De la plaga del adosado al gueto de las urbanizaciones
Muchas inmobiliarias venden cada reinvenci¨®n del estilo de vida dom¨¦stico como progreso, como aumento del bienestar y la seguridad y con frecuencia eluden la responsabilidad individual que existe a la hora de construir la ciudad
Muchas inmobiliarias venden cada reinvenci¨®n del estilo de vida dom¨¦stico como progreso, como aumento del bienestar y la seguridad y en realidad construyen con frecuencia guetos e islas. Eluden la responsabilidad individual que existe a la hora de construir la ciudad, la ciudad para los ciudadanos y no la ciudad para la especulaci¨®n y el negocio inmobiliario.
Cuando, en los a?os 90, alguien compraba una vivienda a las afueras de su ciudad, compraba en realidad la fantas¨ªa de convertirse en un burgu¨¦s moderno: alguien que llegaba a su casa en coche para poder disfrutar de la tranquilidad de los barrios residenciales y de las bondades de la naturaleza. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que la naturaleza se la termina cargando todo ese transporte en coche. Pero rara vez nos paramos a pensar en las consecuencias de lo que nos ilusiona. La clave en el comportamiento de las ¨²ltimas d¨¦cadas no ha sido tanto la medida de las consecuencias de nuestras decisiones como el hecho de poder pagar nuestras ambiciones. Para poder pagar una vivienda hab¨ªa un truco: cu¨¢nto m¨¢s lejos m¨¢s barata. O lo que es lo mismo: cu¨¢nto m¨¢s lejos, m¨¢s grande pod¨ªa ser la casa de nuestros sue?os.
Los atascos, que no la contaminaci¨®n, sembraron la duda sobre ese modelo de crecimiento ¨Cel sprawl norteamericano en la densa Europa-. El sprawl ya hab¨ªa fracasado en muchos otros lugares y estaba desaconsejado por el urbanismo de ciudades como Londres -que limitaron la urbanizaci¨®n de la ciudad con un cintur¨®n verde que rodeaba las afueras-. Apareci¨® entonces otro modelo de hogar que dejaba atr¨¢s la individualidad para crear la fantas¨ªa de un barrio ¨Ctambi¨¦n seguro y protegido ¨C y, de nuevo, de residentes muy similares. Era la llamada urbanizaci¨®n urbana: una comunidad de varios edificios que comparten zona ajardinada, piscina, pista de p¨¢del ¨Cperpetuamente reservada- y, atenci¨®n, vigilancia las 24 horas y gastos de seguridad.
Adem¨¢s de esos servicios, las urbanizaciones comparten vistas al espacio interior y la ausencia de comercios en los bajos de las manzanas que ocupan. Es decir, se convierten por su relaci¨®n fronteriza con la calle en islas urbanas cuyos habitantes menores, acostumbrados a la seguridad del seno interno, pueden sentirse desprotegidos en la calle ¨Ctantas veces desierta por falta de comercios-. Un parque al lado de este tipo de urbanizaciones es un error urban¨ªstico y un desprop¨®sito econ¨®mico. Pero en las zonas de crecimiento urbano se repite ese error. De modo que he terminado por pensar que esos parques p¨²blicos junto a urbanizaciones con jardines privados son tambi¨¦n una bendici¨®n educativa: ofrecen la posibilidad dudar, de plantearse qu¨¦ hay de parque en la zona ajardinada del interior de la urbanizaci¨®n.
Un parque p¨²blico urbano, cojamos el mejor de cada ciudad, ofrece aislamiento, reposo y distracci¨®n, variedad de vegetaci¨®n, naturaleza cuidada ¨Claboriosa y por lo tanto costosa de mantener- y ofrece pluralidad en todos los sentidos, no s¨®lo en lo referente a la flora. El mejor parque no s¨®lo cambia con las estaciones del a?o. Cambia con las horas del d¨ªa, cambia en cada uno de sus rincones.
Un jard¨ªn p¨²blico es la construcci¨®n m¨¢s rentable que se puede levantar. Permite la convivencia de actividades contrapuestas. Por las ma?anas es de los deportistas. Tambi¨¦n de quienes tienen un perro que necesita corretear y terminan por hacerse amigos de tanto contemplarlos correr tras la pelotita. A esa hora el parque es tambi¨¦n de quien se ha visto obligado a dormir en ¨¦l porque no tiene a d¨®nde ir o porque ha perdido un tren. Est¨¢ claro que no es el albergue ideal: dormir en un parque da miedo.
Durante el fin de semana el parque es recreo, meditaci¨®n y tambi¨¦n fiesta. Escenario de celebraciones infantiles y de botellones adolescentes, los jardines son solariums para los j¨®venes y calefacci¨®n natural para los jubilados. Escenario para exposiciones, cuenta cuentos o conciertos, los parques son la infraestructura urbana m¨¢s flexible, sorprendente y cambiante.
En la zona ajardinada de una urbanizaci¨®n dif¨ªcilmente ocurre todo eso. ?Qu¨¦ posibilidades de encuentro y descubrimiento se dan ante los vecinos de toda la vida? ?Puede uno recorrer rutas distintas? ?Tropezarse con alguien que jam¨¢s hubiera visto en su peque?o mundo?
Todo el universo de pluralidad, riqueza y renovaci¨®n que ofrece un jard¨ªn p¨²blico se ahoga en el reciento amurallado de una zona ajardinada. Como ciudadanos, es preciso responsabilizarse y asumir las consecuencias que tienen nuestros actos. Lo mismo que les ense?amos a nuestros hijos debemos aplicarlo a la construcci¨®n de la ciudad que, lo afrontemos o no, s¨ª depende, en parte, de la suma de nuestros peque?os esfuerzos.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.