El arte de Cajal para explicar la ciencia
El gran neur¨®logo no puede comprenderse sin su faceta art¨ªstica; al igual que Leonardo, el padre de la neurociencia dibujaba para pensar
La ciencia y el arte parecen no ya dos compartimentos estancos, sino incluso dos enfoques contrarios para captar el mundo y comprender nuestra posici¨®n en ¨¦l. Atisbar su unidad profunda demanda generalmente remontarse al genio renacentista de Leonardo da Vinci, pero lo cierto es que tenemos un ejemplo mucho m¨¢s pr¨®ximo. El de Santiago Ram¨®n y Cajal (1852-1934), artista dotado y padre de la neurociencia moderna. Un libro y una exposici¨®n itinerante, ambos estadounidenses, recuperan para el gran p¨²blico la ¨ªntima conexi¨®n entre el arte y la ciencia del cient¨ªfico espa?ol m¨¢s universal.
Cajal produjo 2.900 dibujos neurol¨®gicos en cinco d¨¦cadas. El libro The Beautiful Brain; the drawings of Santiago Ram¨®n y Cajal?(El cerebro bello; los dibujos de Santiago Ram¨®n y Cajal), editado por Abrams, presenta 80 de ellos, algunos in¨¦ditos salvo en los papers?cient¨ªficos de Cajal. Cada dibujo lleva una buena explicaci¨®n de su contenido y su importancia. La obra tambi¨¦n contiene un ensayo sobre la vida de Cajal y su ciencia, otro sobre su arte y un tercero sobre las modernas t¨¦cnicas de imagen del cerebro: las que Cajal habr¨ªa querido para s¨ª.
Como Leonardo, Cajal naci¨® dotado para la ciencia y el arte. El libro muestra su Retrato de una chica joven, que pint¨® a los 16 a?os para su clase de arte en Huesca, y una acuarela paisaj¨ªstica de unos a?os despu¨¦s. Solo la radical oposici¨®n de su padre le impidi¨® estudiar bellas artes. Aun as¨ª, y mientras se formaba como m¨¦dico y anatomista, percibi¨® que su estilo de pensamiento se basaba en la visualizaci¨®n y en el dibujo. ¡°Soy lo que se llama un tipo visual¡±, escribi¨® en su autobiograf¨ªa. S¨ª, hay gente que piensa con los ojos, y el ejemplo de Cajal muestra a las claras el poder inmenso de ese enfoque.
El Weisman Art Museum de Minneapolis ha organizado una exposici¨®n itinerante dedicada en exclusiva al Nobel espa?ol (recibi¨® el premio junto a su rival italiano Camillo Golgi en 1906), que estar¨¢ recorriendo hasta abril Minneapolis, Vancouver, Nueva York, Boston y Chapel Hill.
Lo de ¡°padre de neurociencia moderna¡± no es un t¨ªtulo honor¨ªfico ni una frase hecha. M¨¢s bien es el consenso entre sus colegas de entonces y de ahora. En su teor¨ªa de la polarizaci¨®n din¨¢mica, propuso que la informaci¨®n se transmite en forma de se?ales el¨¦ctricas que viajan desde las dendritas hasta el cuerpo central de la c¨¦lula, y de ah¨ª por el ax¨®n. Adem¨¢s, en su doctrina de la neurona, dedujo que el cerebro no es un magma amorfo, como cre¨ªan los dem¨¢s neur¨®logos (incluido Golgi), sino que consiste en una red de c¨¦lulas discretas. Descubri¨® las espinas dendr¨ªticas y el cono de crecimiento de las neuronas.
Con todas sus limitaciones, la microscop¨ªa estaba m¨¢s avanzada que la fotograf¨ªa en las d¨¦cadas finales del siglo XIX, y los anatomistas ten¨ªan que dibujar para describir con el detalle necesario lo que ve¨ªan bajo el microscopio. Pero Cajal, por supuesto, no era el equivalente humano de una c¨¢mara fotogr¨¢fica.
?l lo explic¨® con el s¨ªmil del bosque. Si consideramos el cerebro como un bosque de cien mil millones de ¨¢rboles ¡ªque es m¨¢s o menos el n¨²mero de neuronas en el cerebro¡ª y nos dedicamos varios a?os a dibujar (o fotografiar) unos cuantos cientos de ¨¢rboles, nunca llegaremos a entender el bosque.
Si consideramos el cerebro como un bosque de cien mil millones de ¨¢rboles y nos dedicamos varios a?os a dibujar (o fotografiar) unos cuantos cientos de ¨¢rboles, nunca llegaremos a entender el bosque. Mientras dibujas, nos aconsej¨® Cajal, tienes que ¡°construir un inventario mental de reglas para el bosque¡±
Mientras dibujas, nos aconsej¨® Cajal, tienes que ¡°construir un inventario mental de reglas?para el bosque¡±, y luego seguir observando para ver si los ¨¢rboles se adaptan en verdad a tu modelo mental. O si tienes que tirar el modelo a la basura, como a menudo es el caso. Esto es arte, s¨ª, pero tambi¨¦n es m¨¦todo cient¨ªfico en estado puro. Observar, teorizar, y luego contrastar la teor¨ªa con la dura realidad de ah¨ª fuera.
Un hecho bien curioso es que Cajal no usaba nunca la ¡°c¨¢mara l¨²cida¡±, un artefacto que proyecta la imagen del microscopio sobre el papel y permite al observador calcar?con exactitud las c¨¦lulas y los tejidos. A veces miraba al microscopio toda la ma?ana, sin dibujar, y solo por la tarde, despu¨¦s haber entendido?las observaciones, de haberse formado un modelo mental de lo que hab¨ªa visto, tomaba el l¨¢piz, la pluma y el pincel. Volviendo al microscopio cada cuanto para comprobar, s¨ª, pero no conducido por la realidad literal, sino por la que hab¨ªa metabolizado su mente penetrante. Un dibujo de Cajal puede considerarse, as¨ª, una hip¨®tesis sobre el funcionamiento del cerebro.
El arte de Cajal puede verse como expresionista en un sentido singular. Usaba tinta china para poner el foco en la neurona que quer¨ªa enfatizar y difuminaba con aguada y acuarela el resto del bosque; agrandaba el tama?o de la c¨¦lula importante a costa de sus anodinas vecinas; combinaba im¨¢genes de distintos portaobjetos; compon¨ªa secuencias de figuras para explicar la evoluci¨®n de los circuitos. Expresionismo cient¨ªfico, podr¨ªa llamarse, por m¨¢s que esas dos palabras parezcan darse de patadas.
Como Leonardo, Cajal dibujaba para pensar. ¡°En la Italia del Renacimiento¡±, explican Lyndel King y Eric Himmel, dos de los ensayistas del libro, "el arte del dibujo, o disegno, se refer¨ªa de manera espec¨ªfica al proceso de pensar visualmente en un problema, ya fuera una pintura, una escultura, un edificio o un enigma cient¨ªfico como la musculatura del torso humano¡±. King cita el ejemplo del arquitecto Frank Gehry, ¡°conocido por sus bocetos vagos y exploratorios que son?sus ideas para los edificios que est¨¢n naciendo¡±. Gehry dice que esos dibujos son su forma de pensar en voz alta.
Salvador Dal¨ª, Federico Garc¨ªa Lorca y Luis Bu?uel conocieron los dibujos de Cajal en el Madrid de los a?os veinte. No es extra?o que se quedaran fascinados por ellos, tal vez vi¨¦ndolos como el camino para acceder al significado de los sue?os que les obsesionaban
Salvador Dal¨ª, Federico Garc¨ªa Lorca y Luis Bu?uel conocieron los dibujos de Cajal en el Madrid de los a?os veinte. No es extra?o que se quedaran fascinados por ellos, tal vez vi¨¦ndolos como el camino para acceder al significado de los sue?os que les obsesionaban. ¡°Mucha gente ha deambulado por los bosques l¨ªricos y org¨¢nicos de Cajal y ha reparado en sus paralelos visuales con los dibujos surrealistas¡±, dicen King e Himmel.
Ninguna de esas descripciones de su trabajo, desde luego, habr¨ªa satisfecho a Cajal, que al final de su vida arremeti¨® contra todas las vanguardias art¨ªsticas, incluidos el surrealismo, el expresionismo y el cubismo, por haber renunciado a la reproducci¨®n respetuosa de la naturaleza. El neur¨®logo cre¨ªa sinceramente que la copia estricta de la naturaleza pod¨ªa comunicar ideas y sentimientos, y que no precisaba ser deformada para lograr esos fines. Una paradoja.
Sus dibujos se siguen utilizando en la ense?anza y los libros. No han sido superados en su capacidad expresiva, ni en su poder para explicar?los conceptos esenciales, ni en su misteriosa y estimulante belleza.
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