de estos sectores, a finales de la d¨¦cada de 1990, la comunidad, Villanueva incluido, pidi¨® ¡ªy recibi¨®¡ª la categor¨ªa de parque nacional. Hoy, pescadores locales, trabajadores del sector tur¨ªstico e incluso funcionarios del parque nacional cuentan su propia versi¨®n de lo que ocurri¨® despu¨¦s, pero coinciden en esto: para crear una comunidad resistente no basta con declarar un lugar parque nacional. Para generar nuevos recursos de renta y al mismo tiempo proteger los recursos naturales disponibles, la comunidad ha tenido que experimentar, errar, revisar sus planes y volver a experimentar.
Cambio de rumbo tras el hurac¨¢n 'Janet'
Xcalak est¨¢ al final de la carretera de Canc¨²n hacia el sur de la costa caribe?a de M¨¦xico. Si uno quiere seguir m¨¢s hacia el sur, a Belice, necesita una lancha motora y la destreza de un contrabandista para navegar por el matorral manglar que forma la frontera. Media docena de peque?os complejos hoteleros salpican la playa situada al norte del pueblo.
Las palmeras se mecen?en el horizonte. Las olas rompen en el arrecife que hay frente a la costa, llenando el aire de un palpitante zumbido. Las iguanas toman el sol entre la basura de los jardines de las casas. Bolsas de pl¨¢stico surcan el arrecife como medusas zombis. Xcalak carece de depuradora de aguas, de red el¨¦ctrica y de alcantarillado p¨²blicos. Es un para¨ªso con problemas.
La historia del desarrollo de Xcalak es breve. Incluso quienes viv¨ªan aqu¨ª antes del hurac¨¢n Janet llevaban poco tiempo: llegaron en su mayor¨ªa tras la instalaci¨®n de un puesto fronterizo de la Armada mexicana en 1900. Cuando lleg¨® Villanueva, el pueblo estaba lleno de casas de estilo colonial espa?ol construidas con los beneficios producidos por los cocotales. Pero despu¨¦s de que el hurac¨¢n Janet arrasase los cocoteros, muchos trabajadores emigraron y los compradores de cocos dejaron de acudir.
Como muchos de los que se quedaron, Villanueva compr¨® un peque?o velero y empez¨® a pescar. Los pescadores navegaban hasta Banco Chinchorro, un atol¨®n de coral situado frente a la costa, para capturar caracoles rosas, grandes caracolas marinas valiosas por su carne y su concha. En la d¨¦cada de 1950, Villanueva oy¨® a alguien de Cozumel decir que el coral negro era muy valioso, y empez¨® a bucear para recogerlo, atado a una cuerda para que sus compa?eros pudieran izarlo.?
La comunidad parec¨ªa haber encontrado sustitutos econ¨®micos para los cocos. Las cooperativas de pesca locales tambi¨¦n se beneficiaban de cuotas federales exclusivas para ciertas especies valiosas. Pero en las d¨¦cadas de 1960 y 1970 aument¨® la demanda extranjera y tur¨ªstica de pescado, de caracoles rosas y en especial de langosta espinosa del Caribe.
A lo largo de toda la costa, pescadores asociados y no asociados a cooperativas trataron de pescar todo lo que pod¨ªan. Cuando la poblaci¨®n de caracoles cay¨®, se centraron en la langosta. Las capturas de langosta de Quintana Roo aumentaron en la d¨¦cada de 1980 y despu¨¦s se desplomaron hasta m¨ªnimos en la de 1990, al disminuir las reservas.
Entonces los pescadores de Xcalak volverion la vista a una zona protegida con una cooperativa bien gestionada. La cooperativa Vig¨ªa Chico, a unos 100 km al norte de Xcalak, desarroll¨® una t¨¦cnica parecida a una cr¨ªa de langostas en la d¨¦cada de 1980. Asignaba derechos exclusivos sobre zonas sumergidas a cada uno de sus miembros, que despu¨¦s constru¨ªan peque?as estructuras de cemento para atraer y albergar a langostas en libertad. La cooperativa estableci¨® normas en cuanto al tama?o m¨ªnimo de las capturas y regul¨® los derechos de captura individual, y los tribunales mexicanos respaldaron su autoridad frente a las demandas de los pescadores excluidos por incumplir dichas normas. La producci¨®n obtenida por la cooperativa era la mayor de Quintana Roo.
Atraer a los turistas
?scar Salazar vive en una casa azul montada sobre pilotes, por encima del nivel de las mareas, a la entrada de Xcalak, justo donde termina el pavimento. Salazar, hijo de pescador, conserva una trampa para langostas en la parte trasera del patio que comparte con un vecino, colocada junto a una bicicleta de ni?o.
Salazar se cri¨® pescando, pero ha aprendido a no depender de la pesca: ¡°La pesca verdaderamente en un principio no mas te da una sola actividad. La pesca es una actividad de mucho riesgo¡±, dice. Ahora reparte su tiempo entre la pesca y el turismo, y afirma que la generaci¨®n de su hijo debe buscarse un lugar en una econom¨ªa m¨¢s dependiente del turismo. Para allanarle el camino, en la d¨¦cada de 1990, Salazar particip¨® en la comisi¨®n comunitaria inicial que convirti¨® la costa y los arrecifes de Xcalak en parque nacional.
Por aquel entonces, el Gobierno del estado de Quintana Roo planeaba un desarrollo urban¨ªstico en el sureste similar al de Canc¨²n, recuerda Juan Bezaury, ahora representante de The Nature Conservancy en M¨¦xico. Bezaury trabajaba para la organizaci¨®n ecologista Amigos de Sian Ka¡¯an (ASK). Las autoridades del estado estaban asfaltando la carretera de Mahahual a Xcalak y hablaban de abrir una ruta de transbordador desde Chetumal. Las amenazas y las promesas del desarrollo urban¨ªstico acechaban.
Pero el desarrollo de infraestructuras por parte del estado estanc¨®. Esta negligencia concedi¨® tiempo a los xcalake?os y a sus asesores extranjeros que aprovecharon para idear su propio plan de gesti¨®n. ASK obtuvo financiaci¨®n de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en ingl¨¦s) y contrat¨® a expertos que asesoraron a los xcalake?os sobre c¨®mo lograr un futuro sostenible.
¡°A los pescadores tradicionales de Xcalak no les gustaba lo que estaba pasando¡± en las comunidades vecinas con much¨ªsimo turismo, explica Bezaury. La escalada de infraestructuras, con la consiguiente contaminaci¨®n, y la inversi¨®n exterior imped¨ªan a la comunidad proteger su modo de vida. En Quintana Roo, por ejemplo, se asienta aproximadamente la mitad del sector tur¨ªstico mexicano. Con ayuda de Bezaury y otros, la comunidad prepar¨® y present¨® una propuesta para la creaci¨®n de un nuevo parque nacional que atrajese un desarrollo tur¨ªstico m¨¢s compatible con su modo de vida.
Para promover el turismo mar¨ªtimo, miembros de la cooperativa pesquera acordaron evitar la pesca en los principales puntos de buceo del arrecife coralino, tales como la pared llamada la Chimenea, que contiene una gran gruta submarina. Tambi¨¦n se auto-limitaron a la pesca con sedal en las zonas acotadas para pesca sin muerte que usaban pescadores?de Estados Unidos y Canad¨¢ en busca de tarpones, macabijos y otros peces.
Sus sacrificios han tenido ¨¦xito: un estudio reciente llevado a cabo por la Iniciativa Arrecifes Saludables informaba de la recuperaci¨®n de los meros y sus presas, los peces loro, que ayudan a proteger los arrecifes de coral de las algas, en las aguas protegidas de Xcalak. Quienes practiquen snorkel y buceo podr¨¢n ver tambi¨¦n esquejes de coral cuerno de arce reci¨¦n plantadosen todo el parque.
Pescadores como Salazar se han dado cuenta de que necesitaban, adem¨¢s, otra ocupaci¨®n. Aunque ¨¦l sigue usando de vez en cuando su trampa para langostas, tambi¨¦n dirige la cooperativa de turismo de Xcalak. El plan de gesti¨®n, previendo la necesidad de nuevas habilidades, inclu¨ªa la necesidad de entrenar los xcalake?os en competencias amenas al turismo.
Cuidado con lo que deseas
Entre 2004 y 2014, conforme al plan de gesti¨®n, el parque invirti¨® unos 5 millones de pesos mexicanos (unos 385.000 d¨®lares del momento) en cursos de formaci¨®n profesional de buceo, ingl¨¦s, hosteler¨ªa, artesan¨ªa y primeros auxilios para los xcalake?os. ¡°Han tenido muchas capacitaciones¡±, afirma Mar¨ªa del Carmen Garc¨ªa, directora del parque nacional de Xcalak durante una d¨¦cada. De los 40 permisos de embarcaciones comerciales que se conced¨ªan el plan de desarrollo reservaba 30 para la cooperativa pesquera dirigida por Salazar, que exige a sus miembros cinco a?os de residencia en Xcalak.
Quienes visiten Xcalak solo encontrar¨¢n unas cuantas empresas de turismo. Aunque algunos carteles pintados a mano en viviendas anuncien gu¨ªas locales para pesca o a bucear, si uno llama a la puerta de la cooperativa de turismo, nadie contesta.
El centro de buceo que ocupa uno de los edificios m¨¢s grande de Xcalak pertenece a gente de fuera. Tambi¨¦n los hoteles situados m¨¢s al norte en la misma costa, menos uno, pertenecen a extranjeros. El centro de buceo, junto con otros extranjeros, controla la mayor parte de los 10 permisos de embarcaci¨®n independientes, y de los 30 permisos de embarcaci¨®n asignados a la cooperativa los lugare?os s¨®lo usan tres.
¡°No es lo mismo venderte un pescado aqu¨ª a venderte un servicio tur¨ªstico¡±, explica Salazar. Algunos due?os de embarcaciones locales, acostumbrados a pescar donde y como quieren, no est¨¢n dispuestos a marchar al son del sector tur¨ªstico, asegura. Incluso algo tan simple como rellenar los impresos para solicitar un permiso de embarcaci¨®n de la cooperativa les parece demasiado esfuerzo.
Leonardo L¨®pez, especialista en turismo de la delegaci¨®n de la Comisi¨®n Nacional de ?reas Naturales Protegidas (CONANP) en Xcalak, piensa que el problema tambi¨¦n est¨¢ relacionado con discrepancias personales con la cooperativa de turismo. Cuando manda gente a la cooperativa le dicen que no quieren trabajar con ellos, se?ala. En cambio, algunos miembros de la comunidad lo culpan a ¨¦l de permitir que los extranjeros, que pagan a gestores y administradores para que les lleven los tramites, se hagan con los permisos independientes.
David Hoffman, antrop¨®logo de la Universidad del Estado de Mississippi, realiz¨® su tesis doctoral sobre Xcalak poco despu¨¦s de la fundaci¨®n del parque. Hoffman atribuye esas reacciones negativas a una mezcla de choque cultural e inter¨¦s econ¨®mico. ¡°Fue una transici¨®n de una econom¨ªa extractiva ¡ a la presencia de una autoridad ajena que les dec¨ªa qu¨¦ deb¨ªan hacer, y que claramente beneficiaba solo a cierto n¨²mero de individuos de la comunidad¡±, aclara. Era inevitable que hubiera algo de resentimiento.
Y eso es peligroso. El resentimiento puede llevar a los lugare?os a cazar furtivamente animales marinos y terrestres, y as¨ª socavar los objetivos del parque. Garc¨ªa explica que el mayor reto durante su mandato era combatir la pesca ilegal. Los funcionarios del parque nacional no tienen competencia para efectuar detenciones y las autoridades municipales dudaban a la hora de arrestar a vecinos y familiares. Garc¨ªa tuvo que convencer a la Comisi¨®n Nacional de Pesca de que visitase el parque, practicase detenciones ocasionales, confiscase aparejos y multase a los furtivos.
La cooperativa de pesca tiene autoridad persuasiva, pero poca autoridad ejecutiva. Aunque el estudio efectuado por Iniciativa Arrecifes Saludables mostr¨® que algunas especies de peces se estaban recuperando, la cooperativa de pesca decidi¨® que las poblaciones de caracol rosa eran lo suficientemente precarias como para establecer una veda de captura de cinco a?os. Sin embargo un gerente de hotel ofrec¨ª¨® recientemente a los clientes ¡°reservas personales¡± de su familia, y muchas conchas vac¨ªas a lo largo del arrecife son indicios de capturas recientes.
Villanueva se muestra esc¨¦ptico respecto a la capacidad de las autoridades del parque para controlar la pesca ilegal. Aplicar las normas bien ser¨ªa dif¨ªcil ¡°porqu¨¦ habr¨ªa que lastimar a mucha gente¡±, asegura, al limitar sus medios de vida.
Salazar se?ala el trabajo del parque para promover otros medios de vida para los lugare?os, desde talleres de artesan¨ªa para mujeres hasta cursos de apicultura para pescadores jubilados. El edificio de la CONANP hace publicidad de las decoraciones con conchas realizadas por la cooperativa de mujeres. ¡°Nos apoyan¡±, dice Leti Flores, artesana a tiempo parcial. Al atardecer, ella y su prima Susi Puc se sientan a confeccionar joyas rodeadas de mosquitos en el patio trasero de Flores, una tarea que hacen casi todas las tardes durante unos tres meses al a?o. Puc dice que ella y otros xcalake?os agradecen las alternativas a la pesca, como la artesan¨ªa, pero que mientras tanto, los pescadores ¡°tienen que alimentar a sus familias¡±.
A pesar de la complejidad adicional de una econom¨ªa tur¨ªstica, Salazar ve ventajas en la diversidad que esta ofrece a la generaci¨®n de su hijo. Adem¨¢s de la cooperativa de turismo organizada por la comunidad, por ejemplo, el parque nacional est¨¢ ense?ando a un grupo de j¨®venes a hacer un monitoreo de la fauna silvestre. ¡°La siguiente generaci¨®n entiende mejor la palabra ¡®conservaci¨®n¡±, dice Salazar.
Les guste o no, tendr¨¢n que enfrentarse a ideas de fuera sobre la conservaci¨®n de su entorno. A finales de 2016, el Gobierno mexicano anunciaba que toda la costa del Caribe situada fuera de las actuales zonas protegidas es ahora Reserva de la Biosfera. Queda por ver si estructuras p¨²blicas impuestas desde arriba como la reserva y el parque nacional son suficientemente flexibles como para atraer el respaldo local. La propuesta de gesti¨®n del parque nacional de Xcalak presentada en 1997 aconseja efectuar revisiones cada cinco a?os porque la situaci¨®n social y econ¨®mica de la zona cambia constantemente.
Pero Villanueva, con el plan de gesti¨®n en la mano, se queja de que las autoridades no lo han actualizado desde 2004. ¡°Me dejaron de lado, y en lugar de hacer lo que hab¨ªamos acordado, han hecho lo que han querido¡±, dice de las autoridades federales.
A pesar de las quejas, los residentes en Xcalak han demostrado que est¨¢n dispuestos a emprender cambios por el bien de su comunidad. Conseguir que m¨¢s residentes participen en esos cambios, aunque sea de manera gradual, deber¨ªa ser m¨¢s f¨¢cil que recuperarse del siguiente temporal o defenderse contra los planes de desarrollo urban¨ªstico for¨¢neos. Como dice Salazar, ¡°las mentalidades cambian con las generaciones¡±.
Este art¨ªculo fue originalmente publicado en ingl¨¦s por Rethink, una publicaci¨®n online del Stockholm Resilience Centre
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