A la mesa con los desplazados de Boko Haram
Las familias de Tagal, en la orilla chadiana del lago Chad, a menudo comparten su escasa comida diaria con los que huyen del grupo terrorista. Planeta Futuro acompa?a a una de ellas durante el almuerzo
Falmata Kourtu Mohamad prepara la comida cada d¨ªa para una decena de personas. O eso dice. A su espalda, de hecho, se agolpan al menos 15 ni?os que no se pierden ni un detalle de c¨®mo pica la cebolla. Y eso sin tener en cuenta a los hombres que tambi¨¦n tomar¨¢n su almuerzo en el hogar. Falmata no dispone de mucho m¨¢s recursos econ¨®micos que sus vecinos de la aldea de Tagal, en la orilla chadiana del lago Chad, pero no duda en compartir lo poco que posee con los desplazados que han abandonado las islas cercanas para huir de Boko Haram.
La violencia desencadenada por el grupo terrorista en la cuenca del lago Chad desde 2009 se ensa?a en especial en la zona noroccidental de Nigeria, pero la escalada de la crisis ha desbordado m¨¢s all¨¢ de las fronteras del pa¨ªs y 2,4 millones de personas est¨¢n desplazadas en Nigeria o han buscado refugio en N¨ªger, Camer¨²n y Chad, seg¨²n datos de Unicef. Solo en la zona de Baga Sola, en el oeste de Chad, al menos 1.066 personas encontraron cobijo entre julio y noviembre del a?o pasado. Se trata en la inmensa mayor¨ªa de nacionales chadianos. M¨¢s del 70% de ellos son mujeres y ni?os, incluyendo a embarazadas y menores no acompa?ados.
Falmata se queja de que no cuenta con muchas especias para sazonar el pescado y la boule, una pasta hecha con harina de ma¨ªz y agua. Toda su despensa cabe en una cesta, en la que guarda un par de cebollas, sal, pimienta y una botella peque?a de aceite. Adem¨¢s de su marido y siete hijos, esta mujer de 40 a?os ofrece todos los d¨ªas de comer a dos parejas de desplazados con sus respectivos hijos y a todos los ni?os del vecindario que se acerquen.
Sentada en el patio de su casa, pone a hervir el agua en un cazo, al mismo tiempo que echa la cebolla cortada en el aceite caliente, a la que a?adir¨¢ despu¨¦s pimienta, el pescado y la sal. El men¨² diario, admite, var¨ªa muy poco. La crisis ha reducido la oferta de carne en el mercado local y, aunque la encuentre, suele ser demasiado cara. Su marido a veces sale a pescar, pero la paralizaci¨®n del comercio con Nigeria, la presencia de algas en este periodo del a?o, la inaccesibilidad de algunas zonas de lago y el incremento del n¨²mero de pescadores en el pueblo, no garantizan que el pescado llegue a la mesa con frecuencia. Para incrementar los ingresos de la familia, Falmata vende en el mercado peque?os productos artesanos que ella misma fabrica.
"Antes de Boko Haram, viv¨ªamos bien con nuestra peque?a huerta y unos animales, pero ahora estamos obligados a estar de brazos cruzados", explica. "En los ¨²ltimos dos a?os, la situaci¨®n se ha ido agravando poco a poco". Compartir la comida con los vecinos que la necesitan para ella es un deber y ni se plantea alternativas. "No puedo hacer otra cosa. Cuando llegaron aqu¨ª estas familias de desplazados, no ten¨ªan de qu¨¦ comer. Sus hijos lloraban por el hambre, as¨ª que les invit¨¦ a pasar y a comer juntos. No puedo comer mientras mis vecinos pasen hambre. No s¨¦ qu¨¦ va a ser de m¨ª, puede que alg¨²n d¨ªa me pase lo mismo y me tenga que ir. A m¨ª tambi¨¦n me gustar¨ªa que me acogiesen en otro lugar", cuenta mientras machaca con un palo la harina de ma¨ªz. Estima que actualmente, en la mejor de las hip¨®tesis, puede ganar hasta un m¨¢ximo de 2.000 francos diarios (unos tres euros), pero para que al menos ella, sus familiares y los desplazados que ha acogido comieran lo suficiente ser¨ªa necesaria una cifra 10 veces superior.
Hasta el momento, en su familia no se han detectado casos de malnutrici¨®n, pero es consciente de que lo que comen no es suficiente y no esconde que tiene miedo de que eso pueda ocurrir. Esta ma?ana ha preparado para el desayuno para los m¨¢s peque?os unas bolitas de harina, pero lamentablemente explica que es una excepci¨®n.
Le cuesta hacer memoria, pero cree que no come tres veces al d¨ªa desde hace dos a?os. Cuando no hay mucho que echar al plato, prefiere que los ni?os lo repartan entre s¨ª y quedarse en ayuna. "Yo ya he hecho mi vida, pero ?ellos? Su futuro me preocupa mucho", dice al echar la harina en el agua que hierve. No le hace falta reloj: el olor es suficiente para entender cuando la boule est¨¢ a punto.
Los ni?os y las mujeres son los primeros en comer, seguidos por los hombres a su vuelta del mercado semanal. Falmata reparte la pasta de ma¨ªz encima de una bandeja que, en cuesti¨®n de unos instantes, es rodeada por los comensales. Pocos minutos despu¨¦s, no quedan m¨¢s que las raspas del pescado. Y habr¨¢ que esperar hasta el d¨ªa siguiente para volver a comer.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.