El gitano que ret¨® al nazismo

PROFESIONAL Y ENAMORADO

Esa misma semana Michael, el primer amigo entrenador, va a ver a Johann a su casa. Despu¨¦s de saludar a los miembros de su numerosa familia, los dos van a sentarse a la habitaci¨®n del joven.

¨CTengo que decirte ¨Cempieza de inmediato su viejo amigo¨C que todav¨ªa no me he repuesto de la forma en la que te han echado de las Olimpiadas. Esto evidencia que el pa¨ªs se est¨¢ despe?ando hacia una aut¨¦ntica dictadura, m¨¢s feroz de lo que nunca hemos experimentado.

¨CNo tengo ni idea de lo que nos espera, la ¨²nica soluci¨®n que encuentro es hacerme inmediatamente profesional. Al menos as¨ª tal vez evite las marchas militares y todo lo que conlleva una pol¨ªtica ahora en manos de una banda de criminales.

¨C?Cuidado, habla m¨¢s bajo, que esos tienen o¨ªdos por todas partes!

¨C?Pero es que no te das cuenta? Hab¨ªa gente que apostaba por m¨ª como pr¨®ximo campe¨®n europeo de los pesos medios. ?Y en un pisp¨¢s van y me empaquetan y me quitan de en medio como a un trapo viejo! En el fondo, no es que me indigne demasiado esa expulsi¨®n¡­ Para lo que me iban a dar, cuatro cuartos para los cigarrillos, que yo adem¨¢s no fumo, y una camiseta de la asociaci¨®n gratis, pero sin recambio. ?As¨ª que bienvenido sea el hacerme profesional!

Las paredes de las casas en construcci¨®n estaban copadas con im¨¢genes suyas, el campe¨®n m¨¢s atractivo de alemania.

¡ªPero ?ya tienes un m¨¢nager?

¡ªLa verdad es que confiaba en que lo fueras t¨²¡­

¡ªNo, yo no puedo, en primer lugar no tengo licencia, y adem¨¢s no gozo de buena reputaci¨®n en el entorno de los profesionales. Para todo el mundo, mi ambiente es el del boxeo amateur.

¨CEst¨¢ bien, de todos modos ya me he puesto en contacto con algunos dirigentes de Berl¨ªn, y desde el momento en que se sepa que estoy disponible, ser¨¢n ellos los que me busquen a m¨ª.

¨CEstoy seguro de que ser¨¢n muchos los interesados en llevar tus asuntos como es debido, y no tengo ninguna duda de que al final esta nueva situaci¨®n te traer¨¢ grandes beneficios. Pero si debo darte un consejo realmente des?apasionado, ?sabes lo que te digo? Rompe con todo por aqu¨ª y vete a otro pa¨ªs, yo qu¨¦ s¨¦, a Francia, a Inglaterra¡­, a los Estados Unidos incluso. ?Fuera de aqu¨ª podr¨¢s demostrar por fin todo el potencial y la clase que tienes en tus manos, o, si lo prefieres, en tus pu?os!

¨CPero ?c¨®mo voy a marcharme? ?Y por qu¨¦ raz¨®n, adem¨¢s?

¨CPorque la gente como t¨², como yo y como otros cientos de miles de personas m¨¢s hemos sido catalogados por el Reich como enemigos de la naci¨®n, del pueblo, de la grandeza germ¨¢nica. Y eso es algo completamente normal. Cuando un grupo pol¨ªtico decide tomar el poder, ?qu¨¦ es lo que hace? En primer lugar, elige a sus enemigos, a la gente ¡°diferente¡±, jud¨ªos, gitanos, homosexuales, ateos, comunistas, anarquistas¡­ Es una antigua regla:

¡°?Dadme un enemigo y mover¨¦ el mundo! ?Permanezcamos unidos, permanezcamos juntos y destruyamos a esta escoria! ?Llenemos las c¨¢rceles con estos infames, Dios est¨¢ con nosotros!¡±.

Entre octubre y noviembre de 1929 Johann consigue firmar un contrato para sus tres primeros encuentros como profesional. Su m¨¢nager es Ernst Zirzow, un rubito con corbata, cara regordeta y una precisa raya lateral en el pelo. A primera vista podr¨ªa parecer un corredor de apuestas al por mayor, pero en realidad no tarda en demostrar que sabe bien c¨®mo hacer su trabajo. Johann descubre que Zirzow tiene una enorme capacidad para promocionarle: organiza conferencias de prensa, entrevistas con periodistas radiof¨®nicos, e incluso con estrellas del mundo del espect¨¢culo, incluyendo algunas bailarinas de renombre y actrices j¨®venes, promesas del cine. Adem¨¢s, en el centro de Berl¨ªn, todas las paredes de las casas en construcci¨®n est¨¢n copadas de im¨¢genes suyas, el campe¨®n m¨¢s atractivo de Alemania.

Finalmente llega el d¨ªa del primer encuentro, en Berl¨ªn, incluso con una banda de m¨²sica que acompa?a la entrada del joven campe¨®n, vestido con un bata de seda toda de oro. Su oponente es el primero en subir al ring levantando las cuerdas. Johann, en cambio, tras coger carrerilla se lanza contra las cuerdas y, agarr¨¢ndolas, aprovecha el efecto rebote para volar por los aires y aterrizar haciendo una verdadera voltereta de acr¨®bata. Aplausos y gritos de chicas, presentes en abundancia. Aqu¨ª est¨¢n de nuevo, todas alrededor del ring agitando flores y tir¨¢ndoselas luego al joven apolo. Es una pelea muy leal en la que ambos contendientes se enfrentan desplegando todas sus cualidades, incluyendo una notable agresividad. El movimiento habitual de Johann descoloca en repetidas ocasiones al p¨²gil adversario. Da la sensaci¨®n de que el gitano concede un espacio considerable para los ataques, pero al final, con gran rapidez, es capaz de concluir con embestidas apote¨®sicas. De seis asaltos, Johann concede al campe¨®n adversario tan solo dos. Al final se las apa?a para lanzar una acometida que da con el otro en la lona.

El combate vuelve a caer del lado de Johann, empapado en sudor, cansado pero feliz.

El segundo encuentro tambi¨¦n tiene lugar en Berl¨ªn. Estamos al aire libre y desde primera hora de la tarde todas las plantas del parque donde se celebrar¨¢ la pelea gotean sin descanso. A pesar de ello, en el momento del combate, la explanada se llena hasta arriba, todos con los paraguas abiertos. Sin darse cuenta, los espectadores, en los instantes en los que la tensi¨®n se acrecienta, se golpean aqu¨ª y all¨¢ con sus quitaguas en una especie de combate suplementario. Afortunadamente, el cuadril¨¢tero est¨¢ protegido por una gran carpa, aunque a veces el viento hace que r¨¢fagas de agua alcancen a los jueces, a los segundos y a los boxeadores. El combate vuelve a caer del lado de Johann, empapado en sudor, cansado pero feliz.

El tercer encuentro es en Hannover, completamente a cubierto. Una notable multitud ocupa sus asientos unas horas antes de la llegada de los contendientes, que, nada m¨¢s encontrarse en el centro del ring, se percatan de que la sala entera est¨¢ invadida por el humo de los puros y los cigarrillos. El responsable de la organizaci¨®n impone al p¨²blico que deje de fumar y da instrucciones a los t¨¦cnicos del local para que abran de par en par las ventanas laterales para hacer circular el aire en la enorme sala. El adversario de Johann demuestra ser particularmente bromista, y tan pronto como el ¨¢rbitro les llama al centro para las recomendaciones habituales saca un paquete de cigarrillos, y se los ofrece a los jueces y segundos uno por uno. Despu¨¦s, con unas cerillas, enciende el cigarrillo de cada uno. La escena provoca grandes carcajadas, pero luego, por supuesto, todos tiran los cigarrillos en un cubo y comienza el combate. Es el tercer encuentro, y el resultado es m¨¢s o menos el de los precedentes: victoria por KO para Johann.

Una noche de invierno en 1929 Johann pasa a toda velocidad por las calles del casco viejo con su nueva moto. Le gusta la moto, siempre hab¨ªa so?ado con tener una. Esta exhala un rugido que emociona, parece realmente una fiera salvaje. Viste una chaqueta de cuero y unos pantalones de fieltro. En la cabeza lleva un casco con visera.

Prosigue por la calle hasta la cervecer¨ªa, aparca la moto en la puerta, entra y saluda a todo el mundo. Dentro hay un grupo de m¨²sicos que se ponen de pie de inmediato y lo aplauden, levantando sus instrumentos. Son gitanos, igual que ¨¦l, e inesperadamente empiezan a interpretar un ritmo muy en boga en esos a?os, un foxtrot. Un grupo de chicas se acerca a Rukeli, el ?rbol, que por su gran encanto parece estar realmente en flor. ?l agarra la mano de las chicas, haci¨¦ndolas girar a un lado y a otro. Entonces, uno de los clientes, irritado por el ¨¦xito del boxeador, provoca a Johann y le dice:

¨CGitano, si me lo permites, he de decirte que no eres m¨¢s que un fantasm¨®n. Apuesto con quien sea que te mando a la lona cuando quiera.

Zirzow, el m¨¢nager del corbat¨ªn, que est¨¢ cerca de ¨¦l, se adelanta y dice:

¨CDirijo yo el desaf¨ªo: estoy dispuesto a recoger las apuestas, pero, si me lo permiten, propongo una variante para este encuentro. Personalmente soy el defensor de los intereses de este campe¨®n. El retador puede atacarlo tranquilamente con ambos pu?os, mientras que ¨¦l, el campe¨®n, tendr¨¢ la mano derecha atada a la espalda, as¨ª ¨Cy ejemplifica la atadura¨C, e intentar¨¢ detener los golpes de su oponente con una sola mano. ?Les parece bien?

?Adelante con las apuestas!

Desde el fondo del local aparecen unos fot¨®grafos e incluso algunos periodistas, excitados ante la idea de asistir a una pelea tan extravagante.

Y he aqu¨ª que, de repente, desde el fondo del local aparecen unos fot¨®grafos e incluso algunos periodistas, excitados ante la idea de asistir a una pelea tan extravagante. Empieza el encuentro, el mat¨®n se lanza inmediatamente con los dos brazos, pero su derechazo se pierde en el vac¨ªo y recibe un pu?etazo en la cara del brazo izquierdo de Johann.

¨CPor favor, ?adelante! ?Hagan sus apuestas! ¨Cvocea el m¨¢nager¨C. Pero que quede claro que, por cada pu?etazo que alcance al retador, pagar¨¦is cinco marcos cada uno.

Al final, todo se convierte en una especie de espect¨¢culo de circo. El retador no hace m¨¢s que acumular golpes por todas partes de su cuerpo hasta que, exhausto, se deja caer en una silla y dice:

¨CPor m¨ª es suficiente.

Mientras tanto, en medio de los murmullos de la sala resuena la voz resentida de una joven camarera:

¨C?Ah, no! ?Ya es suficiente! Deje de una vez de atormentarme poni¨¦ndome las manos encima.

¨CPero ?qu¨¦ le ocurre, se?orita? ¨Creplica el hombre, que lleva un traje bastante elegante. Un camarero est¨¢ dispuesto a intervenir, pero Johann lo detiene tranquiliz¨¢ndolo:

¨CNo hay problema, este se?or es amigo m¨ªo, si me da dos minutos lo resuelvo yo todo tranquilamente. ¨CLuego, volvi¨¦ndose hacia el elegante caballero, le dice:¨C Arthur, ?pero qu¨¦ cosas se te ocurren? ?No tienes nada mejor que hacer que dar la tabarra a las camareras?

¨C?Le parezco yo un tipo que molesta a las camareras?

¨CMira, Arthur¡­

¨C?No soy Arthur!

¨CMaldita sea, otra vez con esta historia de que no reconoce su nombre¡­ Es in¨²til que te hagas el listo, hemos o¨ªdo todo el numerito, tus insinuaciones, la propuesta de un regalo¡­ Y ten cuidadito que, si sigues haci¨¦ndote el sueco, vamos a tener que arrojarte a los clientes, que te har¨¢n pedazos. As¨ª que si¨¦ntate aqu¨ª y, en primer lugar, pide disculpas a los clientes del local. ?Listo? No oigo tu voz, ?te importa hablar m¨¢s alto?

Y el otro, con cara de susto, dice:

¨CS¨ª, me disculpo, no era mi intenci¨®n.

¨CMuy bien, pero el perd¨®n solo puedes gan¨¢rtelo si no te haces el listo y cuentas toda la verdad, as¨ª que tienes que decir en voz alta: ¡°?S¨ª, he molestado a la chica y hasta le he puesto las manos encima!¡±. Rep¨ªtelo.

El hombre hace adem¨¢n de reaccionar:

¨CPero, oiga¡­ ¨CLuego se da cuenta de que lo mejor es no oponerse¨C. S¨ª, es cierto, he molestado a la chica y hasta le he puesto las manos encima.

¨CEstupendo, y ahora tengo que hacerte prometer una cosa. Debes decirles a estos se?ores, y sobre todo a la chica, que no volver¨¢s a poner un pie en este lugar, mejor dicho, que te mantendr¨¢s a mucha distancia. Si te pescamos rondando por aqu¨ª te llevaremos a la polic¨ªa, ?est¨¢ claro? Que te dar¨¢ una somanta de bofetadas. ?Sabes c¨®mo da las bofetadas la polic¨ªa? ?No? Pues mira, te voy a dar una, no muy fuerte, para que te hagas una idea.

Y diciendo esto, le suelta un buen cachete.

¨C?Ay! ?Me ha hecho da?o!

¨CQu¨¦ va, c¨®mo voy a haberte hecho da?o, te habr¨ªa hecho da?o si te hubiera dado un bofet¨®n as¨ª ¨Cy le propina otro buen tortazo.

¨C?Ay!

¨CEso es, ese s¨ª que es un aut¨¦ntico bofet¨®n, pero los hay tambi¨¦n peores, ?sabes? ?Quieres probarlos?

¨CNo, por favor, que ya no puedo ni mover la mand¨ªbula.

¨CBueno, pues ahora te la desbloqueo yo. No muevas la cara, mira hacia arriba¡­

Y mientras lo dice lo abofetea con ambas manos. El otro se echa a llorar.

¨C?Ay! ?C¨®mo duele!

¨C?Es suficiente? Pues ya est¨¢s libre, perdonado, purgado de tus pecados, puedes irte. Recuerda, por aqu¨ª no te queremos volver a ver.

Por desgracia, a causa de una est¨²pida costumbre en nuestra sociedad el hombre debe ser mayor que la mujer, aunque tenga veinte, treinta a?os m¨¢s, mientras que lo contrario no se admite.

Ha pasado m¨¢s de media hora y del local, que est¨¢ cerrando, salen Johann y la joven camarera.

¨CMuchas gracias por lo que hiciste por m¨ª. Cuando surgen esta clase de situaciones normalmente mis colegas hacen como si nada y tengo que soportar los insultos yo sola.

¨CMuy bien, pues dime cu¨¢l es tu horario y me pasar¨¦ por aqu¨ª para cubrir el turno contigo.

¨CVamos¡­ Cuando volv¨ª al zagu¨¢n para cambiarme dos de mis colegas me han dicho que eres un boxeador muy famoso.

¨CS¨ª, no puedo negarlo. ?Y sabes por qu¨¦ te he defendido de ese man¨ªaco? No lo ve¨ªa a ¨¦l, te ve¨ªa a ti. Eres clavadita a una amiga m¨ªa que ahora ya no vive aqu¨ª. El mismo peinado, el color de sus ojos, su encanto¡­, vaya, que eres su vivo reflejo, solo que m¨¢s joven. No llegamos a estar juntos porque ella era diez a?os mayor que yo, pero est¨¢bamos enamorados, y la echo mucho de menos. Por desgracia, a causa de una est¨²pida costumbre en nuestra sociedad el hombre debe ser mayor que la mujer, aunque tenga veinte, treinta a?os m¨¢s, mientras que lo contrario no se admite.

¨CS¨ª, aunque eso no sucede con la gente de mi pa¨ªs. La ¨²nica condici¨®n para casarse es estar enamorados el uno del otro, la edad no importa.

¨C?Por qu¨¦, de d¨®nde vienes?

¨CSoy cosaca.

¨C?Cosaca? O sea, ?eres de esas personas que bailan casi sentadas y estirando las piernas aqu¨ª y all¨¢, y luego monta a caballo y mete un trozo de carne cruda en la silla para cocinarlo?

¨CS¨ª, soy de esas personas, ?te he decepcionado?

¨CNo, f¨ªjate que resulta que yo soy sinti.

¨C?Sinti? ?Algo as¨ª como un gitano?

¨C?Eso es! ?Y sabes lo que te digo? ?T¨² me ense?ar¨¢s tu forma de bailar y yo la m¨ªa, y puesto que a m¨ª me vuelven loco los caballos, visitaremos la estepa juntos, y nos lo pasaremos en grande!