La gobernadora que dijo basta al matrimonio infantil
Viaja por las aldeas en Malawi para evitar bodas y rituales de iniciaci¨®n sexual de menores
"Vi a una ni?a con un beb¨¦ en brazos que no dejaba de llorar y le dije que lo llevara con su madre. Ella me mir¨® y me dijo 'yo soy su mam¨¢'. Me sorprend¨ª mucho y le pregunt¨¦ su edad. Ten¨ªa tan solo 12 a?os. Su marido, que ten¨ªa 13, jugaba un partido de f¨²tbol cerca de donde est¨¢bamos", cuenta la malau¨ª Theresa Kachindamoto, quien reconoce que esa noche no logr¨® conciliar el sue?o. Ese momento se remonta al a?o 2003, d¨ªas despu¨¦s de que fuera elegida como autoridad tradicional de su comunidad.
Descendiente de jefes tribales, nunca hab¨ªa so?ado en convertirse en tal. Siendo la menor en una familia de 12 hermanos y adem¨¢s mujer, ten¨ªa todas las papeletas para no serlo. Trabajaba como secretaria en un colegio de Zomba, en la regi¨®n sur del pa¨ªs, cuando algunos de sus familiares fueron a buscarla para que se convirtiera en la m¨¢xima autoridad de unas 500 aldeas en Dedza, un distrito m¨¢s al norte del que su familia es oriunda. "Te queremos a ti como l¨ªder para poder cambiar la situaci¨®n de las ni?as", le dijeron los m¨¢s mayores. En la ley de Malawi, los jefes tribales son los guardianes de las tradiciones. Unos 300, de los cuales solo una treintena son mujeres, tienen el poder de cambiar o abolir pr¨¢cticas culturales.?Kachindamoto ten¨ªa por delante la misi¨®n de acabar con los matrimonios infantiles y defender los derechos de las ni?as. Algo por lo que a¨²n hoy sigue luchando.
Kachindamoto?ha recorrido un largo periplo desde su casa en Mtakataka, un peque?o pueblo al sur del Lago Malawi, con varias escalas por diferentes aeropuertos africanos y europeos hasta llegar a Segovia. En su primera visita a Espa?a para participar en el VII Encuentro Mujeres que transforman el mundo, ha defendido que la educaci¨®n es algo fundamental para estas ni?as y adolescentes que ven truncado su futuro cuando se casan y se quedan embarazadas a edades muy tempranas. Educaci¨®n es la palabra que m¨¢s repite durante su discurso y en la que tiene puestas todas las esperanzas para su pa¨ªs.
1.849 matrimonios infantiles han sido evitados hasta la fecha. Aunque, quiz¨¢s, mientras usted lee estas l¨ªneas otros padres en el distrito de Dedza, donde ella trabaja, han decidido no casar a su hija cuando a¨²n es peque?a. Kachindamoto recuerda casi una a una a aquellas cuyos matrimonios han logrado evitar o anular por ser menores de edad, porque en esta misi¨®n tit¨¢nica y continua que requiere de mucho tiempo, cada victoria significa mucho. Pero se?ala que queda mucho por hacer: "Esto lo he logrado en mi ¨¢rea, no en todo el distrito que yo gobierno en el que hay unas 900.000 personas".
En este peque?o pa¨ªs del sureste africano, a la cola de los indicadores internacionales de Desarrollo Humano ¡ªocupa el puesto 170 de 188 pa¨ªses¡ª, una de cada dos ni?as son casadas antes de cumplir los 18 a?os. "La pobreza hace que decidan organizar estas uniones. Si la familia del chico tiene ganado, pueden intercambiar un pollo, cabras o vacas por la ni?a. Los padres quieren casar a las hijas para que puedan cuidar de s¨ª mismas y abandonen el hogar¡±, explica Kachindamoto. En un pa¨ªs donde, seg¨²n datos de UNICEF, el 90% de de la poblaci¨®n vive con menos de 2 d¨®lares al d¨ªa y la inseguridad alimentaria afecta a 2,8 millones de personas, las ni?as y las mujeres son el rostro m¨¢s visible de la pobreza. "Yo les digo que si tienen una educaci¨®n podr¨¢n cuidar de la familia cuando crezcan y tener un mejor futuro. Son muy j¨®venes y es responsabilidad de los padres que vayan a la escuela¡±, sentencia la gobernadora con voz firme.
1.849 matrimonios infantiles han sido evitados hasta la fecha
Con padres, jefes tribales y l¨ªderes religiosos es con quien se re¨²ne en las aldeas. Tiene que convencer a los hombres ¡ªporque al fin y al cabo son ellos los que tienen la ¨²ltima palabra¡ª, como ella asegura, para que decidan no casar a sus hijas hasta que cumplan la mayor¨ªa de edad. En 2004 empez¨® a recorrer algunas comunidades sobre las que ten¨ªa jurisdicci¨®n y tard¨® cinco meses en visitar la mayor¨ªa de ellas. "Iba para convencerles de que la cultura funciona en algunas cosas pero, por ejemplo, en esto no. Exist¨ªan leyes desde hac¨ªa a?os que lo prohib¨ªan, pero no se aplicaban. Les intent¨¦ convencer, pero mi trabajo no funcion¨® del todo", se?ala. No fue hasta 2008 cuando firm¨® un memorandum de entendimiento con 50 jefes de menor rango en su comunidad. Acordaron abolir el matrimonio infantil bajo la ley consuetudinaria y anular aquellos que ya se hab¨ªan llevado a cabo.
Aun as¨ª, muchos no la tomaron en serio a pesar de la firma del documento e incluso recibi¨® amenazas de muerte por su labor. En 2013 dijo: "Enough is enough" [Ya es suficiente], y expuls¨® a varios jefes tribales por seguir permitiendo que las ni?as menores fueran desposadas. "Cuando vieron lo que hice, pensaron que iba en serio. Despu¨¦s de dos meses cancelaron los matrimonios. Vinieron a mi casa a pedirme perd¨®n y confirm¨¦ con los profesores que esas ni?as hab¨ªan vuelto a la escuela. Ese fue el inicio de un cambio", comenta con orgullo.
Kachindamoto?no quiere dejar pasar la oportunidad para comentar la reciente noticia del gran logro de Malawi en este aspecto. El pasado 14 de febrero, el Parlamento vot¨® a favor de reformar la Constituci¨®n del pa¨ªs para que los matrimonios antes de los 18 a?os fueran considerados ilegales, modificando una ley previa que dejaba abierta la posibilidad de que contrajeran matrimonio con consentimiento paterno a los 15 a?os.
Aunque ha sido considerado un d¨ªa hist¨®rico para las ni?as en el pa¨ªs, los pasos en la pr¨¢ctica van siendo peque?os en una poblaci¨®n mayoritariamente rural. El 84% de sus habitantes viven en ¨¢reas rurales, muchas de ellas alejadas y de dif¨ªcil acceso. "Aun hay algunos jefes de poblaciones lejanas que saben que es muy dif¨ªcil que pueda ir all¨ª e intentan casar a las ni?as, pero cada vez tengo m¨¢s vecinos que me informan de lo que pasa en las aldeas". Se refiere a lo que ella denomina padres y madres 'secretos' con los que sabe que las ni?as siguen en la escuela y no realizando labores dom¨¦sticas. Si alguna menor se queda embarazada, los grupos para mam¨¢s que han creado las apoyan y se aseguran del control m¨¦dico del embarazo y que, tras seis meses despu¨¦s de dar a luz, se reincorporen a la escuela. Convencen a los padres para que se queden con el beb¨¦ y la ni?a pueda continuar sus estudios.
La lucha de?Kachindamoto por defender los derechos de las menores tiene tambi¨¦n otro frente y es poner fin a los rituales de iniciaci¨®n sexual. Pr¨¢cticas como el env¨ªo de las ni?as y adolescentes a campamentos de fumbi kusasa [limpieza] cuando tienen su primera menstruaci¨®n, donde muchas son obligadas a mantener relaciones sexuales con el maestro o a perder la virginidad cuando vuelven a sus hogares en manos de los los hyena (hombres contratados por los padres o posibles maridos). En Malawi, una de cada cinco chicas menores de 18 a?os ha sido v¨ªctima de violencia sexual. El 36% de las que han sufrido abusos psicol¨®gicos o sexuales nunca ha hablado con nadie sobre ello, y cerca del 48% nunca ha buscado ning¨²n tipo de ayuda.
"Estos hombres muchas veces tienen VIH. Malawi tiene los ¨ªndices m¨¢s altos, con el 10% de la poblaci¨®n afectada, con lo cual esta pr¨¢ctica est¨¢ realmente ayudando a expandir el virus. El problema es que los jefes de las tribus permiten que se sigan realizando", lamenta Kachindamoto. El argumento para seguir perpetuando estas pr¨¢cticas es la superstici¨®n de que una desgracia suceder¨¢ en la familia si no env¨ªan a sus hijas a estos lugares. La gobernadora convence a los jefes del riesgo que supone para las ni?as, adem¨¢s de las secuelas psicol¨®gicas y f¨ªsicas. "Algunos lo siguen haciendo, pero ahora por lo menos se esconden y empiezan a ser conscientes de que yo no quiero que se contin¨²e con esto y que ser¨¢n arrestados si lo hacen o lo consienten", explica.
Pero no es ajena a los retos a los que se enfrenta ya que los esfuerzos para acabar con estos matrimonios no dar¨¢n sus frutos si no se atacan problemas de base como la pobreza y el acceso a la educaci¨®n. Necesita que estas ni?as, cuando terminen sus estudios, puedan encontrar trabajo. ¡°Mi reto es buscar el futuro para ellas. Necesitan una oportunidad que les permita generar ingresos para las familias¡±, y es en lo que ahora esta centrada. Y lo mejor es que ya no est¨¢ tan sola en esta lucha. Cada vez recibe en su casa la visita de m¨¢s jefes tribales que quieren saber c¨®mo est¨¢ logrando el cambio para poder ser parte ellos tambi¨¦n de todo el camino que les queda por recorrer. "La educaci¨®n es la que va a hacer que todo lo malo desaparezca. No quiero un solo ni?o o ni?a que est¨¦ fuera de la escuela. Creo que con ellos el cambio es posible".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.