Ser pobre en el pa¨ªs m¨¢s feliz de Am¨¦rica Latina
Pese a ser uno de los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros de la regi¨®n, una quinta parte de los costarricenses vive en la pobreza. As¨ª trata el Gobierno de ayudarles a salir de ella
Crist¨®bal Col¨®n se precipit¨® al nominar a Costa Rica. Seg¨²n la teor¨ªa m¨¢s extendida, la llam¨® as¨ª al pensar que encontrar¨ªa grandes cantidades de oro en el litoral. Pero no hab¨ªa ni rastro de metales preciosos y pronto se convirti¨® en una de las provincias m¨¢s pobres y atrasadas del imperio espa?ol. Mucho tuvo que cambiar hasta llegar a ser uno de los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros de Am¨¦rica Latina y, tambi¨¦n, el m¨¢s feliz, como ratifica cada a?o la ONU. Con dicha o sin ella, sin embargo, una quinta parte de sus habitantes vive en la pobreza, algo que el Gobierno trata de solucionar con un programa integral de asistencia para sacar del pozo a los que sufren una situaci¨®n m¨¢s extrema.
Al ver la casa de V¨ªctor Manuel Garbanzo nadie dir¨ªa que se encuentra en esta circunstancia. Su hogar est¨¢ entre el 6% que vive en la pobreza extrema en este pa¨ªs centroamericano de 4,6 millones de habitantes. Es decir, sus ingresos per c¨¢pita est¨¢n por debajo del precio de la canasta b¨¢sica, un conjunto de alimentos seleccionados de acuerdo con su aporte cal¨®rico y su frecuencia de consumo. Pero impoluta, coqueta, presidida por un hermoso jard¨ªn de flores de colores y con un huerto tropical en la parte trasera, su vivienda casi recuerda a una apacible residencia vacacional.
Las apariencias enga?an. Las cosas se empiezan a aclarar cuando muestra el rancho (algo parecido a una chabola de madera) destartalado e insalubre donde viv¨ªa con su familia hace solo unos a?os. Y se terminan de entender al o¨ªr su historia. Aquejado de una enfermedad dermatol¨®gica dif¨ªcilmente compatible con su ocupaci¨®n de jornalero, durante a?os le ha faltado incluso qu¨¦ comer. Las peonadas de sol a sol en la regi¨®n del Brunca, en el sur del pa¨ªs, en el litoral pac¨ªfico, le causan ampollas que le dejan la piel rajada al secarse, as¨ª que tiene que estar largas temporadas retirado del campo y sin aportar ingresos a su familia. Paula Rodr¨ªguez, su esposa, inmigrante nicarag¨¹ense, de vez en cuando hace labores agr¨ªcolas o trabajillos que van saliendo, pero solo cuando tiene con qui¨¦n dejar a su peque?a Daniela, de dos a?os. Poco tiempo antes de eso cuidaba a David, que ahora tiene 15 y quiere estudiar Inform¨¢tica.
Una quinta parte de los 4,6 millones de costarricenses es pobre. A un 6% no le alcanza ni para comprar los alimentos b¨¢sicos
?Y de d¨®nde sale entonces la casa? La respuesta est¨¢ en el Estado. La Constituci¨®n costarricense establece que sus ciudadanos han de residir en una vivienda digna y los Gobiernos, en la medida de lo posible, tratan de hacerla cumplir. Los subsidios que presta desde hace tres d¨¦cadas han posibilitado que entre 250.000 y 300.000 familias accedan a una. A pesar de ello, las estad¨ªsticas oficiales dicen que todav¨ªa un 10% de la poblaci¨®n vive hacinada. Aunque ni son inmediatas ni benefician a todos los que lo necesitan, tras una evaluaci¨®n la Administraci¨®n aporta ayudas tanto para comprar lotes (terrenos) cuando la familia no los tiene como para edificar su casita.
La familia Garbanzo-Rodr¨ªguez, adem¨¢s, fue una de las 27.334 que entr¨® hace casi dos a?os dentro del programa Puentes al Desarrollo. Es la principal estrategia del Ejecutivo para terminar con la pobreza y reducir la desigualdad.?"Ayuda a las familias a recuperar sus capacidades funcionales, incentivando sus emprendimientos y dando oportunidades concretas para romper con la reproducci¨®n intergeneracional de la pobreza", se?ala Patricia Jara, especialista en protecci¨®n social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), organismo que colabora con el Consejo Presidencial Social y brinda asistencia t¨¦cnica al Instituto Mixto de Ayuda Social, que ejecuta este programa.
Con las estad¨ªsticas oficiales, design¨® los 76 distritos m¨¢s necesitados. La mayor¨ªa est¨¢n en la regi¨®n Brunca y en la provincia de Lim¨®n, en la costa caribe?a. Son ¨¢reas rurales donde la tasa de pobreza duplica holgadamente a la urbana (un 36% frente a un 16%). All¨ª la poblaci¨®n se encuentra dispersa, al contrario que en el Valle Central, que alberga a la mayor¨ªa de los habitantes del pa¨ªs (un 65%) y a sus mayores ciudades gracias al crecimiento ¡ªecon¨®mico y demogr¨¢fico¡ª que aport¨® la industria cafetera a partir del siglo XIX.
As¨ª que, aunque obviamente esta zona central no est¨¢ libre de miseria, el programa se ha concentrado en las ¨¢reas rurales, al menos en su primera fase, que comenz¨® hace casi dos a?os y est¨¢ ahora tocando a su fin. En esos 76 distritos se localizaron y evaluaron los hogares en pobreza extrema (en realidad muchos) para determinar cu¨¢les necesitaban m¨¢s urgentemente la ayuda.
Los subsidios que el Gobierno presta desde hace tres d¨¦cadas han posibilitado que entre 250.000 y 300.000 familias accedan a una vivienda digna
A cada familia se le asigna lo que llaman un cogestor, un trabajador social que la acompa?a y establece hasta 41 metas ¡ªen funci¨®n de cada caso¡ª y trata de que se alcancen en esos dos a?os. Pueden ser pr¨¦stamos para un emprendimiento, ayudas con el acceso a salud o educaci¨®n, formaci¨®n laboral de acuerdo con las aptitudes del beneficiario, una subvenci¨®n para la casa o el lote, mejorar la que tienen si est¨¢ deteriorada, equipar el hogar con internet o una computadora¡ Adem¨¢s, cada hogar seleccionado recibe en este periodo un peque?o sueldo o pensi¨®n de 75.000 colones mensuales (unos 125 euros).
¡°La idea es que la familia tenga cubiertas sus necesidades b¨¢sicas mientras nosotros les asesoramos para que sean capaces de explorar espacios de inserci¨®n laboral que les permitan progresivamente la independencia econ¨®mica. Tambi¨¦n les damos orientaci¨®n, ya que es frecuente que ni siquiera sepan muy bien a qu¨¦ ayudas pueden acceder¡±, explica Karolina Carrillo, una de las cogestoras del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), el organismo p¨²blico encargado de implementar el programa en P¨¦rez Zeled¨®n, una de las dos provincias de la regi¨®n Brunca.
All¨ª, Carrillo visita a una de las familias de las que se siente ¡°m¨¢s orgullosa¡± por sus progresos en estos a?os. Es la de Shirley Herrera, una mujer de 34 a?os que saca adelante a sus cuatro hijos de 13, 11, 10 y un a?o. Todos ellos viv¨ªan hacinados en un ¡°ranchito¡± dentro del terreno de la casa de sus padres, que reciben una modesta pensi¨®n de 128.000 colones mensuales (unos 211 euros). ¡°Dorm¨ªamos los cinco en un cuarto, con colchones en el suelo¡±, cuenta mostrando la precaria edificaci¨®n de tablones que a¨²n sigue en pie junto a su nueva casa.
El inicio del programa le pill¨® en pleno embarazo de su hija peque?a. A los seis meses ni siquiera hab¨ªa ido al ginec¨®logo porque pensaba que, al no estar trabajando, no ten¨ªa derecho. Una de las primeras medidas de su cogestora fue buscarle un m¨¦dico para que la viera y, a partir de ah¨ª, se pusieron con el papeleo para construir su casa dentro de la parcela de sus padres. ¡°Ahora su situaci¨®n no es ideal, porque son cinco en solo dos dormitorios, la idea es poder ampliarla, pero han mejorado sustancialmente¡±, explica Carrillo. Becas para el colegio de los hijos y un curso de reposter¨ªa que le permite ingresar de vez en cuando alg¨²n dinero con la venta en el barrio son otros cambios en su vida.
El programa Puentes al desarrollo trata de dar las herramientas necesarias a las familias en extrema pobreza para que salga de esa situaci¨®n
Pero la ayuda pronto se acabar¨¢ y Shirley sigue sin tener trabajo. Aunque la idea de Puentes al Desarrollo es conseguir la inserci¨®n laboral y la independencia econ¨®mica de los beneficiarios cuando su primera fase toca a su fin (ahora est¨¢n seleccionando hogares para la segunda), son muchas las familias que no han conseguido el objetivo. En esos casos, el cogestor hace una evaluaci¨®n. Si los beneficiarios han puesto de su parte, se puede prorrogar; de lo contrario, se retira la asignaci¨®n mensual y el apoyo del trabajador social.
En opini¨®n de Jorge Vargas Cullell, director de la ONG Estado Naci¨®n, uno de los grandes d¨¦ficits de Costa Rica, un pa¨ªs que destina un 23% de su presupuesto a programas sociales ¡ªmuy por encima de sus vecinos¡ª, es que no ha habido un verdadero ¡°plan ambicioso¡± de empleo. ¡°Se queda en programitas pilotos de peque?a escala. Se generan fuertes tensiones porque lo que el mercado no genera no puede corregirlo la pol¨ªtica social; no es su funci¨®n, puede asistir, capacitar, pero el 80% del empleo est¨¢ en el sector privado¡±, explica.
Al borde de completar el plazo, Garbanzo pone muchas esperanzas en que le prorroguen la ayuda de 75.000 colones mensuales: ¡°Sin ella, lo volver¨ªamos a pasar mal¡±. Con su casa mejorada gracias al programa, un caballo que le ayuda en las labores agr¨ªcolas comprado con un pr¨¦stamo que tramit¨® su cogestor, un peque?o huerto que les aporta algunas frutas para el autoconsumo y unas cuantas aves que venden y comen a partes iguales, todav¨ªa no tiene suficiente para ser independiente. ¡°100 pollos¡±, repite una y otra vez. ¡°Con eso s¨ª podr¨ªamos salir adelante, porque las ventas ir¨ªan dando para el pienso y para comprar m¨¢s¡±, relata en una especie de cuento de la lechera en el que a ¨¦l s¨ª le salen las cuentas.
Hugo Elizondo, el trabajador social que le asiste, le contesta que tienen que estudiar un pr¨¦stamo, pero para ello ¨¦l o su esposa deber¨ªan asistir a un curso de emprendimiento. En su caso, ser¨ªa previo paso por la escuela de adultos para aprender a leer, ya que es analfabeto. ¡°Fui ocho a?os al colegio, pero solo peleaba¡±, r¨ªe. Para poder recibir hay que capacitarse y mostrar voluntad. Esa es la tabla de salvaci¨®n para continuar dentro del programa. ¡°Si otros han podido, usted tambi¨¦n¡±, le replica Elizondo cuando Garbanzo arruga el gesto ante la idea de aprender a leer a los 57 a?os.
Uno de los problemas son los desplazamientos. La casa de la familia Garbanzo est¨¢ bastante apartada de Golfito, la ciudad m¨¢s cercana. Se llega tras unos 45 minutos por caminos de tierra. Casi nada en comparaci¨®n de las tres horas que hay que caminar por la selva para llegar a algunos poblados ind¨ªgenas, o las siete que ha de recorrer un compa?ero de Elizondo en otra zona. Para los habitantes, estas distancias son un obst¨¢culo m¨¢s: tienen que prosperar en un entorno de oportunidades muy limitadas con comunicaciones muy deficientes.
En la parcela contigua a la de los Garbanzo-Rodr¨ªguez, Elisabeth S¨¢nchez se las arregla para ir un d¨ªa por semana a un curso de est¨¦tica que le ha pagado Puentes al Desarrollo. A punto de finalizarlo, ya recibe a clientas en casa para cortarles el pelo y tramita un pr¨¦stamo para abrir un peque?o sal¨®n de belleza. Entretanto, ella y su familia ¡ªmarido y tres hijos¡ª aguardan un inminente desahucio de la casa donde viven. ¡°Ya tenemos preparado un sitio donde est¨¢n mis padres cuando eso suceda, pero tambi¨¦n solicitaremos la ayuda para conseguir nuestra propia casa¡±, explica.
Los resultados preliminares del programa dan lugar a la esperanza. El n¨²mero de personas en pobreza extrema se ha reducido casi a la mitad y un 10% ya ni siquiera son pobres, seg¨²n un nuevo ¨ªndice multidimensional que mide variables m¨¢s all¨¢ de los ingresos, como son el acceso a educaci¨®n, sanidad y protecci¨®n social, el estado de la vivienda o el uso de internet. El dato proviene de una encuesta a 400 de las familias beneficiarias, pero todav¨ªa hace falta una evaluaci¨®n m¨¢s exhaustiva cuando concluya la primera fase. Seg¨²n el director de la ONG Estado Naci¨®n, ese ha sido precisamente uno de los d¨¦ficits de los programas gubernamentales anteriores: que no hab¨ªa evaluaciones adecuadas: ¡°Cada Administraci¨®n ha puesto en marcha una t¨¢ctica para reducir la pobreza, pero muchas veces la burocracia ha fallado y no se sab¨ªa ni cu¨¢ntas ayudas recib¨ªa una familia¡±. En el Gobierno actual dicen que ese es precisamente uno de los cambios de paradigma de Puentes al Desarrollo, adem¨¢s de una visi¨®n integral en cada familia para acompa?arlas a salir de la pobreza.
Este reportaje ha sido posible gracias a la financiaci¨®n del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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