Recapitulaci¨®n
Abundan las voces que deploran la democracia como m¨¦todo de elegir gobierno. El sistema debe hacer frente a la corrupci¨®n, el colectivismo, la intolerancia y las servidumbres ¨¦tnicas, pero sigue encarnando la libertad de gobernar y gobernarse
?ltimamente abundan las voces que deploran la democracia como m¨¦todo de elegir gobierno y objetivos de gobernanza. No me refiero a obras de radicales ¨¢cratas o de oligarcas partidarios de que manden los mejores, o sea ellos mismos sin ir m¨¢s lejos. Hablo de estudiosos moderados que han sido dem¨®cratas sinceros pero han llegado a la conclusi¨®n de que fue una idea bonita que ha dejado de funcionar, si es que funcion¨® alguna vez. Algunos resultados recientes son aportados como pruebas: Brexit, Donald Trump... En un mundo de votantes que se informan casi exclusivamente por Internet, que no leen prensa ni mucho menos libros, que aprecian lo chocante o truculento mas que las argumentaciones trabajadas sobre temas que de cualquier manera desconocen, que disfrutan con los histriones y se aburren con quienes miden sus palabras... ?qu¨¦ decisiones mayoritarias sensatas pueden esperarse? S¨ª, la gente vota lo que sabe: pero casi nunca sabe lo que vota, etc... Y a partir de estas dolorosas constataciones se proponen, medio en serio medio como provocaci¨®n, alternativas que sustituyen el voto universal por el sorteo entre minor¨ªas bien preparadas (?), el gobierno de los t¨¦cnicos, la exclusi¨®n del censo de ciertos grupos por edad, ausencia de arraigo laboral, etc... O sea, la democracia vuelve a enfrentarse contra las acusaciones de ineptitud y credulidad de las mayor¨ªas ya formuladas en sus or¨ªgenes griegos por los amigos de la oligarqu¨ªa (lo de Internet, no: se les olvid¨®) y regresan tambi¨¦n los paliativos intentados para remediarlas en ¨¦pocas sucesivas. Tanto retorno desconfiado no deja de tener peligro...
Porque la democracia nunca se propuso como el m¨¢s eficaz sistema de gobierno, el que resuelve mejor los problemas o los evita, el que aumenta la riqueza de las naciones o garantiza la idoneidad de los gobernantes, el m¨¢s capaz de controlar los ¨ªmpetus rapaces o destructivos de los humanos. La democracia no promete una sociedad pol¨ªticamente mejor, sino una sociedad pol¨ªtica. Los otros sistemas renuncian a ello y organizan ¨®rdenes jer¨¢rquicos, ganader¨ªas humanas cuyas reses pueden estar bien alimentadas, ser pr¨®speras y retozar alegremente juntas, no tener demasiadas quejas, quiz¨¢ hasta ser pl¨¢cidamente felices. Pero les falta la libertad de gobernar y gobernarse, sin la que no se es sujeto pol¨ªtico. Est¨¢n sujetos por el gobierno pero no son sujetos gobernantes y por tanto carecen de verdadera sociedad. Es posible que los despose¨ªdos de libertad pol¨ªtica no la echen en falta siquiera, pero ah¨ª tropezamos con el punto intransigente ¡ªsine qua non¡ª de la democracia: no se admite la libertad de renunciar a la libertad. Parad¨®jicamente, en la vieja Atenas la asamblea plante¨® alguna vez votar si segu¨ªan con la democracia o renunciaban a ella...
Otros art¨ªculos del autor
De lo que se ha tratado siempre en la revoluci¨®n democr¨¢tica es de la emancipaci¨®n de los individuos. En Grecia apuntaba a librar al ciudadano de la clausura familiar y tribal, a¨²n a costa de entregarlo al dominio de un destino tr¨¢gico. En la Francia del dieciocho, la sublevaci¨®n fue contra la opresi¨®n de la sociedad jer¨¢rquica del Antiguo R¨¦gimen, que recortaba los derechos pol¨ªticos individuales y tambi¨¦n sus libertades econ¨®micas, sometidas al marco corporativo. Es decir que ¡ªcomo bien ha se?alado Marcel Gauchet¡ª lo que podr¨ªamos llamar ¡°izquierda¡± (radical contra la monarqu¨ªa, la iglesia cat¨®lica, los estamentos regionales, el gremialismo burgu¨¦s, etc...) parte del ¡°liberalismo¡±, es decir de la aspiraci¨®n a libertades individuales conseguidas gracias al nuevo Estado basado en los derechos del hombre y el ciudadano.
En democracia no hay oposici¨®n entre los individuos ¡ªes decir, los ciudadanos¡ª y la sociedad, porque es la evoluci¨®n de ¨¦sta a partir de sus f¨®rmulas at¨¢vicas, geneal¨®gicas y familiares, la que produce los individuos que disponen de autonom¨ªa legal y social. La sociedad democr¨¢tica fomenta la creaci¨®n de individuos capaces de autogestionarse (por medio de la educaci¨®n general y la protecci¨®n de sus derechos no heredados ni territoriales) y ¨¦stos a su vez configuran el marco institucional de una sociedad no tradicionalista, innovadora. El peligro del individualismo es considerar las leyes comunes como cortapisas mutiladoras de las libertades y no como sus garant¨ªas; y el peligro del Estado democr¨¢tico es instaurar con sus reglamentos una dependencia estrecha de aquellos cuya independencia pretende asegurar. Durante la historia moderna, perdura un combate ¡ªuna dial¨¦ctica, se dec¨ªa antes¡ª entre las libertades sin control y el control antilibertario. Las oscilaciones pol¨ªticas entre derecha e izquierda (ambas afinadoras permanentes de la democracia) responden a mi modo de ver a esa dial¨¦ctica. Y se han corregido mutuamente durante muchos cambios de gobierno. Claro que tambi¨¦n se han ido pareciendo cada vez m¨¢s los unos y los otros, a veces en los peores aspectos: corrupci¨®n, incuria, deriva autoritaria... Lo cual, unido a la crisis econ¨®mica, al desbordamiento migratorio, etc... ha favorecido el surgimiento de movimientos y partidos populistas, cuyo designio es demoler el sistema basado en la autonom¨ªa individual dentro del desarrollo social del bipartidismo para traer nuevas formas de caudillismo colectivista. O sea pasar de la sociedad para los individuos a los individuos para la sociedad, en giro irreversible.
Los otros sistemas organizan ¨®rdenes jer¨¢rquicos y ganader¨ªas humanas
¡°Me llamo Erik Satie... como todo el mundo¡±, respond¨ªa el m¨²sico a quienes requer¨ªan su nombre. En otro campo, cuando preguntemos a un europeo cual es su filiaci¨®n pol¨ªtica, si es sincero responder¨¢: ¡°soy socialdem¨®crata... como todo el mundo¡±. Porque la socialdemocracia es hoy la ideolog¨ªa pol¨ªtica que mejor expresa ese doble car¨¢cter que Paul Thibaud ha llamado ¡°socio-liberalismo¡± y que ha sido hasta ahora, al menos desde la II Guerra Mundial, el substrato ideal sobre el que se sostiene el sistema democr¨¢tico. Sus principios pueden resumirse as¨ª: toda riqueza (econ¨®mica, intelectual, emotiva...) es social. Nadie se enriquece en la isla de Robinson, por grandes que sean sus talentos, ni Mozart hubiera desarrollado su genio en una tribu de bosquimanos: por tanto toda riqueza implica una responsabilidad social, para que revierta en el conjunto de los socios el provecho que tiene su fundamento en la instituci¨®n colectiva. Pero es no menos cierto que la autonom¨ªa individual es el origen de la innovaci¨®n y creatividad. Por tanto el desarrollo de la individualidad debe ser fomentado, su originalidad respetada y su libertad garantizada legalmente. Esta combinaci¨®n no es de derechas ni de izquierdas, sino civilizada.
Hay grupos pol¨ªticos que ven m¨¢s importante uno de los factores u otro, pero los electores modernos no pemiten a nadie prescindir completamente de ninguno de ellos. Por ¨¦so hace sonreir el cabreo de quienes reprochan a los gobernantes de derechas, los ¡°liberales¡±, ser tambi¨¦n socialdem¨®cratas...?como si pudieran ser otra cosa! La diferencia es que ciertos pol¨ªticos comprenden mejor lo que est¨¢ en juego y defienden conscientemente el sistema de sus peores amenazas: la corrupci¨®n que acaba con lo p¨²blico, el colectivismo que aniquila lo privado, la intolerancia que no deja a cada cual inventarse a s¨ª mismo dentro de la ley, las servidumbres ¨¦tnicas que despedazan el Estado de todos en tribalismos incompatibles... El gran adversario de la socialdemocracia no es quien la modula seg¨²n las circunstancias hist¨®ricas (no hay unas tablas de la ley socialdem¨®cratas, como las hay contra las leyes entre los populismos) sino el abandono de la educaci¨®n que, junto con la justicia partidista, anulan a los ciudadanos que mejor podr¨ªan desarrollarla.
Fernando Savater es escritor.
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