Una UE de resultados
En su 60? aniversario, Europa debe recuperar el coraz¨®n de sus ciudadanos
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Empieza hoy un Consejo Europeo de tr¨¢mite, pero que preparar¨¢ el inminente 60? aniversario de la Uni¨®n. Y se celebra tras una reuni¨®n del eje franco-alem¨¢n: aunque con acierto ampliado esta vez a Italia y Espa?a. La mejor noticia del (mejorable) encuentro fue su propia celebraci¨®n. Al menos, ah¨ª est¨¢n, tirando mal que bien del carro com¨²n, frente a las agendas populistas.
En la intersecci¨®n de esas reuniones se empieza a dirimir cu¨¢l debe ser el futuro de la Uni¨®n Europea (UE), seg¨²n plantea el Libro Blanco de la Comisi¨®n, aunque su obligada agenda remite a un a?o electoral, reacio a los grandes proyectos comunes.
De momento se abre paso a lo que al final puede constituirse en m¨ªnimo com¨²n denominador de los Veintisiete (a la espera de las decisiones brit¨¢nicas): un esquema de avance m¨¢s basado en distintas velocidades que en una com¨²n rapidez ¨²nica. Incluso para quienes, como este peri¨®dico, preconizamos desde hace a?os una federalizaci¨®n m¨¢s potente, m¨¢s r¨¢pida y m¨¢s eficaz de la Europa realmente existente, ese horizonte puede resultar asumible. Aunque sea menos deseable y seductor que la Europa cohesionada, articulada y armonizada a la que Espa?a siempre aspir¨®. Y sigue aspirando.
Pero con condiciones. La primera y principal es que las distintas velocidades sirvan al menos para garantizar la velocidad m¨ªnima necesaria de respuesta a los nuevos desaf¨ªos dom¨¦sticos e internacionales. La segunda, que cumpla la panoplia de requisitos consagrados en el Tratado de Lisboa a tal efecto, el efecto equivalente a las cooperaciones reforzadas: que respeten el marco legal com¨²n; que posibiliten siempre la porosidad (descuelgue y acceso) entre los adscritos a un c¨ªrculo y a otro; que no establezcan barreras permanentes entre los distintos socios.
Ahora bien: todo eso tiene que ver sobre todo con las finalidades ¨²ltimas y con los m¨¦todos para acercarse a ellas. Que necesitan maduraci¨®n. Pero Europa no dispone de mucho tiempo para afrontar la singular coyuntura actual. Necesita, antes que nada, dise?ar y obtener algunos signos prometedores para estimular a una ciudadan¨ªa que tiende a desconfiar de s¨ª misma y de sus proyectos convencionales. Y as¨ª, tiende a descreer de ella misma, y de todo.
Formulado desde el realismo m¨¢s obvio: la UE necesita ¨¦xitos palpables, como en su momento lo fueron la creaci¨®n del euro, el intercambio estudiantil mediante el Erasmus o la libertad de circulaci¨®n de Schengen. En tiempos de turbaci¨®n, los resultados legitiman.
?Cu¨¢les? Desde luego, el muy necesario de completar la uni¨®n monetaria: pero no movilizar¨¢ entusiasmos. Por supuesto, el de acrecentar la seguridad interior y la defensa externa: pero no exaltar¨¢ los ¨¢nimos deprimidos. Convendr¨¢ a?adir a todas esas asignaturas pendientes la de suturar las heridas sociales causadas por la Gran Recesi¨®n, y su mediocre manejo, causa evidente del creciente euroescepticismo.
Eso exige plantear tambi¨¦n una agenda social con seguros de desempleo complementarios, horquillas de salarios m¨ªnimos, apoyos a los arrojados a la cuneta. Con modestia y preservando las competencias estatales concurrentes. Pero con decisi¨®n. O Europa gana los corazones de los desenga?ados, o se quedar¨¢ sin sustento ni apoyo.
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