Haz el jab¨®n y no la guerra
Como otro martes cualquiera, el pescador Pete Miles se dispone a arrancar su barca y navegar por la bah¨ªa de Poole. Son las 7.30, sopla viento del Este y el term¨®metro apenas supera los cinco grados en este pueblo costero al sur de Reino Unido. Miles, de 53 a?os, pone rumbo a Brownsea Island, la m¨¢s grande de la zona, para recoger algas, un ingrediente b¨¢sico en la elaboraci¨®n de uno de los champ¨²s m¨¢s conocidos de Lush. La firma de belleza que ha revolucionado el mundo de la cosm¨¦tica gracias a sus productos naturales con fecha de caducidad compra cada semana unos 35 kilos de algas a este marinero. ¡°Llevo 20 a?os trabajando con ellos¡±, dice Miles mientras amarra el bote en una zona rocosa del hermoso islote situado frente a Poole. En esta localidad se encuentra la sede de Lush y su f¨¢brica matriz. Miles conoci¨® a Mark Constantine, presidente de la marca, en el restaurante que el pescador regenta en el pueblo. ¡°Le encanta c¨®mo preparamos nuestra merluza¡±, cuenta este hombre de ojos azules y voluminosa melena gris¨¢cea que parece el vocalista de una banda de rock de los ochenta. ¡°Antes ellos tra¨ªan las algas del norte, pero despu¨¦s vieron que el material de su propia bah¨ªa era de mejor calidad¡±, a?ade. As¨ª empez¨® una relaci¨®n que demuestra la manera tan cercana de hacer negocios de una compa?¨ªa global que llega a facturar al a?o m¨¢s de 800 millones de euros y que emplea a unos 15.000 trabajadores.
Lush utiliza las algas de la bah¨ªa de poole y el carb¨®n vegetal de sus bosques para hacer cosm¨¦ticos caseros.
¡°Los beneficios y la ¨¦tica no tienen por qu¨¦ ir por separado¡±, considera Mark Constantine, su cofundador y presidente, un hombre que se ha propuesto cambiar el mundo con divertidos jabones o bombas de ba?o envueltos en mensajes activistas. Sentado en un sof¨¢ de la cantina, el espacio de recreo de las oficinas centrales de la empresa, este tric¨®logo (experto en cuero cabelludo) explica su filosof¨ªa de trabajo: ¡°Un buen equipo debe apoyarse siempre. La gente no es buena o mala en su empleo. Todo el mundo pasa por diferentes rachas. Y para crear y producir m¨¢s r¨¢pido se necesita esa complicidad¡±. La misma que ¨¦l ha tenido con las otras cuatro cofundadoras de la firma de belleza: Helen Ambrosen, Rowena Bird, Liz Weir y Mo Constantine, su esposa. ¡°No hubiera podido sacar esto adelante sin ellas¡±, reconoce este hombre de 64 a?os. Estos cinco amigos llevaban desde los a?os setenta dedicados a la cosm¨¦tica. Una de sus antiguas empresas (Constantine & Weir) lleg¨® a ser una de las proveedoras de la famosa cadena inglesa The Body Shop.
Despu¨¦s de varios proyectos, Lush surgi¨® en 1995. Entonces decidieron instalarse en una vieja casa del n¨²mero 29 de High Street, en el centro de Poole. Lo primero que hicieron estos hippies fue ir al supermercado a comprar fruta y verduras. Ten¨ªan claro que su nueva marca seguir¨ªa manteniendo los mismos preceptos que ellos siempre han defendido: que sus productos no se testaran con animales, que los ingredientes fueran naturales y que a trav¨¦s de ellos se hicieran campa?as a favor de causas medioambientales y en defensa de los derechos humanos. Por ejemplo, destinan cada a?o alrededor de 10 millones de euros a proyectos solidarios. ¡°Siempre intentamos sacar adelante el negocio de la misma manera que sacar¨ªamos adelante a nuestra familia: siendo decentes, sin abusar de la gente, protegiendo la naturaleza¡±, sostiene Hilary Jones, directora de ¨¦tica profesional de la marca, desde su despacho, una buhardilla decorada con divertidas cabezas de zorro de papel de diferentes colores. Volviendo a la historia del nacimiento de la firma, mientras Constantine, su mujer, Mo, y su colega Helen Ambrosen inventaban recetas y creaban nuevos productos en el primer piso de High Street, el resto del equipo los pon¨ªa a la venta en la planta baja. Uno de los primeros cosm¨¦ticos fue el jab¨®n de pl¨¢tano, al que llamaron Banana Moon.
pulsa en la fotoFachada del n¨²mero 29 de High Street, el primer establecimiento de la compa?¨ªa cosm¨¦tica.GIANFRANCO TRIPODO
Desde entonces, las tiendas de Lush se han expandido por todo el mundo (hay m¨¢s de 900 establecimientos en 49 pa¨ªses). Al entrar en cualquiera de estos locales, lo primero que llama la atenci¨®n es el fuerte y embriagador olor a toques frutales mezclados con c¨ªtricos, un aroma a golosina y otras especias. Aqu¨ª los acondicionadores s¨®lidos para el pelo pueden tener forma de chupach¨²s, el jab¨®n de bizcocho te incita a darle un mordisco y alguna mascarilla facial incluye todo el diente del ajo como si lo hubieras sacado del frigor¨ªfico. Para garantizar esa frescura, el proceso de elaboraci¨®n y distribuci¨®n debe ser r¨¢pido. Por esta raz¨®n, la compa?¨ªa tiene siete f¨¢bricas repartidas por todo el mundo.
Uno de los productos estrella de Lush son las bombas de ba?o. Cada a?o, la compa?¨ªa produce m¨¢s de 36 millones en todo el mundo.
Las algas que por la ma?ana ha recogido Pete Miles en la bah¨ªa acaban al mediod¨ªa en la Kitchen, una especie de cocina en la que Lush elabora artesanalmente productos para la venta online. Dan Lewis, de 24 a?os, es el encargado de preparar el champ¨² Big. ¡°Es buen¨ªsimo para dar volumen al pelo¡±, explica este joven que viste vaqueros y una gorra deportiva. Lewis pone primero a hervir agua en una olla y luego a?ade un par de limones, limas y las algas. ?l cumple a la perfecci¨®n el estereotipo de empleado de Lush: veintea?ero, moderno, vegetariano y un apasionado de su trabajo. ¡°Cuando ya est¨¢ lista, mezclamos el l¨ªquido con glicerina, a?adimos un poco de fragancia, sal marina y aceite de coco virgen extra¡±. Justo al lado de la Kitchen se encuentra la nave industrial donde se fabrica uno de los productos estrella de Lush: las bombas de ba?o. Cada a?o, la compa?¨ªa produce m¨¢s de 36 millones de estas bolas en todo el mundo. En esta nave, que recuerda a un mercado de las especias, con enormes cajas de polvos de todos los colores, sacos de henna india y multitud de moldes que dan forma a las diferentes bolas, trabajan cientos de chicos y chicas que rara vez superan los 40. ¡°Yo empec¨¦ as¨ª, empaquetando las bombas¡±, cuenta orgulloso Matt Bradbrook, de 31 a?os. ?l ahora se encarga de ense?ar a los principiantes el funcionamiento industrial de Lush.
¡°La mayor¨ªa de mis empleados son m¨¢s apasionados en algunos temas que yo mismo¡±, asegura Mark Constantine, el presidente la firma, que sigue inventando nuevos cosm¨¦ticos junto el resto de cofundadoras en su laboratorio del n¨²mero 29 de High Street, donde empez¨® todo. Bajo su apariencia de hombre tranquilo ¨Cque en otra vida le hubiera gustado ¡°ser mayordomo¡±¨C, ha creado una marca con un marcado acento pol¨ªtico. Lush protagoniza cada a?o campa?as activistas con temas que poco tienen que ver con la est¨¦tica (contra las corridas de toros, la violencia de g¨¦nero o la transfobia, entre otros).
Pero si hay algo que le obsesiona a este peculiar ingl¨¦s es la naturaleza. Esa misma fijaci¨®n le ha llevado a explorar todas las posibilidades que le ofrece su tierra (Poole y los alrededores del condado de Dorset, al sur de Reino Unido) para la fabricaci¨®n de algunos de los productos. Como ha hecho con el carb¨®n vegetal que extrae Jim Bettle de un bosque cercano. A Mo Constantine, su esposa, se le ocurri¨® hacer un jab¨®n con el material utilizado por muchas abuelas para preparar el brasero. Seg¨²n cuentan desde la firma, este ingrediente exfolia y da brillo al rostro sin ser agresivo. ¡°Me gusta ayudar a la gente y por eso intentamos crear f¨®rmulas para todo tipo de pieles¡±, dice Constantine, un enamorado de los p¨¢jaros que hace seis a?os recibi¨® de la reina Isabel II la medalla del Imperio Brit¨¢nico por su contribuci¨®n al mundo de la ?cosm¨¦tica.
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