Muerte digna
Los antecedentes permiten ser optimistas y dar por hecho que el Parlamento alumbrar¨¢ una ley positiva para todos
El Congreso de los Diputados va a abordar, por fin, la elaboraci¨®n de una ley sobre la muerte digna. Ha costado mucho tiempo, pero bienvenida sea. La publicaci¨®n de un texto auton¨®mico en Madrid sobre ese asunto no ha sido ajena a la decisi¨®n de la C¨¢mara. Algunas otras comunidades, como Andaluc¨ªa, ya ten¨ªan su norma, pero ha sido muy importante que el PP de Madrid haya inclinado su orgullosa cerviz ante la raz¨®n para que el partido del Gobierno en Espa?a haya cedido a ese empuj¨®n c¨ªvico.
El ejemplo de Madrid ha sido decisivo, porque fue en la Comunidad de Madrid donde un salvaje llamado Manuel Lamela encabez¨® las huestes populares contra el doctor Luis Montes, calific¨¢ndole de asesino y otras lindezas por aplicar cuidados paliativos a enfermos terminales en el hospital de Legan¨¦s.
La ley madrile?a ha sido aprobada por unanimidad, lo cual quiere decir que los votos del PP se han sumado a los de todos los dem¨¢s grupos para hacer mejor el ¨²ltimo tr¨¢nsito a cientos de ciudadanos que viven (o mueren) esa circunstancia. Su relator, Jos¨¦ Manuel Freire, tiene motivos para estar orgulloso de haber ofrecido a los ciudadanos un texto que ya es incontestable por un¨¢nime.
No es peque?o el paso del PP, porque la anterior posici¨®n era una toma de postura repugnante solo encajable en lo m¨¢s reaccionario de la Iglesia preconciliar. La ley supone que la derecha madrile?a se civiliza un poco, y se aleja del autob¨²s naranja que descubre a nuestros ni?os que unos tienen pene y otras vulva (antes no llegaban a tanto).
Los antecedentes permiten ser optimistas y dar por hecho que el Parlamento alumbrar¨¢ una ley igualmente un¨¢nime y positiva para todos.
Pero ahora viene otra mayor. Se trata de regular la eutanasia y el suicidio asistido. Unos asuntos que pueden conmover todav¨ªa m¨¢s muchas conciencias. Los argumentos van a ser de todos los colores. Y escucharemos, desde la tribuna de los oradores, cualquier cosa que nos podamos imaginar, desde doctas exhibiciones de teolog¨ªa a chuscas opiniones, pasando por las m¨¢s elaboradas intervenciones sobre ¨¦tica civil.
Yo espero que, cuando se produzca ese debate, del que ya hemos tenido alg¨²n adelanto, no olviden sus se?or¨ªas que la vida es de cada uno, que no se la tenemos que justificar a nadie, y mucho menos a alg¨²n arzobispo de ninguna di¨®cesis, sea de Urgell o de Alcal¨¢ de Henares.
Pidamos a nuestros representantes que no metan nuestras vidas en un conflicto de intereses en el que los poderes terrenales de la Iglesia disputen con los nuestros.
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