Hurac¨¢n Macron
LOS ALUMNOS m¨¢s peque?os del colegio Victor Hugo de Avallon (Borgo?a) fueron movilizados hasta la sala de actividades para ofrecer un concierto de bienvenida a Emmanuel Macron, que pod¨ªa ser como ellos cuando ten¨ªa nueve a?os. Un pianista precoz. Un chico de provincias y de buena familia cuyos padres ejercieron la medicina. Un chaval rubio, de ojos azules. Y de curiosidad depredadora. La conserva a los 39 a?os y ejerce su carisma hipn¨®tico delante de los escolares. Firma aut¨®grafos. Se hace selfies. Y consuela las l¨¢grimas de una ni?a a la que sorprende o abruma el revuelo de tantos periodistas. De tantos guardaespaldas. Y de tantos vecinos que comentan entre s¨ª bajo la lluvia y los paraguas el contratiempo de la visita de Macron: es la primera vez que un aspirante al El¨ªseo acude a este municipio de 7.000 habitantes. Y no por casualidad, sino porque aqu¨ª ha echado ra¨ªces el Frente Nacional. Ya se ocupa de restreg¨¢rselo a Macron un piquete de votantes lepenistas que monta guardia en las puertas del colegio, escenificando sin pretenderlo el gran duelo electoral que se avecina el 7 de mayo. Y la criba que lo predispone el 23 de abril, pues se antojan escasas las opciones de Fran?ois Fillon (Los Republicanos) y de Beno?t Hamon (Partido Socialista).
Dec¨ªa Charles de Gaulle que las elecciones presidenciales francesas representan el encuentro de un hombre con el destino de un pa¨ªs. Se refer¨ªa a su propio providencialismo, pero la cita tambi¨¦n identifica la oportunidad de Emmanuel Macron (Amiens, 1977) como timonel de Francia. Un aspirante adecuado en el momento id¨®neo. Un anticuerpo de la sociedad francesa al peligro de Marine Le Pen. Y un candidato pr¨ºt-¨¤-porter en la era de la pol¨ªtica l¨ªquida o gaseosa.
Es el contexto en el que Emmanuel Macron se ha ?convertido en m¨¢ximo aspirante al El¨ªseo. Sin un partido. Sin apenas experiencia pol¨ªtica. Y con todas las razones para atraer a los compatriotas que recelan precisamente de los partidos y de la pol¨ªtica. O que reconocen en Macron una encarnaci¨®n de la novedad y de la efebocracia, hasta el extremo de que el l¨ªder de En Marche, ex¨¦gesis en movimiento de sus propias iniciales (EM), tiene casi la mitad de a?os que hab¨ªan cumplido De Gaulle o Mitterrand cuando agotaron sus mandatos presidenciales. Y reivindica una pureza, una epifan¨ªa, que puede reconocerse en sus rasgos de golden boy, en su aspecto aristocr¨¢tico, en su oratoria de profesor universitario y en su mesianismo terap¨¦utico.
Macron personifica la gran coalici¨®n. Presume de la bandera europea. Y se erige en art¨ªfice de la reconciliaci¨®n republicana: ¡°Quiero aglutinar lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda¡±, declara a El Pa¨ªs Semanal con su voz abaritonada. Y con un candor de petit prince que redondea su ins¨®lita pujanza en la campa?a electoral. Hace menos de un a?o que Macron puso en ¨®rbita el movimiento En Marche. Y hace solo seis meses que hizo oficial su candidatura. Ya hab¨ªa abdicado previamente ¨Cagosto¨C de su puesto de ministro de Econom¨ªa con el presidente Fran?ois Hollande. Y promovi¨® una carrera quijotesca a la que se han terminado adhiriendo 240.000 militantes. Entre ellos, el ex primer ministro Manuel Valls, otros ministros socialistas en plena actividad ¨CJean-Yves Le Drian, titular de Defensa¨C y una constelaci¨®n de exministros conservadores que identifican en EM el milagro del sincretismo ideol¨®gico. Por ejemplo, Jean-Jacques de Peretti, cuyas razones para aliarse a Macron consisten en el proyecto de una Francia arraigada en el centro, en el europe¨ªsmo, en la subordinaci¨®n del nacionalismo al patriotismo y en la abstracci¨®n de la ¡°buena estrella¡±.
¡°Si el populismo es hablar a la gente sin pasar por los partidos, soy populista. Pero no un demagogo¡±.
El novato Emmanuel Macron parece iluminado y dopado por las arbitrariedades de la fortuna. Los militantes del Partido Socialista apostaron por la candidatura radical o marginal de Beno?t Hamon (10% de expectativa de voto). Y los militantes de Los Republicanos (centro-derecha), convocados igualmente en la moda de las primarias, se equivocaron de caballo. No solo porque Alain Jupp¨¦ hubiera conquistado el centro pol¨ªtico desde la ya prosaica altura de miras, sino adem¨¢s porque la apuesta de Fran?ois Fillon (15%-19% de opciones en las encuestas) se ha malogrado en el barro de los esc¨¢ndalos judiciales, y ha permitido a Emmanuel Macron beneficiarse de todas las carambolas imaginables. Marine Le Pen tratar¨¢ de devorarlo con su oficio e instinto depredador. O haciendo inventario de las contradicciones macronianas. Que no escasean.
Macron defiende el laicismo, pero consiente el velo en la universidad y el burkini en la playa. No es socialista, pero desempe?¨® la cartera m¨¢s relevante del ?Gabinete de Hollande. Abjura de la casta, pero procede de ella en sus mejores linajes, hasta el punto de haber trabajado en la banca Rothschild o de haberse curtido en el sanctasanct¨®rum de la ¨¦lite francesa: la Escuela Nacional de Administraci¨®n. Reniega de los partidos, pero En Marche es jur¨ªdicamente un partido. Y recela de las ideolog¨ªas, pero Macron aglutina rasgos peronistas y hasta populistas. Lo admite ¨¦l mismo en una reflexi¨®n desacomplejada: ¡°Si el populismo es hablar a la gente sin pasar por el filtro de los partidos, entonces soy un populista, pero no acepto que se me confunda con un demagogo. Los demagogos halagan los o¨ªdos. Y yo no se los halago a nadie¡±.
Las precauciones que despierta el fen¨®meno Macron no contradicen que se haya convertido en una pasi¨®n pol¨ªtica francesa. De otro modo, no estar¨ªa Michaela Constantin repartiendo propaganda electoral a la salida del metro de Garibaldi, en la periferia de Par¨ªs. Lleva puesto un chubasquero blanco con las siglas de En Marche, es de origen rumano y ha cumplido 62 a?os, pero nunca se hab¨ªa implicado hasta ahora en la actividad de unas elecciones. Macron la ha seducido por las mismas razones que anteponen can¨®nica y sistem¨¢ticamente sus partidarios: la juventud, la novedad, el equilibrio ideol¨®gico, el fervor europeo y el exorcismo a Le Pen.
¡°Llevo d¨¦cadas en Francia y ha sido un pa¨ªs de acogida, tolerante, que ahora se expone al nacionalismo, la xenofobia y el racismo¡±, explica Constantin. ¡°Macron me parece la mejor soluci¨®n a Le Pen. Es un ant¨ªdoto perfecto al fanatismo pol¨ªtico. Y se ha propuesto trabajar en todo aquello que nos une a los franceses, en lugar de exagerar todo aquello que nos divide¡±.
El esposo de Constantin colabora en el voluntariado. Romain Stachejko no solo reparte programas, globos y octavillas. Organiza uno de los 3.000 comit¨¦s nacionales que ha logrado aglutinar En Marche desde que el ¡°movimiento ciudadano¡± naci¨® en Amiens ¨Cnorte de Par¨ªs¨C el pasado mes de abril sin mejores presagios que el voluntarismo y la temeridad.
Son c¨¦lulas de dimensi¨®n variable, pero conectadas entre s¨ª en la sede parisiense del partido, un edificio sin identificar del distrito XV ¨Czona noble¨C donde 200 voluntarios y otros profesionales trabajan en la divulgaci¨®n de la campa?a, vali¨¦ndose de las donaciones, apurando la energ¨ªa de las redes sociales e inspir¨¢ndose premeditadamente en el modelo de Obama, hasta el extremo de que la portavoz de En Marche, Laurence Ha?m, accedi¨® al c¨ªrculo m¨¢s allegado del expresidente americano cuando trabajaba de corresponsal en un canal de la televisi¨®n privada francesa (i-T¨¦l¨¦) y ha ?asumido ahora el papel de gur¨² en cuanto mu?idora de las similitudes transatl¨¢nticas.
¡°Macron y Obama tienen en com¨²n que no se quedan en la mera pol¨ªtica, sino que promueven un modelo de sociedad¡±, explica Ha?m. ¡°Macron representa la soluci¨®n a una sociedad demasiado polarizada. Y propone una pol¨ªtica de consenso. Muy avanzada en lo social, pero al mismo tiempo sin complejos en las reformas y en algunas medidas liberales. Macron quiere acabar con la tensi¨®n izquierda-derecha. Y es cre¨ªble, porque es un extraordinario economista y porque quiere despojar a Francia del inmovilismo. Simplificarnos la vida. Aliviar el peso del Estado sobre nosotros. Hacer pocas leyes y buenas, no muchas e in¨²tiles. La suya es una ?revoluci¨®n tranquila. Un modelo pragm¨¢tico. Y un ?fen¨®meno ?pol¨ªtico muy heterog¨¦neo. No tenemos un votante tipo. Macron gusta en todas las clases sociales y en todas las categor¨ªas. Y ha logrado convertirse en un est¨ªmulo al abstencionismo que parec¨ªa consolidado de las zonas deprimidas¡±.
En ellas trabaja Alexandre Aidara. Y lo hace desde su modesto apartamento en la banlieue parisiense de Aubervilliers. All¨ª presume de una fotograf¨ªa de Obama y se le amontonan los objetos y los gadgets de la campa?a. Carteles, adhesivos, banderines. Y un inventario ?pedag¨®gico del proyecto que Macron aspira a desarrollar en la periferia, donde ha fracasado la integraci¨®n. Donde marcan terreno los guetos. Donde anida el discurso yihadista. Y donde los alminares permiten a Le Pen engendrar el discurso ultraderechista.
¡°No existe mejor camino para arraigar la prosperidad que la educaci¨®n¡±, razona Aidara sin rastro de su ya remoto acento senegal¨¦s. ¡°Y es la raz¨®n por la que Macron ha prometido que no haya m¨¢s de 12 alumnos por clase en los colegios catalogados como problem¨¢ticos. Y que los profesores sean reclutados en funci¨®n de su experiencia, incentiv¨¢ndolos adem¨¢s con una ayuda anual de 3.000 euros. Hay que ser intolerantes con la violencia, pero todas las medidas coercitivas tienen que acompa?arse de un proyecto de integraci¨®n. Macron cree de verdad en el principio franc¨¦s de la igualdad¡±.
Aidara ejerce de pluriempleado entre conferencias y el entrenamiento de los comit¨¦s. Se jacta de las medidas regeneradoras que promueve su jefe de filas. La mitad de las listas corresponde a las mujeres. No se aceptan cargos p¨²blicos con antecedentes penales. El 50% de las candidaturas tiene que provenir de sujetos sin experiencia pol¨ªtica. Y la criba de aspirantes la realiza una suerte de comisi¨®n nacional de sabios, cuyos nueve miembros sobrepasan incluso la jerarqu¨ªa de Macron en la configuraci¨®n del partido.
Es la manera de ir preparando el escenario de las elecciones legislativas, convocadas despu¨¦s de las presidenciales y que sorprenden a En Marche en una situaci¨®n de provisionalidad. Esa es la raz¨®n por la cual el eventual presidente Macron deber¨ªa hacer un Gobierno de unidad nacional, reflejando ese poder de rassemblement que tantas veces repite ¨¦l mismo y que desconcierta sobremanera al soci¨®logo y polit¨®logo Alain ?Touraine. ¡°Participo muy poco de la euforia con que se est¨¢ recibiendo este fen¨®meno pol¨ªtico tan ambiguo y hueco¡±, condena Touraine. ¡°La victoria de Macron conducir¨¢ a Francia a una suerte de colapso institucional, precisamente porque va a producirse un cortocircuito entre el poder ejecutivo ¨Cel presidente¨C y el poder legislativo ¨Cel Parlamento¨C, de manera que Macron no ser¨¢ sino un presidente de transici¨®n. O un placebo moment¨¢neo para atajar el peligro que representa el proyecto radical de Marine Le Pen¡±.
Touraine habla en su espartano despacho de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS). Y lo hace no como padre de la ministra socialista de Sanidad, sino desde un escepticismo que atribuye a Macron un papel de ¡°mal menor¡±, no ya como remedio a la pujanza del Frente Nacional, sino como alternativa a la endogamia del Partido Socialista, cuyo l¨ªder, Beno?t Hamon, puede convertirse en el art¨ªfice de la mayor debacle electoral de los ¨²ltimos 50 a?os en Francia.
¡°Emmanuel Macron no encarna en s¨ª mismo un fen¨®meno positivo ni refleja un proyecto pol¨ªtico¡±, a?ade Touraine. ¡°M¨¢s bien aglutina un ejercicio de equilibrismo y constituye una herramienta de la que se valen los franceses para renegar de la pol¨ªtica misma. Votar a Macron significa decir ¡®no¡¯ a la derecha, decir ¡®no¡¯ a la izquierda y decir ¡®no¡¯ al Frente Nacional. Es un voto de castigo polifac¨¦tico, pero no un movimiento entusiasmante en s¨ª mismo¡±.
El fervor popular de los m¨ªtines relativiza las impresiones del profesor Touraine. Por ejemplo, en Dijon, fortaleza de la regi¨®n de Borgo?a que Emmanuel Macron visit¨® palmo a palmo, m¨¢s o menos como si los recursos de la tecnolog¨ªa, de las redes sociales y de las iniciativas medi¨¢ticas requieran el contrapunto de las ¡°acciones¡± a la antigua usanza. Macron que visita un mercado. Macron que se traslada al hogar del jubilado. No tanto para estrechar su voto como para reflejar el trance en presencia de los informadores, que se han convertido en un s¨¦quito multitudinario.
La periodista Astrid Mezmorian forma parte de la troupe. Trabaja en la cadena p¨²blica TF2 y nunca se hab¨ªa ocupado de la pol¨ªtica hasta que la encomendaron empotrarse en la campa?a de Emmanuel Macron cuando no era m¨¢s que un espont¨¢neo o un exministro visionario. Y cuando su papel de candidato a todo se observaba como una extravagancia hacia la nada.
¡°en espa?a, el partido de albert rivera se parece a nosotros en los valores y la idiosincrasia¡±.
¡°El fen¨®meno Macron se explica por una mezcla de m¨¦ritos propios y de peculiaridades ex¨®genas. Se han dado todas las circunstancias ajenas para abrirse camino. Porque sus rivales se han ido destruyendo o autodestruyendo. Y porque el contexto de una coyuntura tan favorable ha coincidido con sus habilidades y cualidades pol¨ªticas. Macron ha lanzado el discurso adecuado en el momento justo. Y re¨²ne caracter¨ªsticas genuinas. Su historia tiene algo de novelesco. Y su personaje tiene algo de candoroso. Macron no es un producto de laboratorio ni ha sido dise?ado. Claro que sabe moverse en las emergencias de la pol¨ªtica francesa. Pero ha escogido un camino alejado de toda crispaci¨®n. Es joven ¨Ccumplir¨¢ los 40 a?os en diciembre¨C, es nuevo, es carism¨¢tico¡±.
Se reconocen los rasgos en el plano corto. Y se adivina a un hombre cartesiano. Que lleva debajo del traje azul un chaleco antibalas. Que practica el boxeo para mantener su aspecto atl¨¦tico. Y cuya alianza en el dedo anular de la mano izquierda abunda en la robustez de su matrimonio con Brigitte Trogneux. Es ella 24 a?os mayor que ¨¦l. Y acostumbra a acompa?arlo en la distancia. Est¨¢ y no est¨¢ a la vez. Como los pescadores que sueltan el sedal hasta que la presa ha mordido el anzuelo. Eran alumno y profesora en el colegio La Providence de Amiens. Compart¨ªan la afici¨®n al teatro. Y formaban parte de una sociedad de provincias que el propio Macron tiene idealizada en su biograf¨ªa oficial, quiz¨¢ para evitar que se le perciba como un tipo demasiado parisien, demasiado chic, demasiado banquero, demasiado tecn¨®crata o cosmopolita.
¨C?Qu¨¦ lugar ocupa Espa?a en su proyecto pol¨ªtico y europeo? ¨Cpreguntamos a Macron en un receso de la tourn¨¦e por la Borgo?a.
¨CEspa?a ha hecho unos grandes esfuerzos reformistas en los tiempos de crisis. No era f¨¢cil afrontarlos. Y es justo que ahora ocupe un lugar predominante entre los pa¨ªses de la UE que deben liderar el proyecto comunitario, tanto en la armonizaci¨®n fiscal y social como en la idea de la cesi¨®n de soberan¨ªa. Espa?a debe desempe?ar un papel fundamental en el programa de defensa ?europeo, tanto por su posici¨®n estrat¨¦gica como por su propio desarrollo de la industria armament¨ªstica.
¨C?A qui¨¦n reconoce en Espa?a como mejor interlocutor?
¨CQuiero ser presidente de Francia. Y cuando lo sea llevar¨¦ a cabo la regla de no interferir en los pa¨ªses ajenos. Eso no quiere decir que no conozca bien a Rajoy y su equipo. Habr¨¢ una intensa colaboraci¨®n entre Espa?a y Francia. Lo que s¨ª es cierto es que tenemos magn¨ªficas relaciones con Ciudadanos y que el partido de Albert Rivera se parece a nosotros en los valores y en la idiosincrasia.
Se parece en efecto Macron a Rivera ¨Co al rev¨¦s¨C en esa aleaci¨®n socialdem¨®crata-liberal. Y en la generaci¨®n. Y hasta en el aspecto. Pero el l¨ªder de En Marche aglutina un movimiento pol¨ªtico tan inesperado como Podemos y ha encontrado una antagonista, Marine Le Pen, que plantea en Francia una urgencia pol¨ªtica inexistente en Espa?a: la extrema derecha.
No ya porque Marine ¨Ces as¨ª como se anuncia en los carteles¨C aspira a sobrepasar su mejor resultado ¨Cun 30% de los votos en las regionales de 2016¨C, sino porque la hipot¨¦tica victoria del FN supondr¨ªa la extremaunci¨®n del proyecto comunitario. Francia volver¨ªa al franco. Levantar¨ªa las fronteras. Y buscar¨ªa aliados en la Am¨¦rica de Trump y en la Rusia de Putin.
La gravedad de semejante escenario refuerza la dimensi¨®n providencial de Macron, justifica su buena reputaci¨®n en Bruselas y explica que haya sido acunado por los grandes actores del establishment, incluidos los medios informativos, las empresas principales y los dem¨¢s poderes f¨¢cticos.
Observan a Macron como un reformista. Y aplauden la ¡°flexiguridad¡± de su programa electoral. Ha prometido bajada de impuestos y reducci¨®n de gasto p¨²blico. Ha garantizado la disminuci¨®n del aparato funcionarial, anunciando al mismo tiempo la incorporaci¨®n de 10.000 nuevos polic¨ªas. Y ha expuesto el mito nacional de la jornada semanal de 35 horas a una revisi¨®n laboral, de acuerdo con la cual las horas extras no se penalizan con cargas fiscales ni sociales, predisponi¨¦ndose el trato directo de empresas y asalariados.
Pueden entenderse as¨ª las acusaciones de ¡°neoliberal¡± que le restriega Hamon, aunque una de las peculiaridades de Macron consiste en su paternalismo. Lo demuestra el hecho de que pretenda prohibir el tel¨¦fono m¨®vil en el colegio. Y lo acredita que vaya a instaurar el servicio militar para los j¨®venes de entre 18 y 21 a?os. Un breve periodo de instrucci¨®n ¨Csolo un mes¨C que aspira a sensibilizarlos con el patriotismo y con el respeto institucional. Y que pretende resucitar antiguos argumentos de cohesi¨®n social, m¨¢s all¨¢ de defenderla de las amenazas del terrorismo.
¡°Pienso desmantelar todas las asociaciones islamistas que no respeten las leyes de la Rep¨²blica¡±, sostiene Macron. ¡°Y pienso ayudar a los franceses de confesi¨®n musulmana a estructurar un culto compatible con esas leyes. Empezando por la formaci¨®n de los imames en Francia. Este es un pa¨ªs de riqueza cultural y de convivencia. Por eso no creo en el comunitarismo, sino en la integraci¨®n. Tengo una noci¨®n abierta de la patria¡±.
La noci¨®n abierta y la naci¨®n abierta se reconoc¨ªan en el grader¨ªo que Macron ten¨ªa detr¨¢s de s¨ª en el reciente mitin multitudinario de Dijon. Parec¨ªa una fotograf¨ªa de un anuncio de Benetton. Un esfuerzo pedag¨®gico, zapaterista, de representaci¨®n de la diversidad. Y un retrato de la Francia a la que Macron se dirige camino del El¨ªseo: j¨®venes y mayores, musulmanes y negros, homosexuales y heterosexuales, mujeres y hombres, desempleados y empresarios, urbanitas y agricultores.
¡°la de macron es una revoluci¨®n tranquila para una sociedad muy polarizada¡±, dice su portavoz.
Ha logrado convertirse en el est¨ªmulo pol¨ªtico de una sociedad desmoralizada, zarandeada por el terrorismo, expuesta a un papel gregario de Berl¨ªn. Y se ha liberado de las cadenas con las que el presidente Hollande le hab¨ªa disciplinado. Porque fue de Hollande la idea de traerse al Gobierno a un tipo iconoclasta y sin experiencia. Necesitaba a un transgresor para enfocar las reformas que muchos socialistas hubieran rechazado. Y que terminaron arropando los conservadores, de forma que la llamada ley Macron, concebida en diciembre de 2014 para incentivar la actividad comercial de los domingos, liberalizar los transportes y levantar las ataduras a las profesiones liberales, fue el embri¨®n de las aspiraciones conciliadoras del candidato al El¨ªseo, el origen de la popularidad entre sus compatriotas y el inicio de su emancipaci¨®n de Hollande.
Resultaba inc¨®modo Macron en el Gabinete socialista. Y se antojaba incompatible el lanzamiento de En Marche con la disciplina y la agenda del candidato presidencial. As¨ª es que el hijo termin¨® destronando al padre. Incluso forzando a Hollande a la retirada. Nadie mejor que ¨¦l conoc¨ªa la ambici¨®n de Macron y su buena estrella.
Ya dec¨ªa De Gaulle que las elecciones francesas representan el encuentro de un hombre con el destino de un pa¨ªs, aunque la accidentalidad que ha convertido a Macron en favorito al El¨ªseo tambi¨¦n evoca aquella escena de Tiempos modernos en la que Chaplin recoge del suelo una baliza roja. Se le ha desprendido a un cami¨®n que transporta una gran vitrina. Y la agita Chaplin con vehemencia para hac¨¦rselo notar al conductor, pero el movimiento termina convirti¨¦ndolo en el l¨ªder de una manifestaci¨®n multitudinaria. Miles de personas que quieren cambiar las cosas. Y que esperaban la llegada del hombre adecuado en el momento adecuado.
¡®Modern family¡¯ en el El¨ªseo
Le viene de antiguo a?Emmanuel Macron el recelo a los cl¨¦rigos. No tanto por las injerencias del islam en los valores republicanos como por el esc¨¢ndalo dom¨¦stico que le supuso enamorarse de su profesora de lengua. Le sacaba ella 24 a?os y se consider¨® un v¨ªnculo intolerable en el colegio jesuita de Amiens donde trascendieron los amor¨ªos clandestinos.
La relaci¨®n cuestionaba incluso las propias leyes ¨CMacron ten¨ªa 15 a?os¨C, pero la pareja tuvo ocasi¨®n de reconstruirse con el tiempo. De hecho, Brigitte Trogneux, la maestra, es la actual mujer del favorito al El¨ªseo. Se divorci¨® de su marido para formalizar la relaci¨®n (2007). Y Macron asumi¨® como propia la herencia de tres hijos y hasta de siete nietos.
Esta filosof¨ªa de clan o de modern family conviene a la imagen progre de Macron. Y supone una novedad en la trastienda sentimental del El¨ªseo, tantas veces condicionada por los efectos ?afrodisiacos del poder o por la impunidad amatoria que se conced¨ªan a s¨ª mismo los jefes del Estado. Fran?ois Mitterrand ten¨ªa una familia paralela en la clandestinidad. Jacques Chirac se rodeaba de favoritas y gustaba de cultivarlas con versos alejandrinos. Nicolas Sarkozy y Fran?ois Hollande, ya en el siglo XXI, abjuraron de sus parejas oficiales en beneficio de esposas m¨¢s j¨®venes (Carla Bruni, Julie Gayet) y relacionadas con el mundo de la cultura y de la far¨¢ndula.
Se juega en todas las categor¨ªas la batalla presidencial. Por eso madame Trogneux, consciente de su influencia de gran matriarca, concedi¨® al semanario Paris Match uno de esos reportajes almibarados que exhuman los detalles del ¨¢lbum familiar y prometen confesiones.?Evocaba la clandestinidad de su amor en aquella Francia de provincias. Hablaba ¡°a coraz¨®n abierto¡± de sus 18 a?os de idilio con Emmanuel. Y lo defin¨ªa como un hombre sensible, noble, bueno. Y preparado, mucho, para convertirse en el presidente franc¨¦s m¨¢s joven de la historia.
Le corresponde a ella definir el papel de la primera dama. Y de momento parece haberse decantado por la sutileza. Acompa?a al candidato sin llegar a entrometerse. Y acostumbra a sentarse frente a ¨¦l en los m¨ªtines, como si fuera Macron su Pigmali¨®n. O como si fuera su primog¨¦nito.
No iban a faltar alusiones al mito de Edipo y Yocasta en la Francia de Lacan, como no han tardado en publicarse noticias escandalosas sobre la homosexualidad del aspirante al trono de Francia. Rumores que le atribu¨ªan un romance con el presidente de Radio France, Mathieu Gallet. Y cuyo origen parece conectado con la red de intoxicaci¨®n de Vlad¨ªmir Putin, que apuesta por Le Pen ¨CMarine acudi¨® a visitarlo al Kremlin el pasado 25 de marzo¨C y que aspira a entrometerse en la campa?a francesa, aunque es una buena noticia para Macron que las ¨²nicas armas contra ¨¦l se disparen en el ¨¢mbito que menos importa a los franceses: la vida privada.
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