Contra el dolor
El dolor tiene una frontera y esa es la de la muerte, no hay m¨¢s. Ninguna esperanza es mayor muro que ese concreto, implacable, que tiene su calendario y su protagonista
EL PA?S publica unas im¨¢genes en las que un hombre explica sus exigencias humanas ante lo que ya s¨®lo puede tener fin. El dolor tiene una frontera y esa es la de la muerte, no hay m¨¢s. Ninguna esperanza es mayor muro que ese concreto, implacable, que tiene su calendario y su protagonista. Individual, radicalmente humano.
Ser hermano o pariente o amigo del dolor no es sino una de las maneras humanas, intransitivas, de la solidaridad. Pero el dolor es individual, as¨ª se expresa; hay paliativos, personas que te asisten, con la ciencia y con la palabra, y te alivian, te abren el camino de una esperanza que se trunca cada vez que amanece otra vez la evidencia del dolor.
La ciencia sabe, ha aprendido a lo largo de los siglos, y ahora sabe, sabe del dolor, lo alivia, pero no lo interrumpe. En Espa?a, en otros pa¨ªses. No se puede interrumpir lo inexorable, ni con la esperanza; contra el dolor ¨²ltimo no hay esperanza alguna. El dolor sigue, su camino es m¨¢s dolor, ausencia de otro horizonte que el de la desesperanza.
La esperanza dicta, una a una, las palabras que ya sabemos, y que sabemos decir: espera. Hay un momento en que ese verbo, esperar, se conjuga con urgencia, no se puede esperar. No se puede m¨¢s. Entonces crece ese grito del que EL PA?S hoy se hace eco.
Hacer cr¨®nica del dolor, contarlo, s¨®lo se puede hacer de veras en primera persona. Una persona que grita, en el ensue?o dolorido de los ¨²ltimos d¨ªas, no est¨¢ pidiendo tan solo que la alivien. Que pase el dolor, que no vuelva. No es excepcional el dolor, es lo que espera con su azuzada espada invencible.
Esas im¨¢genes que explica EL PA?S representan la perplejidad que sienten aquellos que quisieran que lo que la ciencia sabe hacer, y deber¨ªa hacer, ante la incomprensi¨®n ruin de la ley, sea hecha, con la claridad de las leyes.
Contra esa ilegalidad impuesta a la libertad de poner fin al dolor se manifiesta Arrabal; su decisi¨®n y su soledad implican a la sociedad entera en un grito que no es individual y que se comprende cada vez que se recuerdan los ¨²ltimos d¨ªas de aquellos a quienes hemos visto sufrir, pedir alivio, creer que ya la tierra no ser¨¢ jam¨¢s un para¨ªso.
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