Una vida peque?a
ACABA DE fallecer una amiga de mi madre llamada Lola Monte. Ha muerto bien, ten¨ªa 95 a?os. Ning¨²n reproche al destino, por lo tanto. Era diminuta de estatura, y su vida tambi¨¦n podr¨ªa considerarse una vida peque?a, a pesar de la longevidad. La adolescencia en la guerra, la juventud en la hambrienta posguerra, muchos a?os trabajando como administrativa, una larga jubilaci¨®n, un buen pu?ado de viajes con amigas que se le fueron muriendo, un amado perro que tambi¨¦n se march¨®, un gusto art¨ªstico innato con el que estuvo haciendo primorosos bordados y preciosas mu?ecas hasta que su mala vista le impidi¨® seguir. Y es que cumplir tantos a?os, ya se sabe, es asistir a la progresiva desaparici¨®n de tu mundo. Nunca tuvo pareja, tampoco tuvo hijos, y esa extrema escasez de familia (por fortuna contaba con un sobrino) hizo que su soledad de anciana pareciera m¨¢s sola. Carecer de descendencia, haya sido o no una opci¨®n voluntaria, te coloca en una situaci¨®n un poco extra?a en la larga l¨ªnea de la vida. Por encima de ti se remontan generaciones y generaciones de humanos triunfantes que consiguieron mantenerse vivos hasta m¨¢s all¨¢ de la pubertad, y aparearse, y tener cr¨ªas sanas a las que alimentaron y protegieron hasta que a su vez se hicieron adultas y procrearon; y ese dilatado historial de ¨¦xitos se estrella ahora contigo (yo tampoco tengo hijos). Tanto esfuerzo gen¨¦tico para acabar en ese acantilado. Produce cierto v¨¦rtigo, sobre todo cuando se mira desde el final.
Lola, en fin, no invent¨® la penicilina ni pint¨® la Gioconda. Su vida es una m¨¢s en el atronador tumulto de las vidas humanas.
Lola, en fin, no invent¨® la penicilina ni pint¨® la Gioconda. Su vida es una m¨¢s en el atronador tumulto de las vidas humanas. ¡°Mi existencia no ha sido diferente en nada de la de mucha, mucha gente¡±, dice Iv¨¢n S. Turgu¨¦nev en su novela Diario de un hombre superfluo: ¡°La casa paterna, la universidad, el servicio civil ostentando un rango bajo, la dimisi¨®n, un reducido c¨ªrculo de amistades, pobreza aseada, placeres modestos, ocupaciones limitadas, deseos moderados: d¨ªganme, por el amor de Dios, ?qui¨¦n no conoce todo eso?¡±.
Paterson, la ¨²ltima pel¨ªcula de Jim Jarmusch, habla justamente de eso. De la peque?a vida de un conductor de autob¨²s en una ciudad de Estados Unidos. De sus rutinas. De la relaci¨®n con su pareja. Del ansia indefinible que nos aletea a todos dentro. Sue?os de dicha, atisbos de belleza, la a?oranza de una plenitud que en realidad nunca hemos conocido y que no conoceremos jam¨¢s. Paterson escribe poemas. Alg¨²n verso tiene encanto, pero tampoco son muy buenos. Esta pel¨ªcula no narra la juventud de un hombre que se convertir¨¢ en un gran poeta laureado, sino que es la historia de un conductor de autob¨²s que se jubilar¨¢ siendo conductor de autob¨²s y escribiendo poemas para s¨ª mismo. Y, sin embargo, estoy segura de que concibe sus versos con la misma emoci¨®n y el mismo barrunto de grandeza que Shakespeare. Su futuro y sus ansias le importan much¨ªsimo. A todos nos importa tanto nuestra existencia como si fu¨¦ramos el hombre o la mujer m¨¢s relevantes del planeta. Todos anhelamos encontrar un sentido.
La magn¨ªfica novela Stoner, de John Williams, muestra una de esas peque?as vidas en toda su extensi¨®n. Un muchacho de pueblo que se convierte en profesor universitario, que tiene ilusiones y cree que el porvenir es un paquete de regalo a punto de abrirse para ¨¦l; que se embelesa con la literatura; que ama; que odia; que se desilu?siona; que hace una carrera mediocre; que no alcanza ninguno de sus sue?os. Y que, a pesar de todo, acepta su destino con serenidad y sin quejarse. Porque incluso la vida m¨¢s diminuta est¨¢ iluminada por la intuici¨®n de la belleza, que es ese don art¨ªstico que todos tenemos y que nos hace el mundo habitable. Stoner es sabio y es digno porque asume la realidad desnuda, la min¨²scula cosa que es vivir.
Y eso mismo hizo Lola. Fue una guerrera infatigable, fue valiente, fue capaz. Fue una buen¨ªsima persona y siempre llevaba una sonrisa en los labios. Como Stoner, acept¨® los logros y las carencias, y su an¨®nima existencia no es en nada inferior a ninguna otra. Los constructores de imperios se mezclan con las modestas lavanderas dentro de la larga oscuridad. Todo es un leve sue?o, todos somos peque?os en el inmenso e indiferente abismo del tiempo.
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