Cuando el mar se ¡®come¡¯ la biodiversidad
El parque nacional de Cahuita, en Costa Rica, es un ejemplo de c¨®mo el cambio clim¨¢tico ya afecta a las costas
El camino que recorre Marcos S¨¢nchez mientras explica los tipos de ¨¢rboles que habitan el parque nacional de Cahuita (Costa Rica) va a desaparecer. El gu¨ªa lo cuenta con la misma naturalidad con la que lo asume. El mar se le viene encima, como ya hizo con caminos y playas por las que los turistas transitaban hace solo unos a?os y de los que hoy solo queda el recuerdo y vestigios como una toma de alcantarilla que se asoma a la superficie del agua o los pilares de un antiguo muelle en medio del mar que sirven de lugar de descanso a unas gaviotas.
Aunque los m¨¢s viejos del lugar cuentan que el mar siempre avanz¨® y retrocedi¨® sin motivo aparente, las mediciones y los modelos clim¨¢ticos dicen que este caso es distinto. La costa de Cahuita, en el Caribe sur costarricense, ha perdido entre 30 y 50 metros (seg¨²n el lugar) en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. La mayor¨ªa de ellos, en solo 10 a?os. ¡°Y cada vez avanza m¨¢s r¨¢pido¡±, asegura Mario Cerdas, administrador del parque. ¡°Es cierto que las costas evolucionan de forma natural y el mar se lleva arena de unos sitios para depositarlo en otros, pero aqu¨ª solo hemos perdido terreno¡±, contin¨²a este profesional que lleva m¨¢s de 20 a?os trabajando en Cahuita.
Los eventos clim¨¢ticos, cada vez m¨¢s extremos y seguidos, han dejado en el litoral un reguero de ¨¢rboles derribados. Incluso los m¨¢s poderosos, que hac¨ªan de contenci¨®n a las olas, han sucumbido a su potencia y van dejando cada vez m¨¢s al descubierto las 1.067 hect¨¢reas de bosque inundable de este parque, que adem¨¢s comprende 22.300 mar¨ªtimas y 600 de arrecife de coral. No es solo que todo ello est¨¦ en peligro, sino que ya est¨¢ cambiando. ¡°La p¨¦rdida de la playa conlleva a la reducci¨®n de h¨¢bitat de las tortugas marinas para su desove, cambio de los ecosistemas, sedimentaci¨®n en los arrecifes, acidificaci¨®n y el calentamiento del mar¡±, explica Gina Cuza, directora de ¨¢reas protegidas del Sistema Nacional de ?reas de Conservaci¨®n (Sinac) de Costa Rica.
La costa de Cahuita, en el Caribe sur costarricense, ha perdido entre 30 y 50 metros (seg¨²n el lugar) en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. La mayor¨ªa de ellos, en solo 10 a?os.
El fen¨®meno es global. De acuerdo con el informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biol¨®gica, ya se ha observado en todo el mundo un cambio en la periodicidad de la floraci¨®n y los patrones de migraci¨®n, como tambi¨¦n en la distribuci¨®n de las especies. ¡°Estas variaciones pueden alterar las cadenas alimentarias y crear desequilibrios dentro de los ecosistemas donde las distintas especies han desarrollado una interdependencia sincronizada, por ejemplo entre la ¨¦poca de anidaci¨®n y la disponibilidad de alimento, los polinizadores y la fertilizaci¨®n. Los h¨¢bitats de agua dulce, los humedales, manglares, arrecifes de coral, tierras secas y subh¨²medas y los bosques nublados, son especialmente vulnerables a los impactos del cambio clim¨¢tico¡±, explica Alfred Hansj Grunwaldt, de la divisi¨®n de Cambio Clim¨¢tico y Sostenibilidad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que est¨¢ trabajando junto al gobierno costarricense en tratar de mitigar estos efectos.
La lucha contra el calentamiento no es, sin embargo, una batalla que pueda librar en solitario un pa¨ªs; y menos uno de 4,6 millones de habitantes y el tama?o aproximado de Arag¨®n. El freno a la subida de la temperatura requiere un compromiso mundial como el que se alcanz¨® en la COP 21 de Par¨ªs en 2015. Lo que s¨ª se puede hacer en los ¨¢mbitos locales y nacionales, m¨¢s all¨¢ de poner un granito de arena en esta estrategia global, es hacer planes puntuales que, por un lado traten de mitigar al m¨¢ximo las consecuencias del cambio clim¨¢tico y, por otro, se adapten a lo que les viene irremediablemente encima.
En Cahuita, que es seg¨²n Cuza, el parque m¨¢s afectado del pa¨ªs, ya est¨¢n actuando. Hay algunos proyectos en estudio, como construir un malec¨®n que contenga el mar y retrase el deterioro de la jungla o la construcci¨®n de arrecife de coral artificial con cemento ¡ªdonde el propio coral crecer¨ªa¡ª con este mismo fin. Pero el avance del mar ya les ha obligado a actuar. Los restos del antiguo edificio administrativo, por ejemplo, est¨¢n ahora bajo el agua. Tuvieron que construir uno m¨¢s metido en la selva y ya hay proyectado otro nuevo porque saben que en no mucho tiempo este dejar¨¢ de estar accesible. Tambi¨¦n se han anticipado construyendo una pasarela de madera que atraviesa el centro del bosque y que da una nueva perspectiva del parque que los visitantes antiguamente no ten¨ªan. ¡°Sabemos que la ruta por la que ahora van ser¨¢ intransitable en unos a?os. Vienen 100.000 cada temporada y no son solo el motor econ¨®mico de esta ¨¢rea, sino clave para la conservaci¨®n: quien crea que la comunidad puede vivir sin el parque, o al contrario, se equivoca; tenemos que buscar f¨®rmulas para seguir manteniendo el atractivo a la vez que luchamos por su buen mantenimiento¡±, explica el administrador mientras camina por esta pasarela para la que ha hecho falta talar un centenar de ¨¢rboles. A trav¨¦s de ella se pueden ver monos capuchinos y congo, serpientes amarillas, enormes ara?as y tucanes, entre otras muchas especies animales. Bajo la pasarela, el agua estancada que hace al bosque intransitable sin este puente, la que le da su belleza y biodiversidad y, tambi¨¦n, la que con el avance del mar se salar¨¢ y destrozar¨¢ paulatinamente a especies de ¨¢rboles m¨¢s pr¨®ximas al litoral.
La interdependencia entre la selva y la comunidad en la que se asienta ha provocado que haya un consejo integrado por vecinos que tiene voz y voto en las decisiones que se toman
El sistema de gobernanza del parque es peculiar dentro del pa¨ªs. Esta interdependencia entre la selva y la comunidad en la que se asienta ha provocado que durante a?os haya un consejo integrado por vecinos que tiene voz y voto en las decisiones que se toman. En el pueblo que queda en el costado norte de la selva hay un asentamiento de unas 2.000 personas, de las cuales aproximadamente la mitad son afrodescendientes, seg¨²n Enrique Joseph, presidente del consejo local del parque.
¡°En Cahuita hay una particularidad, nosotros somos los ecologistas, los que defendemos la biodiversidad, pero a la vez que velamos por el bienestar de los habitantes. Entendemos la comunidad y el parque como una misma cosa¡±, explica. Un ejemplo de este equilibrio ha sido la lucha que han mantenido con las autoridades estatales para mantener la pesca artesanal. Cuando lo declararon zona protegida, en los a?os setenta, se trat¨® de eliminar por completo, pero el consejo ha logrado que se mantenga de forma controlada para los alrededor de 30 pescadores que hay en la zona.
Uno de ellos es Manuel Mairena, de 72 a?os, que lleva medio siglo en la comunidad. ¡°Se puede aprovechar el recurso marino racionalmente, respetando las temporadas y pescando solo a punta de anzuelo¡±, explica este veterano que ahora combina su actividad con el turismo, llevando a los visitantes a hacer snorkel al arrecife de coral. Esta maravilla natural es otra de las amenazadas por el cambio clim¨¢tico. La subida de la temperatura del mar y la acidificaci¨®n del agua, produce el blanqueamiento del arrecife por la desaparici¨®n del protozoo que lo pigmenta.
Mairena es uno de los que no se inquietan con estos fen¨®menos clim¨¢ticos. ¡°Ya volver¨¢ a crecer la playa otra vez¡±, dice convencido frente a un litoral de ¨¢rboles derrumbados por el mar. Es lo que ha visto siempre, y as¨ª se lo indica su instinto. Lo que no hab¨ªa vivido hasta ahora es el efecto de un calentamiento global que no respeta las tradiciones ni las costumbres.
Este reportaje ha sido posible gracias a la financiaci¨®n del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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