El h¨¦roe de la independencia de Am¨¦rica que apoyaron los espa?oles
Las cartas de Alexander von Humboldt, padre de muchas ideas fundacionales del ecologismo, muestran su agradecimiento a la corona hisp¨¢nica en cuyas colonias realiz¨® su investigaci¨®n
Cuando en 1799 Alexander von Humboldt parti¨® desde el puerto de Coru?a en su m¨ªtico viaje hacia Am¨¦rica, se dice que desde el barco escuchaba los lamentos de Alejandro Malaspina. Aquel marino italiano, que hab¨ªa protagonizado una de las mayores expediciones cient¨ªficas de la ¨¦poca ilustrada, se encontraba encarcelado en la ciudad gallega por conspirar contra Godoy. Al regreso de su viaje, Malaspina hab¨ªa abogado en un documento confidencial por la concesi¨®n de mayor autonom¨ªa a las colonias espa?olas. El Gobierno no consider¨® adecuada la publicaci¨®n del texto y el explorador cometi¨® el error de rebelarse.
Este es una muestra de los riesgos a los que se enfrentaban los cient¨ªficos de la ¨¦poca y la necesaria habilidad pol¨ªtica que deb¨ªan incorporar para lograr sus objetivos. El viaje de Von Humboldt por Am¨¦rica transform¨® nuestra visi¨®n de la naturaleza que, gracias a sus aportaciones, se empez¨® a entender como una red interconectada e independiente. Algunas ideas fundamentales del ecologismo se alimentan del trabajo del investigador alem¨¢n. Pero antes de subir por las laderas del Chimborazo o navegar la cuenca del Orinoco, tuvo que sobrevivir a la selva de la burocracia y la diplomacia imperial espa?ola.
Como uno de los pensadores m¨¢s importantes de la revoluci¨®n cient¨ªfica, las peripecias de Von Humboldt por Am¨¦rica, Rusia o las cortes europeas es conocida, pero seg¨²n menciona Miguel ?ngel Puig-Samper, investigador del Instituto de Historia del CSIC, gran parte de los historiadores olvidan la importancia de su paso por Espa?a.
En algunas ediciones del libro en Am¨¦rica, donde Von Humboldt es un h¨¦roe de la independencia, se ocultan sus agradecimientos a la corona
Antes de partir hacia Am¨¦rica, el cient¨ªfico prusiano tuvo que pasar seis meses en los que hizo uso de sus contactos para conseguir el permiso del rey, Carlos IV, para viajar a sus colonias. En ese tiempo, en el que recorri¨® toda la pen¨ªnsula, tambi¨¦n pudo probar los instrumentos con los que analizar¨ªa la geograf¨ªa del nuevo mundo. Cuenta Puig-Samper que a Humboldt le debemos la comprobaci¨®n cient¨ªfica de que exist¨ªa la meseta. ¡°Antes se sab¨ªa, de forma intuitiva, pero ¨¦l, con el uso de bar¨®metros y otros instrumentos pudo confirmarlo con datos¡±, apunta. ¡°Despu¨¦s, har¨ªa esos mismos perfiles topogr¨¢ficos en Am¨¦rica¡±, a?ade.
Gracias a la mediaci¨®n de diplom¨¢ticos y cient¨ªficos alemanes, Von Humboldt logr¨® el permiso y viaj¨® a las colonias espa?olas. All¨ª, le abrieron las puertas de todas las instituciones cient¨ªficas donde encontr¨® informaci¨®n sobre su naturaleza que luego incluir¨ªa en su s¨ªntesis sobre el continente.
A su regreso, en una carta que el a?o pasado analizaban Puig-Samper y Elisa Garrido en la revista HiN, el naturalista alem¨¢n presentaba los resultados de su misi¨®n a Carlos IV. Los t¨¦rminos de cortesano, en los que se presenta como ¡°muy humilde, muy obediente y muy sumiso¡±, pueden resultar chocantes en uno de los grandes adalides de la independencia de las colonias americanas. Sin embargo, este agradecimiento de Von Humboldt continu¨®, incluso cuando Carlos IV ya estaba preso por Francia, en 1808. Ese a?o, se public¨® su Ensayo pol¨ªtico sobre el reino de la nueva Espa?a. En ¨¦l, inclu¨ªa una introducci¨®n de agradecimiento al rey por su asistencia. ¡°En algunas ediciones en pa¨ªses americanos quitan ese agradecimiento¡±, apunta Puig-Samper.
Esta es una m¨¢s de las aparentes contradicciones en torno al pr¨®cer de las revoluciones hispanoamericanas, amigo del libertador Sim¨®n Bol¨ªvar, pero tambi¨¦n cortesano zalamero en Europa. ¡°Yo incluso puedo poner en duda parte de esa imagen revolucionaria¡±, plantea el investigador del CSIC, que menciona una carta privada de Von Humboldt en la que recomendaba el Estado espa?ol que realizase reformas para poder evitar la secesi¨®n de los territorios coloniales.
Adem¨¢s de su habilidad para regalar el o¨ªdo de los poderosos y conseguir su favor para alcanzar sus objetivos como explorador, en la carta de agradecimiento de Von Humboldt al rey de Espa?a, tambi¨¦n aparece, junto a Aim¨¦ Bonpland, el bot¨¢nico que fue su mano derecha en la expedici¨®n americana, un personaje poco conocido que ayuda a entender mejor al cient¨ªfico y su ¨¦poca. Carlos Mont¨²far era un joven criollo de buena familia de Quito (Ecuador) que se incorpor¨® al equipo de Bonpland para lamento de otros cient¨ªficos que trabajaban en la regi¨®n. Jos¨¦ de Caldas, un cient¨ªfico que ha pasado a la historia de Colombia como El Sabio, quer¨ªa incorporarse al grupo de Von Humboldt, pero no fue elegido. En una carta a Celestino Mutis, el c¨¦lebre bot¨¢nico, Caldas hablaba de Mont¨²far como un ¡°adonis, ignorante, sin principios y manirroto¡±. Parece que el atractivo del apuesto Mont¨²far le result¨® m¨¢s interesante al cient¨ªfico alem¨¢n que el cerebro de Caldas.
El joven militar de Quito, una ciudad que en la ¨¦poca ten¨ªa fama por su ambiente bohemio y disoluto, fue quien acompa?¨® a Von Humboldt hasta casi la cumbre del Chimborazo, una monta?a que entonces ten¨ªa por la m¨¢s alta del planeta, pero no parece que realizase grandes aportaciones intelectuales al viaje del prusiano. Despu¨¦s, Mont¨²far viaj¨® a Europa donde continu¨® su carrera militar. En una serie de giros de su historia personal, muestra de los peligros de la pol¨ªtica de aquel tiempo, el ecuatoriano acab¨® siendo enviado a su pa¨ªs para sofocar las rebeliones que incendiaban el continente. Al llegar all¨ª, supo que el l¨ªder del levantamiento era su propio padre y se uni¨® a ¨¦l. Esa decisi¨®n le acabar¨ªa por costar la vida cuando fue atrapado por los espa?oles.
Antes de subir por las laderas del Chimborazo o navegar la cuenca del Orinoco, Von Humboldt tuvo que sobrevivir a la selva de la burocracia y la diplomacia imperial espa?ola
Von Humboldt, a diferencia de Malaspina o de Mont¨²far, logr¨® navegar en las complejidades pol¨ªticas de su tiempo, manteniendo posturas aparentemente contradictorias. Fue un ¨ªdolo para los revolucionarios americanos, amigo de Thomas Jefferson, el presidente de EE UU, pero se mantuvo cerca de los aut¨®cratas europeos. De hecho, asfixiado por los problemas econ¨®micos, un ¨¢mbito en el que no demostr¨® tanta destreza como en la ciencia o la pol¨ªtica, tuvo que acabar su carrera como cortesano del rey de Prusia, Federico Guillermo IV, lamentando muchas veces la cantidad de tiempo que ten¨ªa que dedicar a acompa?ar al monarca. Pero no sucumbi¨® a los peligros de sus viajes ni a los de la pol¨ªtica y vivi¨® hasta los 89 a?os.
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