Un arsenal clandestino al descubierto
Wikileaks golpea de nuevo el prestigio de EE UU y muestra la vulnerabilidad de la CIA
Que estamos entrando en una nueva ¨¦poca, llena de sorpresas no siempre agradables, no parece ofrecer duda alguna. Cada d¨ªa aporta una novedad o un fen¨®meno ins¨®lito, que se anuncia como la primera vez que sucede y es saludado con fr¨ªvola alegr¨ªa por unos y con p¨¢nico incontrolado por otros. El mayor de todos y sin duda el m¨¢s significativo, capaz de proporcionar constantemente m¨¢s primeras veces, es que alguien como Donald Trump haya llegado a la Casa Blanca.
Una de estas noticias frescas de la nueva ¨¦poca es la exhibici¨®n p¨²blica del entero arsenal, hasta ahora clandestino, del armamento digital con el que aparentemente la CIA ya estaba librando las guerras cibern¨¦ticas en curso. As¨ª como nos enteramos con las revelaciones de Edward Snowden en 2013 de que las redes sociales serv¨ªan para que las agencias de espionaje utilizaran las recolecciones de datos en grandes cantidades o big data para fichar y controlar a todo bicho viviente; ahora sabemos gracias a Wikileaks que todos nuestros cacharros digitales, incluidos cierto tipo de televisores, e incluso algunas aplicaciones concretas, como Whatsapp o Skype, nos ponen a los usuarios a tiro de los esp¨ªas que quieran escucharnos e incluso registrar nuestras im¨¢genes en v¨ªdeo.
La revelaci¨®n de estos m¨¦todos de espionaje tiene una dimensi¨®n geopol¨ªtica de relieve. De entrada porque desactiva el entero arsenal estadounidense para la guerra cibern¨¦tica y lo exhibe para provecho de sus adversarios, a la vez que demuestra la vulnerabilidad de las defensas y golpea el prestigio de la superpotencia. Mientras Wikileaks solo perjudicaba a Hillary Clinton y desprestigiaba a Barack Obama, Donald Trump pod¨ªa mostrar la mayor complacencia con Julian Assange y su organizaci¨®n, pero en el momento en que demuestra que Estados Unidos est¨¢ perdiendo la ciberguerra que le libran sus adversarios no le ser¨¢ tan f¨¢cil persistir en la condescendencia con quien puede perjudicarle gravemente.
Tambi¨¦n hay una dimensi¨®n estrictamente ciudadana en la revelaci¨®n. Es objetivamente positivo conocer los riesgos y vulnerabilidades a que estamos expuestos como usuarios de tecnolog¨ªa digital. Pero como en anteriores ocasiones, el boquete afecta solo a EE UU y deja inmunes de filtraciones y revelaciones a otras potencias de la ciberguerra como China o Rusia, de las que estrictamente nada sabemos. Si al final la revelaci¨®n se convierte en una buena noticia para Trump, que ha establecido una alianza objetiva con Putin y tiene cuentas pendientes con la CIA, deber¨¢ entenderse que la infiltraci¨®n de Mosc¨² en Washington es todav¨ªa m¨¢s seria y profunda de lo que hasta ahora ha aparecido.
Al margen de su relevancia pol¨ªtica, la revelaci¨®n desmiente un cierto optimismo tecnol¨®gico que solo ve en las redes sociales su capacidad liberadora y de empoderamiento. La otra cara de la democratizaci¨®n de la comunicaci¨®n y de la erosi¨®n de la mediaci¨®n y la representaci¨®n pol¨ªtica, facilitadas por la tecnolog¨ªa digital, es la fuerza enorme del Gran Hermano, que quiere convertir la participaci¨®n en control y nuestros tel¨¦fonos, tabletas y televisores en c¨¢maras ocultas y grabadoras esp¨ªas.
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